Capítulo 3

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Existen diferentes maneras de conseguir un dolor de cabeza. Yo lo obtuve de la manera más humillante posible, llorando desconsoladamente en las escaleras del pórtico de la casa de mi mejor amigo. No sabía a dónde más ir, no quería regresar a casa, ya no había nada en aquel lugar que guardará un poco de la cordura que perdí intentando no perderla.

Y es que existen diferentes razones para derramar tus lágrimas como lluvia de primavera. La mía se debía a un corazón roto y parecía que el tiempo que me tomaría repararlo era el mismo que necesitaría para contar las estrellas. ¿Cómo recoges las piezas si no eres capaz de mantenerlas unidas de cualquier forma? También existen diferentes motivos para quebrantar un corazón expuesto. El mío tiene nombre y apellido.

Zayn Malik.

Zayn, como la manzana de la discordia envuelta en cuero. Como un choque de opuestos entre lo debido y lo prohibido. Como la dulzura de un chocolate blanco y la amargura de un café negro. Como la ilusión de una nueva aventura y el terror a lo desconocido. Como largas pestañas y acento marcado. Como la persona que alguna vez salvo mi vida y hoy solo la condena.

Sorbí mi nariz y sequé mis ojos con las mangas de mi suéter, respiré profundamente varias veces para tratar de calmar los sollozos y las corrientes de agua que se estancaban una vez más dentro de mis cansados ojos. Los cerré con fuerza unos instantes antes de parpadear repetidas veces para disipar la humedad.

Cuando finalmente creí que estaba preparado para seguir adelante sin romperme de nuevo, me levanté y tomé el camino largo a casa para dejar que el gélido viento refrescara los ecos de mi cabeza.

Todo el camino sentí a alguien siguiendome, cabe mencionar la gran camioneta blanca sospechosa estacionada fuera de mi departamento. Era sencillo deducirlo, pero era mejor y menos doloroso ignorar lo que eso significaba.

Una vez el ascensor abrió sus puertas, me topé cara a cara con mi vecino, Calum. Respiré hondo y me adentre al lugar.

-¡Liam! No te había visto en días.- Exclamó palmeando mi hombro en una manera que suponía debía ser amistosa, pero era bruzca debido a la pesadez de su mano. -Seguro que Zayn te mantiene bien ocupado.

Fruncí el ceño ante la mención de aquel nombre, pero logré plasmar una sonrisa falsa cuando dejó de reír y volteó a mirarme más serio. Parecía ofendido, como si el hecho de estar fuera de su radar le molestara, porque claro, lo priva de saciarse de las exclusivas. Ese es el principal problema con Calum, parece más interesado en mi propia vida que yo mismo.

-Realmente me escondo cuando te veo cerca.- Admití provocando que estallará en otra carcajada. No era broma, sí lo hago.

-Joder, eres brillante.- Se limpió una lágrima falsa, un poco exagerado debo decir. Quisiera que mi voz sonara más ruda para que idiotas como este notarán el sarcasmo como parte de mi estrategia de mantenerlos alejados y no como un chiste para iluminar su humor. -Y, ¿qué harás este fin?- Se aclaró la garganta y miró hacia sus pies. -Quería saber si quisieras ayudarme a arreglar algunas cosas en mi pieza, no lo sé, incluso podríamos pedir algo de comer.

Volteó a mirarme y una clase de inseguridad se asentó en sus facciones cuando levanté una ceja.

-Claro, solo si quieres y no tienes planes con Zayn.- Abrí la boca para contestar, pero las puertas se abrieron, salvandome de tener que dar una respuesta que no tenía. Le dí una sonrisa apologética y salí apresurado, abrí torpemente mi puerta y me recargué en ella una vez estaba cerrada.

Miré alrededor sintiéndome más pesado al ver lo triste y monótono que era, tan vacío sin sus pertenencias y nuestros recuerdos. Todo el color fue drenado cuando él se marchó aquella última vez.

Red Dreams With Yellow Hints Donde viven las historias. Descúbrelo ahora