Capítulo 25 Sus brazos... Mi hogar

10.8K 662 10
                                    


Mi corazón palpita de terror cuando siento que la perilla de la puerta está siendo girada. Cierro los ojos y me cubro completamente con la sábana, mientras mi respiración se agita cada vez más rápido. Estoy temblando, totalmente aterrada porque sé muy bien a lo que él viene.

—Buenas noches, mi preciosa golondrina... papi llegó a casa —sus palabras suenan arrastradas ya que está completamente borracho—. No te escondas de papi, que lo único que deseo es darte las buenas noches.

Me aferro a la sábana con toda mi fuerza, hasta el punto que mis dedos comienzan a encalambrase de lo apretados que están. Sus pasos resuenan sobre la madera, como un aviso de que cada vez está más cerca de mí. Estoy a punto de hiperventilar, temiendo que esta vez no pueda escapar de él.

La sabana sale volando a pesar de todo el esfuerzo que hice para que no pudiera arrancarla de mí. Incluso, creo que algunos de mis dedos se fracturaron con el fuerte tirón, pero es tanto el miedo que estoy sintiendo, que el dolor está adormecido debido a la adrenalina que corre como un relámpago por todo mi cuerpo.

—Te estás comportando como una chica mala mi golondrina y sabes bien que si me haces enojar, papi se enfurecerá y usará su correa para que aprendas a comportarte.

Aprieto mis ojos, porque sé que no puedo hacer nada para evitar que me haga daño, él es mucho más fuerte y más grande que yo. Así, que solo me quedo allí esperando a que él haga lo que tiene que hacer.

Se sienta a la orilla de la cama y enseguida pego los brazos a mi costado y aprieto mis puños con fuerza. No puedo evitar temblar, ni tampoco que mis dientes castañeen.

Su mano se desliza por mi brazo, acariciándolo con sus dedos desde la muñeca hasta el hombro. Quiero gritar que se detenga, pero tengo tanto miedo que mis palabras se atoran detrás de mi lengua, en lo profundo de mi garganta. Además, si me atrevo a hablar, no tardaría en golpearme y las cosas se pondrían terribles para mí.

—Sabes que tienes una piel muy suave y tersa —mis lágrimas comienzan a rodar y temo que si lo ve, se enojará también por ello—, en cambio la de tu madre es vieja y arrugada. Y estoy aburrido de ella.

Su aliento a alcohol me golpea a la cara cuando se acerca para olerme de la misma manera en que lo hizo la última vez. No lo soporto, quiero que se aleje de mí porque su hedor me produce asco y muchas nauseas.

—Sabes que papi te ama... y por ese motivo puedo acariciarte para demostrarte que mi sentimiento por ti es real. Lo entiendes, mi golondrina, entiendes que nadie te querrá como papi.

Sus dedos ahora recorren mi pierna y con ellos se llevan anclada mi bata hasta la altura de mis muslos. Así que a pesar de saber que si grito me dará una golpiza que quizás me dejará nuevamente inconsciente, lo prefiero a dejar que me toque con sus sucias manos.

—¡No me toques, maldito bastardo!

Comienzo a llorar y a gritar a todo pulmón para que quite sus manos de mí. Las lleva a mi cara para taparme la boca y evitar que alguien me escuche gritar. Me defiendo con patadas para que me suelte, pero debido a que su mano es tan grande cubre mi nariz y mi boca, por lo que el aire comienza a faltarme y poco a poco pierdo las fuerzas y finalmente la razón.

Despierto agitada y me siento en la cama, sintiendo aun la presencia de mi padre a mi alrededor. Llevo las manos hasta mi cara para tratar de apartar las suyas y poder volver a respirar. Miro hacia todos lados tratando de ubicar a donde se ha ido, confundida y aterrorizada... pero no lo veo por ningún lugar. Me levanto de la cama para salir huyendo de mi habitación, pero en un momento de claridad alcanzo a ver que esta no es mi habitación y que mi padre tampoco se encuentra aquí.

Embarazada por EquivocaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora