Capítulo 29 Complicaciones

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¿Por qué tenía que aparecerse justo ahora?

¡Maldición! —Restriego las manos por mi cara una y otra vez, invadido por una gran incertidumbre, debido a la aparición repentina de Dalila—. No entiendo que quiere conmigo, ella decidió marcharse con otro hombre y mandar a la mierda nuestro futuro juntos... y ahora ¿Pretende que la perdone y la deje regresar a mi vida?

No pude pegar un ojo en toda la noche desde el mismo instante en que oí su mensaje. Su aparición me produce un mal presentimiento, sobre todo ahora, que comienza a encaminarse mi relación con Claudia.

Son las diez de la mañana. Decido salir de la cama evitando despertar a mi pelirroja que aun duerme profundamente. Tomo una ducha corta y fría, para quitarme de encima esta incómoda sensación que me mantiene intranquilo. No quiero que nada de mi vida pasada perturbe a Claudia y mucho menos ahora que está embarazada y más sensible que nunca.

Salgo de la habitación y me dirijo a la cocina para preparar café y algo de desayuno. Claudia debe estar cerca a despertarse y quiero que cuando lo haga consiga todo listo.

Instantes después, tocan a la puerta. Me parece extraño que alguien venga a visitarme a esta hora de la mañana, así que extrañado, me dirijo a la entrada para ver de quién se trata.

Observo por la mirilla, pero no logro ver nada debido a que alguien la mantiene tapada. Decido averiguar quién es el de la broma, pero apenas abro la puerta, Esteban entra como alma que lleva el diablo, mientras suelta mil maldiciones a su paso.

—¿Puedes creer que se atrevió a hacerlo, Nachito? —me dice alterado—, a mí... al puto Dios del sexo —se aprieta el puente de la nariz, evidentemente exasperado—, se burló de mí y me hizo quedar en ridículo delante de mi propio hermano.

Blanqueo los ojos... es hora de soportar un nuevo drama en la vida del Dios, Esteban Guardiola.

—Puedes dejar de decir tantas guevonadas e ir directamente al asunto —le digo cansino—, porque no estoy entendiendo ni una maldita mierda de lo que dices.

Regreso de nuevo a la cocina, mientras escucho sus pasos detrás de mí.

—Nina, hermanito... ¡Esa bruja diabólica! —se sienta a la mesa mientras me acerco a la cafetera, para preparar mucho café. Esta será una historia de nunca acabar—. Jamás en mi vida, mujer alguna me hizo una trastada como la que ella me hizo —se levanta de la mesa, con gesto de incredulidad—, ¿puedes siquiera imaginarlo? —volvemos al principio—, se merece al menos quinientos azotes por su atrevimiento.

Saco dos tazas de la despensa para servir café para ambos, mientras lo dejo continuar con su perorata. Coloco una taza para cada uno sobre la mesa y las lleno a rebosar.

—Si no empiezas desde el principio, no voy a entender sobre qué coño estás hablando, imbécil —le indicó mientras ocupó la silla frente a él—. Comienza por contar ¿Qué coño te hizo, Nina? para que te haya puesto al borde de comenzar masticar y escupir bolas de fuego.

Se vuelve a sentar y luego de sorber un poco de café comienza a contarme lo que le sucedió con la amiga de mi mujer.

—Entre ella y yo, ha surgido algo interesante —me dice mientras suelta la taza y apoya los brazos sobre la mesa—, ha logrado despertar una gran curiosidad en mí, que no se detiene ni cuando estoy dormido —vaya, vaya... hermanito, estas cayendo redondito y aún no te das ni cuenta—, así que decidí satisfacer mi curiosidad y averiguar qué es lo que me atrae de ella —se detiene un segundo, mientras toma la taza y vuelve a beber otro poco de café—. Ayer la llevé a mi departamento —eso último logra captar toda mi atención. Nunca antes había llevado a una mujer a su casa y me extraña sobremanera que lo haya hecho ahora—. No sé qué maldita locura me impulso a hacerlo —me mira a la cara y puedo notar su gran contrariedad—, pero se sintió agradable haberla tenido allí conmigo.

Embarazada por EquivocaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora