Capítulo XXV

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No puedo creer que sean las 6:30am y yo tenga tantas ganas de darme una ducha. Bueno si, a quién engaño lo puedo creer, después de como dice mi subconsciente "semejante acción" ¿quién no?

Dejo que el agua corra un poquito hasta llegar a la caliente, quito mi venda y lavo la herida, la verdad es que no se ha curado como tenia pensado, no me preocupa pero duele en exceso, me colocó otra venda limpia. Y entro a la ducha...
Me siento agotada, como si deberás aquel hombre me hubiese hecho el amor.
Sonrió ante mis pensamientos y prosigo con mi encantadora ducha, enjabono cada parte de mi cuerpo con entusiasmo... Pero de repente empiezo a notar mucha sangre en mi cuerpo, en mi mano.

- ¡Maldicion! - Exclamo, quito mi venda y sí, es aquello que tanto había temido, mi herida se reabrió, tampoco es que había cicatrizado pero al menos la sangre había parado.
Salgo del baño deprisa, coloco una toalla presionando la herida, la amarro mientras tomo mi ropa y me visto.
Es mejor que vaya a un medico cuanto antes. A solo unos minutos queda una excelente clínica, nunca me ha gustado ir a una clínica, pero es mejor a que siga desangrandome por ahí, corro con mucha velocidad, lo mas que puedo de hecho, hasta la parada, tomo un bus, estos vans están algo desgastadas y es lo único que logra distraerme de pensar que por mi muñeca esta saliendo tanta sangre como si fuese un helado derretido o quizás una regadera, intento colocar mi mano de manera que no se vea la sangre, mi piel cada vez se torna mas pálida, tiemblo mientras mi vista se nubla poco y de momento no logro diferenciar las figuras, pero yo soy fuerte - me repito hasta creermelo.
Bajo en la parada y me encamino a la clínica, por los pasillos como si conociera cada lugar. Un señor con uniforme, algo mayor, presumo que lo es por aquellas preciosas canas que se asoman y unos pequeñas arrugas que se le forman cuando hace el más mínimo gesto se acerca a mi.

- ¿La ayudo en algo? - Pregunta con una mirada tierna y una sonrisa que a cualquiera contagiaría, pero no a mi en este momento. Mi vista se nubla más que antes, mis reflejos reaccionan antes de que caiga y me sostengo del hombro del señor.

- Yo ... Yo no sé que hago aquí - Logro decir y el señor me sostiene hasta sentarme en uno de los bancos que están en una especie de redoma.

- La veo muy mal, señorita - Dice, le muestro la herida y le asiento.

- ¿Que doctor me puede ayudar? - Pregunto con la mano derecha en la cabeza, mi vista estaba algo distorsionada. El señor llama a dos chicas que me llevan a una habitación, donde esta un doctor muy guapo, el doctor asiente a las chicas, que me dejan a solas con él de inmediato.

Aquel caballero con bata blanca me da un vaso con agua, empieza a limpiar la herida mientras yo no sé que hacer, giro mi vista aguantando el dolor, es mejor dejar que él realice su magia, cose la herida, y me pregunta si ya he desayunado, tras escuchar mis quejidos.. Le explico que no, solo vine hasta acá, pensándolo bien no quería morir hoy.
Entre la preocupación y la falta de comer se habían dado los mareos. Pero realmente la herida esta sana y es normal que duela pues la profundidad fue algo fuerte, pero ese es otro tema.
Asiento antes sus palabras y salgo.

- "Valora tu cuerpo, amalo y respetalo, señorita Dayanna" - Escucho su voz decir, tras cerrar la puerta.

Aquellas palabras me hacen estremecer. Y de momento un escalofrío recorre mi cuerpo a la velocidad de la luz.

Me encamino a una cafetería que vi, en la planta baja de la clínica.
Recuerdo que su nombre comenzaba por "k" tenia algo que ver con chocolate pero qué será. Y esa pregunta resuena en mi cabeza hasta que después de casi mil vueltas logro ver "kakaut" y esa es la cafetería que estaba buscando, ¡gracias al cielo! - Exclamo en voz baja, el hambre me esta matando.

Tomo asiento, luego de haber hecho mi pedido, la atención es muy buena quizás porque aquí solo comen los doctores, gente que esta enferma y gente que esta sufriendo por las otras personas que están enfermas.
Al pasar menos de 10min llega mi bandeja con mi desayuno, doy gracias a la linda chica y ella sin mas asiente y se va.

No me agrada la idea de comer sola, pero al ver a mi alrededor me doy cuenta de que no estoy sola, sí en mi mesa pero hay muchas personas mirándome, y no logro entender el porqué.
Pienso: claro, la venda sigue en mi muñeca - suspiro y me siento correctamente mirando al frente. Vale mierda lo que esten pensando todas aquellas personas.

Siento una mirada fija y alzo mi vista, ante mi esta un hombre alto, afrodescendiente con un cuerpo trabajado y que digo trabajado, trabajadisimo, con un estilo como de basketbolista, en su cabello tiene un corte bajo, sus ojos son de color miel pero muy claro, jamas había visto una mirada así, tan brillosa como la de él en este momento, tiene dos pequeños pendientes en cada una de sus orejas con un diamente mediano, y una bandeja azul en sus manos, ya debería dejar de observarlo tanto....

Sonrío y él a su vez también sonríe, asomándose todos sus blancos dientes, me pide asiento y con gusto le digo que si, está desocupado y la verdad necesito compañía, esta mesa es algo grande.

Entablamos una larga pero risueña conversación, siento una extraña conexión cada vez que me rosa...
Se levanta y es hora de una despedida.

-Bueno un placer, ángel - Dice él con un acento en su voz que me eriza.

Carraspeo - Me llamo Dayanna, y sí, es un verdadero placer - Sonrió, le tiendo la mano derecha con una servilleta. Tomo mi bandeja con los residuos y me levanto.

- Yo soy... - Lo callo con mi dedo índice en sus labios.

- No me interesa saber tu nombre - Le guiño un ojo, y salgo de aquel cafetín, con una sonrisa de oreja a oreja.

Un orgasmo más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora