Capítulo 22 Premonición

9.4K 611 23
                                    


Sus palabras me hicieron más daño del que puede imaginar.

<<...no puedes obligarme a tener un hijo que nunca planee tener y mucho menos, cuando fue concebido sin contar con mi consentimiento>>.

Apenas salgo de su apartamento, me quito la corbata porque tengo la sensación de estar asfixiándome. A cada paso que doy, siento que me voy hundiendo poco a poco, como si estuviera caminando sobre arenas movedizas.

Me movilizó sin rumbo fijo, con la mirada perdida en el horizonte, sin saber qué decisión tomar. Solo sé que esta noticia me ha dejado completamente devastado... inevitablemente destrozado.

Mis sueños se evaporan sin que pueda impedirlo. Todo lo que anhelé y desee está a punto de convertirse en polvo cósmico, en mi peor pesadilla... en la peor experiencia de mi vida. Nada de lo que ha sucedido en mi larga vida, ni siquiera mi decepción con Dalila, ha sido tan doloroso y destructivo. No hay nada que se le compare.

Al llegar a mi auto, saco las llaves de mi bolsillo y pudo percibir, como tintinean dentro de mi mano. Estoy temblando, aturdido y con el alma en el suelo. Nunca imaginé que algo como esto lograra derribarme y hacerme añicos de tal manera.

Subo al auto y una vez más me siento frente al volante, con las manos aferradas a él. Lo enciendo y luego de tomar varias respiraciones, para al menos, lograr un poco de tranquilidad, arranco y comienzo a conducir sin un destino preciso. Las horas avanzan y con ellas, el camino recorrido se hace cada vez más largo. La claridad se ha comenzado a convertir en oscuridad y ni siquiera tengo idea de donde me encuentro. Pocos kilómetros después el auto se detiene, dejándome varado a orillas de una carretera desierta en la que solo se observa vegetación y la más densa oscuridad. Apago las luces del vehículo y apoyo mi espalda en el respaldo de mi asiento. Me instalo a pensar en todo lo que ha pasado en mi vida y en lo que está a punto de suceder. Como dice el refrán, afortunado en el juego, fracasado en el amor... Esa ha sido la gran historia de mi vida.

Abro la guantera de mi auto y saco la botella de licor, que tengo allí guardada. A veces me he preguntado... ¿por qué la mayoría decidimos ahogar nuestras penas en el alcohol? Y con mi vasta experiencia, al fin tengo una respuesta certera a esa pregunta... porque a veces duele tanto, pero tanto, que la única manera para apaciguar el intenso dolor es ahogándolo en licor y así lograr, al menos por pocas horas, que el entumecimiento y el sufrimiento queden olvidados.

Desenrosco la tapa de la botella y pego la boca, directamente a ella. Bebo un trago largo, uno que quema todo a su paso, corroe mi garganta y se asienta como una bola de fuego en las profundidades de mi estómago. Una y otra vez, empino la botella, hasta que mi dolencia comienza a apaciguarse, aunque mis pensamientos persistan en recordar cada una de las palabras que Claudia, pronunció.

Decido silenciarlos con más licor, hasta que mi mente se entumezca y pueda evitar nuevos recuerdos. Las horas pasan y en medio de la oscuridad, me voy rindiendo cuando el licor recorre cada rincón de mi cuerpo y me atrapa bajo su embriagante seducción, dejando mi cuerpo inerte y las sensaciones adormecidas... logrando robarle al tiempo, al menos, unos cuantos minutos de paz.

―Hola papi...

No hay nada que ame más que escucharlo llamarme de esa forma. Como tantas veces lo había soñado.

―Hola hijo... ven a los brazos de papi.

Mi bebé salta emocionado y no dudo en envolverlo entre mis brazos y abrazarlo fuertemente, para sentir su pequeño y cálido cuerpecito y ese delicioso aroma a bebé, que tanto me fascina aspirar de él.

Embarazada por EquivocaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora