Minho lleva una vida tranquila, va a una buena universidad, es buen estudiante y siempre pasa buenos momentos con su mejor amigo, Han Jisung.
Sin embargo, cuando cinco niños aparecen en su casa llamándolo "papá" las cosas se descontrolan y su apasib...
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Bangchan era un niño valiente, decidido y muy fuerte, quizás no físicamente pero sí emocionalmente. Era muy parecido a su madre en ese sentido.
Cuando llegó al mundo sus padres apenas habían cumplido los veinticuatro años, aún no terminaban sus carreras y su relación recién había cumplido un año.
Lee Bangchan fue un milagro, una bendición para sus padres y una esperanza para una relación que se tambaleaba para salir adelante, y no, no sucedía esto porque sus padres no se quisieran, se amaban, pero su entorno no era el más adecuado para demostrar su amor.
— Son demasiado jóvenes e irresponsables— había dicho la madre de Minho por teléfono— Ni pienses que vamos a seguir apoyándote
Días después fue borrado de la familia Lee, pero eso a Minho no le importó, tenía al amor de su vida consigo y a un pequeño niño en camino.
Y salieron adelante, Minho y su madre lograron tener al pequeño Christopher y darle todo el amor que guardaban para él.
Bangchan era un niño feliz, sin embargo, cuando apenas iba a cumplir dos años de nacido una personita especial llegó a vivir con ellos, tenía golpecitos por todo el cuerpo y su cabello se notaba descolorido, como si hubiera experimentado muchas veces con él hasta darle ese raro color violeta.
Si bien su situación económica no era muy estable, su madre no dejó que se llevaran al pequeño pelivioleta, lo adoptaron y así fue como Seungmin, su hermano menor y mejor amigo, llegó a su vida.
— ¡Mami!— chillo Seungmin desesperado— ¡Shannie hyung no quiede dadme mi disdo!
El pequeño Bangchan salió corriendo con sus padres siguiéndolo y con las risas de Minnie de fondo, su vida era perfecta, amaba cada detalle de ella.
Entonces cuando creyó que nada podía mejorar cumplió tres años y como regalo recibió otro hermanito, esta vez se trataba de un niñito pecosito, de pequeños ojos y sonrisa dulce.
— ¿Mami, es un ángel?—
Felix tenía apenas un añito y estaba dormitando en los brazos de su nueva madre, lucía terriblemente adorable y todos estuvieron de acuerdo en que Felix era lo más bello que habían visto desde que conocieron a Seungmin.
Luego llegaron Hyunjin y Jeongin, ver a mami embarazada fue muy extraño, incluso soportar sus cambios de humor y sus gustos raros al cocinar resultó aterrador.
Es cierto que Seungmin era su mejor amigo, pero con Felix, con él todo era diferente, Bangchan no podía apartar su mirada del menor, necesitaba estar cerca de él para sonreír y su madre se dio cuenta.
— ¿Hyung, en qué piensas?— Felix le saca de sus pensamientos— ¿Estás bien?
Aunque no le dijeron nada a Jisung, ellos dos tenían la costumbre de dormir juntos, incluso compartían habitación en el futuro por lo cual no era tan extraño que hayan despertado juntos.
— Estoy bien, Lixie—
— Dijiste que quedias hablad conmigo, Channie
— ¿Yo dije eso?—
Si algo había aprendido de sus padres era a ser fuerte, a no desmoronarse, a mantener la calma y luchar hasta el último aliento.
— Si, Channie—
— Ya lo olvidé—
Tenía diez años pero no era tonto, ese quizás era el último día de su vida y no lo desaprovecharía estando en cama, a pesar de que la compañía de Felix era muy gratificante no podían quedarse ahí sin hacer nada.
¡Tenían que armar un plan!
— Vamos a salir un rato, Lixie—
— ¿A dónde?— preguntó adormilado— Mami se puede molestar si salimos sin su permiso
— ¿Confías en mí, Felix?—
— Sí, Channie— murmuró con una sonrisita— eres mi hyung preferido
— Entonces ve a cambiarte—
Bangchan sabía que se exponía a un gran castigo, quizás su padre le gritara un poco pero no podía evitar querer pasar un buen rato con su hermanito menor.
Se escabulleron de la casa y fueron al parque más cercano, se pasearon en cada juego y cuando la noche empezó a caer y Bangchan empezó a desaparecer, Felix empezó a llorar mientras abrazaba a su hermano favorito.
— Te amo, Channie— sollozo el menor— No me dejes tú también...
— También te amo, Lixie—
No fue un beso largo, ni siquiera un beso en el sentido de la palabra, solo un roce de labios...
Un inocente roce de labios entre un niño de diez años que desaparecía y un lloroso pequeño de ocho que no dejaba de sollozar...
