Capitulo 13

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CONNOR

Arrugo la cara al sentir una punzada de dolor en la cabeza. Siento mi garganta seca y me llevo una mano a ella. De a poco voy abriendo los ojos hasta encontrarme acostado en una acogedora habitación. De inmediato la reconozco al ver la foto de un niño cabello oscuro en un portarretrato puesto en la mesa de noche que se encuentra junto a la cama.
Doy una sonrisa de lado al ver a aquel niño sonriéndole a la cámara mientras está sentado al frente de un piano; sus manos encima de las teclas.

Nick.

Suelto un bostezo y me siento en el colchón. Mis ojos viajan por toda la habitación. Tenía tiempo que no entraba a esta. La habitación de mi mejor amigo era grande, tenía unas pesas a un lado que seguro había dejado ahí tiradas, una mini biblioteca en una esquina con muchos libros, su armario, una grande ventana con vista al jardín con la piscina, algunos sillones, un largo espejo en la pared y por último, algo que hizo que me levantara de cama y me acercara para tocarlo.

Un piano.  

No recuerdo haberlo visto. Aquel piano brilla con la claridad que entra por la ventana. Es negro, y se nota que es una gran marca por lo fino que se ve. Wow, a veces olvido lo rico que es el padre de Nick.

También lo imbecil.

Camino por la habitación hasta que freno al verme en el espejo. Solo llevo el pantalón puesto, nada más. Mi cabello se encuentra más desordenado que nunca y mi rostro está un poco rojo, ni idea por qué. Y por supuesto, las ojeras no pueden faltar. Frunzo el ceño al sentir como se intensifica.

De la nada oigo la puerta abrirse y me volteo para ver a Lisa, la mujer que ha estado trabajando en esta casa desde que tengo memoria. Ella me ve y sonríe para negar con la cabeza. En sus brazos lleva una cesta de ropa.

—¿Buena noche?—me pregunta mientras se acerca a recoger ropa sucia de Nick que se encuentra acumulada en uno de los sillones.

No respondo nada, solo suspiro por el dolor.

—Déjame adivinar,—agarra un calcetín y me vuelve a ver.— tienes resaca.

—¿No es obvio?—respondo pasándome una mano por el cabello.— no aguanto la cabeza.

—Ven conmigo.—me hace señas de que la siga así que lo hago.

Ambos bajamos por las escaleras hasta que llegamos a la cocina. Ella camina hacia un cuarto que creo que es la lavandería, yo me quedo parado viendo la cocina hasta que ella sale nuevamente y me ve. Su mirada grita curiosidad.

—¿Qué?—inquiero alzando una ceja.

—Nada. —me da la espalda y saca una taza para servir café en ella.

Bufo y me siento en una de las sillas altas que se encuentran al frente de la mesa de granito.

—¿Donde está Nick?—le pregunto, ella me entrega la taza.— gracias.

—Debe estar en el jardín, lo vi salir hace rato.

Asiento con la cabeza y tomo de mi café.

—... Por cierto, sal y dile que venga a desayunar.—continúa diciendo para guiñarme un ojo y luego sacar unas tostadas a un plato.

—Como diga, señora.

—¡Señorita!—me corrige— aún estoy joven.

Suelto una carcajada y salgo de allí. Una vez que llego al jardín, me cubro el rostro con una mano del sol. ¿Por qué tanto sol? ¿No puede estar una nube inmensa el día de hoy?

A lo lejos lo veo acostado en una tumbona, lleva puestos sus lentes de sol. Aquellos le quedan increíbles, parece sacado de revista y en su abdomen no sobra ni falta nada.

Soy Nick Campell  (actualizando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora