XI

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Mayrebelle estaba de espaldas, recostada sobre la cama con el peso de Tywin en sus caderas. La manera en la que la penetraba era rígida y fuerte, la pelirroja no tenía idea de que un hombre de la edad de Tywin pudiera tener esa fuerza y resistencia, pero ahí estaba, tomando entre sus manos delgadas y grandes sus posaderas. Gemidos agudos y dulces de la doncella llenaban el cuarto y el ego del Lord.
—Más... Duro— se escapó de los labios de Mayrebelle, quien no se dio cuenta que dijo eso. Tywin soltó una carcajada áspera y satisfactoria y con más fuerza se empujó dentro de la joven quien soltó algunos gritos de placer en respuesta.
—¿Así te gusta? —preguntó en burla el hombre.
—¡Si! —gimió la belleza de cabello rojo.

El climax del viejo león llegó y derramó toda su semilla dentro de la joven quien se quedó en la misma posición durante un rato. Ambos se permitieron un momento para retomar la compostura hasta que Tywin se subió sus pantalones y se dirigió a su escritorio, sin decir nada más.
Mayrebelle busco sus ropas por la cama y el piso de la habitación y se vistió con lentitud mientras veía a su prometido con su pose siempre severa, escribiendo algo sobre los papeles.

—¿Te han gustado los vestidos que te regalé? —Preguntó con su voz estricta
—Si, mi señor. Son muy hermosos y creo que el rojo y el dorado me quedan bien —Contestó Mayrebelle con media sonrisa y su voz suave, los ojos de Tywin no se molestaron en mirarla.
—¿Y las joyas? —Volvió a cuestionar el gran león.
—Son exquisitas, mi señor. Sobre todo aquel medallon grande con un león de ojos rojos y... —
—Bien —Interrumpió Tywin a la joven, ella sólo sonrió en respuesta y se marchó de ahí.
No quería casarse con él, realmente no quería, pero su madre se veía tan feliz por eso y su padre no pudo estar más orgulloso.

Cersei entró a la habitación de la mano, donde se encontraba su padre. Como siempre el siguió con sus asuntos mientras ella esperaba con paciencia, ella ya conocía esa técnica, el poder de hacerte esperar era un manera de burlarse de que tenía el tiempo de quien quisiera, incluso el de su hija, incluso el de la reina regente.
—¿Y bien? —Preguntó Cersei; Tywin no contestó —¿Ya te cansaste de tu pequeña broma? —Cuestionó Cersei a su padre con una mirada venenosa.
—Me casaré con Mayrebelle Algood, si eso es a lo que te refieres con mi pequeña broma —Contestó Tywin con voz baja pero como siempre imponente.
—¿Por qué? —La voz de Cersei cargaba más curiosidad de la que le gustaría admitir.
—Jaime no sólo es un miembro de la guardia real sino que también está cautivo por los Stark y temo por su vida y tal vez no te has dado cuenta pero Tyrion es un pequeño demonio lujurioso que pone mal el apellido Lannister en cada oportunidad que tiene, necesito un heredero pronto —Explico con detalle a su hija.
—¿Así que tu solución es casarte con una puta? —Cuestionó la rubia a su padre, ojos verdes contra ojos verdes, Tywin solo tomó un respiro hondo.
—No me importa si tu apruebas o no a mi prometida, esta discusión no debería siquiera existir —Explicó Tywin mientras volvía a su papeleo, un momento de silencio se creó en la habitación
—Puedes irte —Indicó el Lannister mayor a lo que Cersei hizo caso de mala gana.

—¿Y como se le dice a una cosa que nunca muere? —Preguntó Gerda.
—Inmortal —Respondió espondió al instante Morwen.
—Es muy común la palabra —Dijo Mayrebelle.
Estaban jugando un juego que ellas mismas habían creado, una decía una frase, una palabra o una definición y tendrían que buscar una palabra muy rebuscada que significará lo mismo.
—Inmarcesible —Comentó Morwen, entusiasmada por encontrar la palabra.
—¿Inmarcesible? —Cuestionó Gerda a su amiga.
—Que nunca se marchita, ¿pero marchitarse es morir? —Se interrogó Mayrebelle en voz alta —Tal vez para una flor si, pero en el sentido más poético, ¿Cuándo uno se marchita muere o es acaso que sólo su vida se transforma —Manifestó la pelirroja.
—Belle, estas divagando —aclaró Morwen.
—Perdón—.
—¿Por qué seguimos jugando esto? —preguntó Gerda mientras miraba los ojos azules de su amiga.
—¿Qué quieres jugar? —Morwen miró a Gerda confundida.
—A nada. ¿No comprenden? Mayrebelle está apuntó de casarse con la persona más poderosa de los siete reinos y nosotras pasamos la tarde jugando con las palabras —Morwen tomó un puñado de su cabello mientras hablaba.
—Si, ¿y? —Mayrebelle alzó los hombros un momento.
—¿Y? —la voz de Morwen se levantó.
—¿Qué quieres hacer? —cuestionó Gerda. Durante unos segundos Morwen sostuvo miradas con Gerda.
—No nos has dicho ni como te propuso matrimonio —Morwen se inclino sobre Mayrebelle quien ya se sentía incomoda por la mirada de su compañera.
—No lo hizo —contestó la pelirroja mirando hacia abajo.
—¿Cómo podría no hacerlo? —Gerda se unió a la observación junto con Morwen.
—Mi familia me aviso y cuando le pregunté el me lo confirmó —.
Mayre cayó en cuenta que nada de su matrimonio era como lo había deseado; si bien había abandona las canciones y cuentos de caballeros y damas de su imaginación hace tiempo si tenía ciertas expectativas sobre su matrimonio, ninguna de ellas incluía un Lannister.
El silencio que se formó al ver la mirada  desubicada en Belle fue suficiente para preguntar otra cosa.
—¿Ya arreglaste lo de tu vestido? —Gerda sobo los hombros de Mayrebelle atrayendo su atención.
—No, eso lo arreglara una de mis doncellas —explicó Algood.
Morwen se acercó a la futura Lannister y con una voz baja y mirando para todos lados preguntó —¿Qué hay de Sandor? ¿El lo sabe?—.
Mayrebelle se sintió mareada, el corazón le empezó a latir con tanta fuerza que hubiera jurado que se le descompuso y sus ojos se abrieron tan grandes como se podía. Ya había pensando en eso, no eran pocos los que sabían sobre ella y Sandor, no eran pocos los que los vieron juntos y eso incluía al rey.
—No lo sé —. Eso fue todo lo que dijo Mayrebelle antes de pararse e irse.
Morwen y Gerda la vieron desaparecer de sus vistas.

—¿Qué tal si cambia la información? —Gerda temblaba de pies a cabeza.
—No lo hará. —Morwen siguió caminando decidida.
—¿Y si Lord Tywin que ya no se casara con Mayrebelle? —Susurró la más alta.
—No lo hará.
—¿Y si incluso matan a Mayrebelle? —Gerda sintió una necesidad estúpida de comerse sus uñas —O peor, a toda su familia —.
Después de que Gerda dijera esto, Morwen tomó del cuello de su vestido a su acompañante y la acercó hacia ella.
—No lo hará ¿Puedes confiar en mí una sola vez? —
Gerda asintió levemente, todavía con la preocupación visible en su cara.
Las puertas de la habitación que buscaban Morwen y Gerda se abrieron.

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