VII

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—Varys— susurro Mayrebelle
—Pequeña rosa— saludo el amo de espías
—¿Has sabido algo sobre...?— preguntó la dulce joven
—No aun, no he sabido nada sobre Sandor— respondió Varys a lo que Mayrebelle puso inmediatamente una cara triste y desconsolada
—A mi parecer te mereces algo mejor que ese bruto— mencionó Varys tratando de ayudar a su pajarito
—Lo amo, Varys— pronunció con tristeza la pelirroja. Después de despedirse se fue a las cocinas donde encontraría la comida de su nuevo amo, Tywin Lannister.
Pará el desayuno era pato asado con nabos y té de Dorne. El viejo león se la pasaba gran parte de su día en sus aposentos o en el consejo privado, casi nunca bajaba a los comedores con su familia, por eso necesitaba de alguien especial que le sirviera para que le trajera de comer, mantuviera orden en su habitación, vaciara su orinal y le prendiera la chimenea cuando necesitará del calor. Todas esas pequeñeces que se tendría que ocupar alguien como Mayrebelle.
—Buenos días, mi señor— saludo con cortesía Mayrebelle, el miedo corría por sus venas pero su carita hermosa podía esconder cualquier sentimiento
—Apaga las velas— ordenó el poderoso señor y Mayrebelle se apresuró a obedecer.
El día con Tywin Lannister era mucho mejor que con Cercei, más calmado y con menos reclamos. Cuando estaba la joven limpiando el suelo ella pudo sentir la mirada fuerte del león, como si fuera un instinto ella volteo sin pensarlo muy bien a verificar si lo que sentía era cierto, y así fue, Lannister la miraba, como si estuviera tomando un descanso de sus deberes para contemplar a la belleza de cabellos como rosas rojas, como si verla fuera un placer, un gusto, que el se estaba dando. Mayrebelle inmediatamente apartó la mirada y siguió fregando el piso, sin saber porqué Tywin la miraba tan fijamente.

—Chica— dijo el gran señor y Mayrebelle se acercó hasta donde el —¿Cuál es tu nombre?— preguntó el lord con su voz fuerte
—Me llamó Mayrebelle, mi señor— respondió la bella joven
—Eres hija de Garvin Algood, ¿no es así?— preguntó el señor nuevamente y Mayrebelle sólo asintió —¿Quién es tu madre?— cuestionó el mayor
—Lady Judithe Fossoway de las manzanas rojas, mi señor— contestó
—Eso explica tu cabello rojo— mencionó Tywin mientras asentía levemente —Muy bien, Mayrebelle Algood, hija de Garvin Algood y Judithe Fossoway de las manzanas rojas, ya que te gusta tanto leer necesito que me consigas un libro— ordeno Tywin
—Lo que usted me pida, mi señor— contestó Mayrebelle obediente y Tywin esbozo una sonrisa por la respuesta de la belleza del oeste
—Necesito las crónicas sobre la guerra de los reyes nuevepeniques— indicó Tywin
—Oh— exclamó Mayrebelle quién no conocía del todo bien esa historia y tenía sed de conocimiento —Con gusto, mi señor— dijo con una sonrisa espléndida y se retiro con velocidad para buscar al maestre Pycelle, quien seguramente tendría el libro.

—Maestre Pycelle— saludo la rosa roja al anciano
—¡Vaya, que sorpresa! Una jovencita hermosa llama a mi puerta— comentó el viejo sonriendo de oreja a oreja al ver la belleza que se encontraba enfrente de él
—Necesito un libro, Lord Tywin me mando por el— dijo cortante Mayrebelle, Pycell tenía fama de desear y molestar a las jóvenes bellas
—Oh, Lord Tywin— contestó el anciano —¿Qué es lo que necesita lord Tywin?— preguntó con curiosidad el maestre
—Las crónicas sobre la guerra de los reyes nuevepeniques— indicó Mayrebelle y Pycell asintió y corrió con la fuerza que le quedaba hacia un estante donde bajó el libro y regresó para dárselo a la pelirroja
—Yo mismo escribí este tomo— explicó el anciano mientras se lo daba a Mayrebelle —Cualquier cosa que necesite lord Tywin o usted estaré disponible— sugirió con una sonrisa el maestre
—Gracias— dijo Mayrebelle y solo dio la vuelta.

De camino a los aposentos de Tywin no dejaba de sonreír al ver el libro que tenía en sus manos, no se percató de que estaba cerca del rey Joffrey hasta que escucho los pesados pasos de la guardia real
—Pero que tenemos aquí— mencionó Joffrey sonriendo mientras se acercaba a la pelirroja
—Su alteza— dijo Mayrebelle al mismo tiempo que hacía una referencia
—Es la amada del perro desertor, Lady Mayrebelle— indicó a la guardia real Joffrey —Dime, ¿Por qué no te llevo con el? ¿Acaso se aburrió de ti?— preguntó Joffrey
—Probablemente— respondió débilmente Mayrebelle intentando esconder la tristeza que había en su mirada, Joffrey la miró de arriba a abajo y sonrió lujuriosamente mientras se acercaba a Mayrebelle
—Yo podría darle muchos usos a mi lady— mencionó Joffrey viendo el escote de la doncella, Mayrebelle sólo miró al suelo maldiciendo en silencio al niño, Joffrey se molesto por no poder ver el miedo en el rostro de quien le hablaba y jalo del pelo a Mayrebelle para ajustar su rostro al de él
—Mira a tu rey cuando te habla— ordenó el rubio y Mayrebelle solo le dedico una mirada furiosa. Los pequeños pasos del tío del rey, Tyrion fue lo que salvo a la doncella
—¿Qué está sucediendo ahora?— preguntó con autoridad el enano
—Solo hablaba con Lady Mayrebelle— indicó Joffrey —Ya puede retirarse—ordenó Joffrey a la pelirroja y la chica sólo asintió mientras le dedicaba una mirada de agradecimiento al diablillo.

Finalmente llegó a las habitaciones de lord Tywin muchísimo más relajada de lo que estaba hace unos segundos. Tocó la puerta y el gran señor le indico que entrará
—Perdón por la tardanza, mi señor— se disculpo la pelirroja
—¿Dónde habías estado, chica?— preguntó el Lannister mientras leía una carta
—Me encontré con su majestad de camino— indicó la doncella a lo que Tywin no emitió ningún sonido, ni siquiera la miró. Ella espero unos segundos, mirándolo con sus ojos azul mar
—¿Dónde dejó el libro, mi señor?— preguntó con su voz dulce
—Quédatelo y dámelo hasta que lo termines— indicó Tywin
—¿Disculpe?— preguntó Mayrebelle confundía, Tywin sacó su vista un momento de la carta para dedicarle una mirada a la joven
—Lee el libro y cuando lo termines entrégamelo— explicó nuevamente desgastado por la pregunta
—Claro que sí, mi señor— exclamó Mayrebelle, no podía evitar sonreír, la felicidad le rebosaba
—Ve por mí cena y no te tardes, luego puedes retirarte— ordeno Tywin y Mayrebelle solo sonrió, dejo el libro en una mesita y corrió hacia las cocinas.
Después de entregarle su cena a Tywin pudo irse a su habitación y leer un poco, tratar de quitar la imagen de Sandor en su cabeza, que parecía casi imposible, pero cada página la hacía meterse más y más en la historia hasta que volteo a ver una esquina de su habitación, solo quería despegarse del libro un instante para descansar pero se encontró con una corona de flores viejas y secas, ya casi no quedaba nada de la hermosura del adorno que ella había hecho con sus propias manos para Sandor Clegane. Una analogía de su amor pasó por la cabeza de Mayrebelle, como la corona como viva representacion de este sentimiento que poco a poco iba desapareciendo. Nunca fue una poeta pero quiso intentar representar y deja de un lado todo ese amor, corrió por hojas y una pluma que tenía guardadas por ahí y empezó a escribir. Escribiría hasta sacarlo todo, hasta que sus manos se casaran y su mente se agobiara por el recuerdo del que una vez amo con todas sus fuerzas.

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