Capítulo 15▫️

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"¡Esto es una mierda!" amonestó, agitando su varita en el aire, pero no ocurrió nada. "No funciona", gimió, exasperado, con la frustración evidente en su voz.

"Ya sé que no está funcionando", replicó ella con un exasperado giro de ojos.

"Esta varita tiene que estar rota". Miró el trozo de madera pulida de forma crítica, como si estuviera a punto de decirle la respuesta a su problema actual, pero no lo hizo.

"La varita no está rota, Severus. Es tu varita. Es tu magia la que está rota. Sabes que la varita es sólo un canal para tu magia. La magia viene de adentro".

"Menuda sarta de tópicos que he escuchado. La magia viene de dentro", mordió en un alto falsete imitándola sarcásticamente y puso los ojos en blanco. Arrojando la varita al otro lado del salón por frustración y petulancia vio como Hermione se levantaba, la recuperaba y la volvía a empujar en su mano.

"Vuelve a hacer eso y te la meteré por donde no brilla el sol", le advirtió con severidad, la oscuridad cruzó sus ojos por un fugaz momento antes de disiparse tan rápido como había llegado.

La lluvia caía con fuerza desde hacía una semana. Era implacable y parecía que iba a caer otra semana más. Severus le había pedido a Hermione que le ayudara a recuperar su fuerza mágica, pero hasta el momento, había sido un fracaso absoluto y los dos estaban a la greña durante el proceso.

"Por favor, hazlo. Puede que sea lo más estimulante que he visto esta semana", siseó con los dientes apretados cruzando los brazos con fuerza sobre el pecho, mirando con anhelo el jardín al que tanto deseaba escapar. Echaba de menos sus paseos diarios por el pequeño trozo de paraíso que ella había creado. Echaba de menos el canto de los pájaros y el beso del sol sobre su piel cetrina, el calor de sus rayos mientras se sentaba a tomar el sol en el banco junto a la puerta principal.

"¡No descargues tus frustraciones conmigo porque no puedes hacer magia, Severus Snape!" Fue su turno para que con los brazos cruzados sobre el pecho se dejara caer en su sitio junto a él.

Él miró su varita casi con lujuria mientras estaba inactiva en la pequeña mesa de café. "Dame la tuya", exigió como si su varita fuera a solucionar todo el problema.

"Bien, cógela". Ella la cogió y se la puso en la mano abierta y observó cómo él se esforzaba por lanzar un hechizo y sintió que una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios cuando fallaba. Ella sabía que no iba a funcionar.

"No puedo vivir sin magia. Deberías haberme dejado morir en el hospital porque sin magia no soy nada". Arrugó, devolviéndole la varita con fuerza. Decir que estaba enfadado consigo mismo era quedarse corto. ¿Qué tan difícil puede ser? Él solía hacer esto todo el tiempo.

"En estos momentos estás físicamente débil, lo que está dificultando tu magia. Necesitas curarte y repararte antes de intentar hacer magia, creo" Afirmó lo obvio añadiendo sus diez hoces a la mezcla.

Ya iban por el cuarto día de su intento. El primer día no hubo nada, el segundo día casi lo mismo, el tercer día sólo aumentó la frustración y ahora, el cuarto día era un espectáculo de mierda colosal.

"¿Y qué pasa si mi magia no vuelve?" Preguntó en una inflexión ascendente, con los orbes oscuros clavados en los de color chocolate, como si ella fuera a contener la respuesta.

"Entonces, vives sin magia". Ella se encogió de hombros en alto. "No es el fin del mundo".

"Más o menos lo es", susurró él en tono sombrío, mirando por la ventana al otro lado del jardín mientras la lluvia seguía martilleando en el exterior. "¿Qué haría yo? ¿Cómo lo haría? No puedo volver a vivir como un muggle". Lanzó las manos al aire con rabia.

𝑬𝒍 𝒆𝒇𝒆𝒄𝒕𝒐 𝒑𝒍𝒂𝒄𝒆𝒃𝒐 || 𝑺𝒆𝒗𝒎𝒊𝒐𝒏𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora