Capítulo 35 Culpa

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¿En serio? ¡De puta mierda! Esto era lo que me faltaba... que el hombre con el que me engañó Dalila, viniera a mi casa a preguntarme por ella.

¿Acaso es un jodido chiste?

―Vaya... ¿tan pronto te dejó por otro? ―espeto con ironía, mientras sonrío con burla―. Veo que se ha vuelto una costumbre de Dalila abandonar a sus hombres cuando se aburre de ellos.

―No te voy a permitir que insultes a mi mujer, maldito desgraciado ―me sujeta de la camisa, amontonándola dentro de sus puños ―, por mucho que estés dolido por lo que ella te hizo, no estoy dispuesto a dejarte que la ofendas. Es mi mujer y te exijo respeto para ella.

Todo este día ha sido una puta mierda, así que no estoy dispuesto a aguantar bravuconerías de este hijo de puta. Le doy un empujón que por poco lo manda directo al suelo. El idiota se recupera y vuelve por más... estaré encantado de darle su merecido.

Solo que cuando estamos a punto de iniciar una gran pelea se oye el grito desgarrador de Claudia, que eriza cada uno de los vellos de mi cuerpo y me hace salir corriendo desesperadamente en su auxilio.

―¡Claudia!

Grito aterrado, a punto de perder la maldita razón. Me imagino miles de situaciones terribles en la que los pierdo a ella y a mi hijo. La adrenalina de dispersa rápidamente a través de mis venas y me impulsan a ir tras su búsqueda para defenderla de quien y a como dé lugar. Con gran nerviosismo logro abrir la puerta y una vez dentro, corro desesperado buscando el lugar exacto desde donde provienen los gritos. No mido las consecuencias, no tomo en consideración los riesgos y si expongo mi vida, porque ella y mu hijo lo son todo para mí. Es lo único que importa.

Los gritos me conducen hacia nuestra habitación y no lo pienso dos veces para correr en esa dirección, incluso, subo las escaleras como si se tratara de una carrera de obstáculos y al estilo del mismo Usain Bolt, en cuestión de milésimas de segundos estoy allí. Solo que al alcanzar la puerta nada me prepara para ser testigo de la escena más dantesca y terrorífica de mi vida... Dalila está con Claudia y amenaza su vida peligrosamente con un cuchillo en su garganta.

Un frio denso y muy helado recorre mi espalda y me paraliza por algunos segundos. Apenas si me atrevo a respirar, porque no quiero dar un paso en falso que ponga en riesgo la vida de mi mujer y la de mi hijo. El corazón me palpita con desenfreno, temiendo lo peor... me niego a creer que esto esté sucediendo justo cuando he encontrado a la mujer que le ha dado sentido a mi vida.

―¿Dalila, que estás haciendo?

Mis palabras fluyen apenas en un hilo de voz. Mis nervios se vuelven erráticos cuando veo las gotas de sangre que descienden por su cuello y casi alcanzan su pecho.

―¿Cariño... eres tú? ―pregunta Dalila, con un tono de voz extraño que me hace estremecer―. Esta mujer se ha metido en nuestro hogar con la idea de separarnos...

Mis ojos están puestos en la imagen aterrada de Claudia. Su rostro está pálido y puedo notar los ruegos de suplicas que a través de sus ojos me dirige.

―Sí, nena, soy yo... puedes soltar ese cuchillo y venir hacia mí.

Es lo único que se me ocurre hacer, tratar de desviar su atención, para intentar liberar a Claudia.

―¡No! ―grita con enojo―, no voy a dejar que esta zorra se salga con la suya. Ella tiene que pagar por el daño que ha hecho, Ignacio... sobre todo porque quiso apartar a mi hijo de ti... su padre.

Pero... ¿Qué mierda dice?

―¿Qué locura estás diciendo, Dalila? ―le pregunto sorprendido―. ¡Tú te fuiste con otro hombre!, me abandonaste por él y ahora dices que vas a tener un hijo mío... ¿qué clase de mentira macabra es esa?

Embarazada por EquivocaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora