"GIA"
Eché una mirada rápida a Nathan. Estaba pálido. ¿Había dejado de respirar?
El mundo se me vino encima en cuanto pronuncié esas dos palabras. Ahora todo real. Yo misma lo había hecho real. Yo lo había afirmado. Cerré los ojos por un segundo, y no sé cómo pasó, que acabé en los brazos de Nathan."NATHAN"
La cogí en cuanto vi que se caía. Oí en mi pecho cómo gimoteaba.
No podía estar pasando. No se podía ir ahora. Todo estaba yendo bien. Lo estaba haciendo bien, ¿no?
-¿Es por mí?-La separé un poco para poder mirarla a los ojos.Ahora sus ojos eran como un océano gris y agitado, por culpa de una tormenta.
No dijo nada. Solo negó con la cabeza y volvió a hundir la cabeza en mi pecho.
-Lo siento.-Murmuró unos segundos más tarde.-Lo siento.
-Gia, ¿qué ha pasado?
-Es mi culpa.-Levantó una mano, la cerro a modo de puño y se empezó a dar en la cabeza. Estaba frustrada.
-Gia, sea lo que sea, no es tu culpa.
-Sí, soy una egoísta.-La paré el mano al ver que empezaba a darse más fuerte.-Una egocéntrica.
-Gia...-Me senté en mi silla y la coloqué a ella en el borde de mi mesa.-Cuéntamelo.
-La he cagado.
-¿Qué ha pasado?
-Salena, su novio...-Solo dijo esas dos palabras.
-¿Han cortado?
-Casi.
-¿Por qué?
-Por mi culpa.
-Ey.-Cogí su cara con mi mano y la obligué a mirarme.-No tienes la culpa. Sea lo que sea, tú no tienes la culpa."GIA"
Le conté todo la pelea, el enfado...todo. Él solo me escuchaba, y de vez en cuando, asentía y me cogía de la mano.
-Esto que tenemos...Sea lo que sea. Hay que pararlo.-Me solté de su mano.
-Gia...-Vi como en sus ojos, una flor se empezaba a marchitar.-No hagas esto. Tú no eres un objeto, no eres mi juguete.
-Nathan...
-Gia, tú eres la chica que me has sabido dar todo lo que me faltaba. Tú y tus ojos, tu forma de ver las cosas, de ver la vida. Eres esa chispa que tanto tiempo he estado buscando.-Se acercó a mí.-No voy a dejar que esto acabe así. Porqué que tú no quieres que esto terminé. Lo sé.Razón no le faltaba. Claro que no quería un fin. Y menos un final así. Por supuesto que quería intentarlo con él, quería de verdad. Pero había demasiadas opiniones de por medio, demasiados contras...
-Nos vamos hacer daño.-Avisé.
Esa fue la primera vez que le avisé. No sé ni cómo ni porqué, pero lo supe. Porque a veces el amor no es tan fácil y simple como lo pintan. A veces el amor también tiene sus imperfecciones.
-Me da igual.-Se levantó y me rodeó con sus brazos.-Rómpeme todo lo que quieras pero no te vayas. Y menos así.
No pude evitarlo. Le besé y él también lo hizo. Un beso que supo dolor, y ya no solo porque pude sentir como una lágrima se intercaló en nuestro beso. Era un beso que gritaba, que suplicaba...que sabía a todas esas miradas, momentos y risas. Que sabía a recuerdos.
-Tengo que irme.-Volví a decir.-Te prometo que en cuanto arregle todo, volveré.
Me bajé de la mesa. Y di unos largos pasos hasta llegar a la puerta.
¿Sería esta nuestra última vez?
-Espérame.-Alcé la vista y le miré.-Espérame en...en París, ¿vale?
Él solo asintió. Y yo intenté poner toda mi sinceridad en aquellas palabras. Juro que lo intenté."NATHAN"
En cuanto salió por la puerta, me desplomé en mi silla. Miles de dudas e interrogantes me asaltaron.
Me relamí los labios, intentando volver a sentir los suyos.
¿La quería? Sí.
No me iba a quedar de brazos cruzados. No iba a esperarla."GIA"
En el taxi de vuelta compré unos billetes para mí y para Maya, a las 00:35 salía nuestro vuelo. Todo estaba yendo como tenía que ir. Suspiré hondo antes de entrar a la suit. No había comido nada, pero tampoco tenía mucho apetito. Eran las 15:45 de la tarde.
-¿Salena?¿Maya?-Pregunté antes de entrar a su habitación.
-Pasa.
Salena estaba terminando de cerrar la maleta. Maya estaba en el baño, supongo que recogiendo algunas cosas.
-Salena, siento por haberme puesto así.-Me disculpé.-Si te vas tú, Maya y yo también. He comprado unos billetes de vuelta para las 00:35 de la noche.
-Gracias Gia.-Me pilló de sorpresa aquel abrazo.-Yo ya he terminado casi mi maleta. Os ayudo a ti y a Maya.Hizo como si nada de lo que había dicho hubiese pasado. Borró aquellas palabras, que con tanto odio y frustración, salieron de su boca directas hacia a mí, como balas. Así era Salena. Ella siempre por delante de los demás, menos Harry, claro.
-Bien.-Dijo Maya.-Vamos hacer las maletas. Salena, todavía te quedan algunas cosas del baño, guárdalas y después nos ayudas.
-¡Vale!-Dijo entusiasmada.Fui hacia mi habitación y me sobresalté al ver que Maya me había seguido.
-Gia, ¿y Nathan?-Preguntó algo preocupada.
Esas seis letras empezaban a doler. Y más cuando las decía alguien que no fuera mi cabeza, que no fuera yo.
-He terminado.-Aseguré.-Era lo mejor. Demasiados hilo sueltos como para empezar un ovillo nuevo.
-Entiendo.-Me abrazó.-Lo siento, pero hay que saber priorizar.¿Saber priorizar? Enserio, enserio lo importante de todo esto era Salena. Entiendo que estuviese preocupada por su relación, pero fue ella quien lo jodió subiendo eso. Existen otras cosas aparte de ella y Harry. Existe mi cumpleaños, existo yo.
Hicimos las maletas en una hora y media o así. Salena no iba en el mismo vuelo que nosotras pero decidimos ir con ella y quedarnos en el aeropuerto hasta que nos tocará embarcar. Bajamos a recepción a dar los papeles y a pagar la otra parte de dinero que todavía no habíamos dado.
-Voy a por unos cafés a donde Adrienne.-Anunció Maya."MAYA"
Toda esta situación me sobrepasaba. Odiaba los enfados entre Salena y Gia. Odiaba escuchar todas esas frases que ambas se lanzaban con desprecio, como si fueran unas completas desconocidas que a la vez lo sabían todo una de otra. Porque las dos iban a hacerse daño a propósito, sacaban todas las debilidades de la otra para usarlas como arma. Y después, una de ellas esperaba a que viniese la otra pidiendo perdón e hicieran borrón y cuenta nueva. Fingiendo que aquellas palabras nunca se habían dicho. Y mientras yo, sin saberme de que lado ponerme, sin poder defender a una porque sino la otra pensaba que iba también contra ella. Sin poder tener opinión propia. Nunca me escuchaban, nunca se percataban si yo, que estaba en medio de todas sus mierdas, estaba bien. Y aunque a veces me daban ganas de abandonarlas e irme sin más, mi cabeza o más bien, mi corazón, me decía que no, que eran mis amigas. No eran perfectas pero eran las de siempre, con las que había compartido más de la mitad de mi vida, con las que siempre iba a estar porque siempre iba a ser así.Vi a Adrienne al otro lado de la barra. Esta vez llevaba el pelo recogido en una trenza, pude ver como los mechones se le pegaban a la cara por culpa de ese molesto sudor.
-¡Hola!
-¡Bonjour Maya!-Me sonrió.-¿Qué te sirvo?
-Un machiatto, un café poco cargado, con leche y hielo y un café solo con hielo.-Le pedí.
-Oui. Perfecto.-Me echó otra sonrisa y empezó a prepararlos.Al cabo de unos minutos, ya tenía en las manos los tres cafés. Pero antes de salir, tenía que despedirme. Me había caído muy bien, tenía su encanto. Y esa sonrisa tan sincera y tan energética...era como el subidón que te da un shot de nespresso.
-¿Puedes salir un momento de la barra?-Pregunte tímidamente.-Quería despedirme de ti.
-¿Despedirte?-Repitió confusa. Salió de la barra de inmediato, e hizo una señal a su compañero para que la cubriese un momento.
-Sí, nos vamos ya.-Anuncie.-Hemos tenido unos cuantos contratiempos y tenemos que volver ya.
-¡Oh no!-Dijo apenada.-Eso es horrible. Lo siento, creí que todavía os quedaban un par de días.
-Ya...-Susurré. Yo también lo creía.
-Espera.-Se limpió las manos en su delantal y sacó su móvil.-Dime tu número.No me esperaba para nada esa petición. Me quedé muda los primeros segundos, hasta que reaccioné y se lo di. Ella también me dio el suyo.
-Mándame un mensaje cuando lleguéis.-Me ordenó.-Y bueno, si quieres hablar o te aburres.... Hazlo también.
-G-Gracias.-Tartamudeé.
Las dos nos abrazamos y un pequeño escalofrío me recorrió el cuerpo al notar su respiración detrás de mi oreja. Ya era la segunda vez que me pasaba...que me pasaba con ella.
-Me ha encantado conocerte Adrienne.-Pronuncié.
-A mí también, echaré de menos veros por aquí y seguro que Gabriel y Nathan también.-Aseguró.Cogí los cafés de la mesa donde los había dejado para darme aquel abrazo y salí del café. Ahora sí que era el adiós definitivo. A saber cuando volvería a pisar este café, estas calles... Suspiré con anhelo y con frustración a la vez, por irme de esta manera. De una manera tan infantil y egocéntrica por parte de mis dos amigas. Pero ya daba igual, yo no había dicho nada para oponerme a sus decisiones. Yo solo era un peón en el tablero de Gia y Salena. Ni blanco ni negro, si no, de ambas.
ESTÁS LEYENDO
Espérame en París
Genç KurguEse primer amor, esa pérdida en 12 segundos, esas promesas que actúan como mentiras, y ese dolor clavado en el pecho desde hace tiempo... Esas son las vidas de Gia y Nathan, quienes encontrarán, por casualidad, un amor distinto al que siempre han te...