33. La azotea de MidTown

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"GIA"
La comida fue mejor de lo que me esperaba. Mi madre cogió carrerilla al principio, pero después se tranquilizó al igual que mi padre. Blake y Connor se comportaron igual que siempre. Me gustó que Nathan conociera a mi familia, me gustó abrirle esas puertas que siempre mantenía cerradas y alejadas de la gente.
-¿Te gusta la ensalada?-Le pregunté.
-Sí, la lasaña de tu madre me ha llenado.-Respondió.-Aunque estaba buenísima.
Me reí y empecé a coger los ingredientes para aliñar la lechuga.
-¿Y Maya?-Preguntó mientras que ojeaba la cocina por encima.
-No está, tenía...-Me quedé pensando por un momento.-Tenía una reunión con su editorial pero me avisó de que no vendría a cenar.
-¿Y de Salena sabes algo?
-No, nada.
Hice una mueca de tristeza al oír su nombre. Hacía días que no hablaba con ella.
-¿Tú me dijiste qué salías a correr, no?-Se acercó a mí, y apoyó sus dos manos en mis hombros, apretándolos un poco. Sabía que había notado mi cambio de humor al nombrar a Salena.-Es que quiero estrenar la gorra que me regalaste.
-Sí, suelo correr una hora o así.
-Pues mañana veré si es verdad o es mentira.-Dijo burlón.
-No me vas aguantar el ritmo.-Le seguí la broma.
-En mi instituto hacía atletismo.-Mencionó, orgulloso.
-Ajá...-Puse mi mirada blanco.
De repente, su teléfono empezó a sonar. Miró la pantalla durante unos segundos, hasta que decidió cogerlo.
-¿Oui?
Dejé de cortar la zanahoria para intentar descifrar quién era la persona que le llamaba. Era una mujer.
Dijo varias frases en francés, demasiado rápidas para poder traducir. No duró ni cinco minutos la llamada. Y yo, tampoco duré mucho en aguantarme las ganas de preguntarle quien era.
-¿Quién era?
-Mi madre.
Por una parte, sentí un alivio enorme pero por la otra, miles de dudas acerca de sus padres me empezaron a llenar la cabeza.
-¿Cómo se llama tu madre?-Le miré.-Nunca me has hablado de tu familia.
-Se llama Emma. Tampoco es un tema interesante.
-¿Y tu padre?
-Richard.
-¿Viven separados?
-Sí, por el trabajo.
-¿Q-Qué te ha dicho?-Me arrepentí nada más decirlo. Mis impulsos de saber qué era me ganaron.
-Mi padre y mi madre van a venir la semana que viene a ver las nuevas oficinas, solo será un día.-Frunció el ceño.
-¿No te alegras?
-Me da igual, sé apañármelas solo.
-Ya bueno...
Una parte de mí quería que me invitara a conocerlos, al igual que yo acababa de hacer. Me llevé un poco de desilusión al oír sequedad en sus palabras. No quería forzarle ni nada por el estilo. Eché un pequeño suspiró e intenté borrar aquella desilusión.
-¿Te ayudo?-Me cortó.
Cambió de tema. No quise indagar más. Con esa conversación y aquellas respuestas secas que me dio, pude deducir con facilidad que la relación con sus padres no era como la mía.

Cenamos tranquilamente, hablando de todo un poco. Después, él se fue a dar una ducha y yo me quedé recogiendo la cocina. Al entrar en mi habitación le vi tumbado en la cama, con las manos apoyadas en su nuca. Me quité la ropa y me puse una camiseta ancha para dormir. Pude notar su mirada clavada en mí aún estando de espaldas a él.
-Me gusta tu habitación.-Dijo mirando de frente.-Es menos fría que la mía.
Hice una mueca y me apoyé en el cabecero de la cama, tumbada.
-Sé que quieres conocer a mis padres.-Soltó de repente.
Empecé a hundirme entre las sábanas. No quería escuchar la excusa que vendría ahora.
-Ellos...Ellos no son como tus padres, ni mucho menos.-Resopló.
-Nathan...Da igual, no pasa nada.-Dije, sin intentar darle mucha importancia.
-¿Quieres conocerlos, verdad?
-Nathan...Da...
-¿Quieres?-Insistió.
-Sí.-Musité.
-El Sábado que viene es la inauguración, ven.
-¿Seguro qué quieres que vaya?-Pregunté dudosa.
-Los que no quiero que vengan son mis padres, pero tú sí.
Me volví a incorporar a su lado y le miré. Miré lentamente aquellos mechones rizados que le caían por la frente, su mirada clamada y sus labios entreabiertos. Su pecho subía y bajaba suavemente. Y sin esperármelo, se volvió hacía mí, esperó unos segundos, y me besó. Envolví su cuello con mis brazos, y le seguí el beso.

La última noche fue un paso más para nuestra relación, y si le sumamos a eso la presentación de mis padres... Estábamos avanzando rápido, mucho, y a medida que subíamos un escalón más, mi miedo por caerme crecía.

Espérame en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora