Capítulo 8

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Debía medir unos tres metros de altura. De cada una de sus inmensas patas brotaban cinco largas y afiladas garras. Su pelaje oscuro, erizado, contrastaba con el blanco de los afiladísimos colmillos que contenían sus desmeauradas fauces, abiertas de par en par mientras chorreaban viscosa saliva. Sus ojos azules, gélidos, escrutaban fijamente a Måy, quien hacía un gran esfuerzo por mantenerse en calma y evitar el contacto visual.
《No sudes, huelen el miedo.》le había dicho su padre, en una de sus escasas conversaciones acerca de los Sosoibar (a pesar de que Måy tenía terminalmente prohibido adentrse en el bosque, al hombre no le eran desconocidas la testarudez y curiosidad que caracterizaban a la hija) 《No corras, será lo último que hagas; y no grites, solo servirá para atraer a mas de ellos. Y si haces un movimiento, no vaciles: si les das la espalda, no te vuelvas de nuevo; lo tomarán como un desafío.》

Måy restó completamente inmóvil Durante unos segundos, mientras el gruñido del Sosoibar se intensificaba gradualmente. No se volvió para comprobar si Æ seguía con ella, o si había seguido el camino son percatarse de la ausencia de la chica. Cerró los ojos; deseando que la fiera no pudiese escuchar los frenéticos latidos de su corazón, tan sonoramente retumbantes en sus oídos; y se concentró en su propia respiración, inspirando profundamente y expirando con suavidad. Sin abrir los ojos en ningún momento; se arrodilló muy lentamente sobre la húmeda tierra, encogiéndose sobre si misma, hasta quedar hecha un ovillo en el suelo. Transcurrieron unos minutos eternos, tal vez horas, durante los cuales Måy no se movió ni un milímetro. El gruñido de la bestia se fue atenuando, hasta hacerse inaudible. Finalmente, May escuchó un par de gañidos aburridos y unos pasos pesados que se alejaban. Aun así, Måy esperó media hora más antes de osar levantarse; sacudiéndose los retos de nieve y tierra de la ropa. Para entonces, el sol ya se filtraba radiante entre el espeso follaje.

《Te has tomado tu tiempo.》

En busca de NoicåcūdĕDonde viven las historias. Descúbrelo ahora