La música sonaba a todo volumen, la gente no paraba de llegar al pequeño recinto donde nos encontrábamos bebiendo una copa. En un principio, la salida debía pintar tranquila ya que ambos estábamos ocupados al día siguiente y no queríamos coger un resacón. Las luces y el humo de mentiras me encandilaban los ojos y a medida que bebía la adrenalina crecía un poco más.
Los ojos de mi invitado se encendían a medida que daba unas caladas a la hookah que había ordenado. Como buena estudiante de miradas que soy, debo admitir que me resultaba muy difícil mantener el contacto con sus profundas cuencas avellana. Y en verdad, no había tratado antes con ninguna parecida, incluso los nervios me comían desde la mañana, antes de encontrarme con él. Sin embargo aquella sensación de nervios ya la había sentido años atrás... Y no había acabado nada bien.
Consulté mi móvil en una de las ocasiones en que trataba de evitarle la mirada y habían unos cuantos mensajes de J, sonreí, ya que pronto le vería. Le contesté con cariño y le envié una foto mía que me había sacado antes de salir de casa, a la que replicó casi al instante con un "te amo, cuídate." Es un hombre demasiado dulce. Y le quiero.
¿Estoy haciendo lo correcto?- pienso- Él no ha tenido problema con que salga antes. ¿Por qué me cuestiono todo esto entonces? Tampoco estoy haciendo algo malo...
Lo nuestro está acabado de todas formas...
-¿Todo bien?- pregunta Alex. Y pone una mano sobre mi muslo, siento su calor al instante y no puedo contener subir la mirada hacia su rostro.
-Perfecto- le sonrío para transmitirle confianza- Ya sabes, estaba hablando con...
-Okay- aparta la mano rápidamente, su acento americano se vuelve frío y tajante- ¿Le das?
Me tiende la pipa, mientras mantiene sus ojos clavados en los míos. Le doy una larga calada y dejo salir el denso humo de mi boca.
-¡Has aprendido rápido!- sus perlas blancas me demuestran que se ha olvidado de este pequeño momento incómodo.
-He estado mirándote hacerlo.- recogo los hombros en señal de modestia, orgullosa de mis logros.
Bebo un trago más de mi copa, que ya está a punto de acabarse, y me recuesto en su hombro. Me ha dejado un poco mareada y me entra un poco de sueño. Suelto una risita.
Alex es un niño, pero muy maduro a la vez. Es muy frío, pero de vez en cuando suelta cosas que son completamente cálidas. El hecho que sea italiano y americano al mismo tiempo creo que genera esta pequeña antítesis en él.
Le observo nuevamente, sin que él se de cuenta. Creerá que estoy dormida o algo así, porque entre el humo y los reflejos ámbar de las luces del techo puedo ver que coge el móvil para responder unos mensajes. Me encuentro confundida... ¿acaso es su ex?
-Te ha entrado sueño, ¿a que sí?- me mira un poco sorprendido. Noto mis mejillas arder inmediatamente.
Dios, espero que no se haya percatado de esta indiscreción.
-Un poco.- titubeo incorporándome a una posición recta.
-Trato de seguir en contacto con ella de vez en cuando.- baja la mirada. Mierda, ¿por qué soy tan cotilla? -Sigo esperando su mensaje, aunque conteste luego de tres días o semanas. Creo que el hecho de que haya sido la primera persona a la que conocí estando aquí hace que sea muy difícil perder la comunicación. Pero ya han pasado unos meses...
-Está bien, te comprendo.
Y la verdad que sí, lo comprendía.
El primer amor estando lejos de casa no es fácil de olvidar y vaya que yo sé muy bien lo que se siente. Más aún cuando es poco correspondido. Te encandila, te llena de ilusión, te derrite y te rompe el corazón. Y todo puede ocurrir en cuestión de meses. Saber esta pequeña intimidad me hizo sentir una extraña calidez en mi interior, por fin una cronología compartida... con unos cuantos años de diferencia.
Continuamos nuestra velada charlando de todo, de la visión de la vida, familia, viajes, momentos importantes, hasta que llegó un punto donde estábamos un poco más subidos de alcohol y humo. Reímos a carcajadas luego de contarnos las experiencias más turbias, al fin y al cabo, estábamos los dos allí sentados, fumando una pipa, tras todo lo ocurrido. Vuelvo mi mirada hacia la suya, es irremediable el brillo, el ligero color tornasolado que coge al toparse conmigo.
Las risas se detienen, el humo se disipa lentamente y la visión se vuelve más clara. Ambos sonreímos.
-Así que... ¿esto es una cita?
Esa pregunta me deja totalmente perpleja... ¿qué hago?
No hasta hace unas horas le contaba una de las relaciones más duras por las que había pasado, hasta el punto en el que las lágrimas estaban a un milímetro de verterse a cántaros por mis mejillas. Él se había abierto conmigo, de una manera mucho más concisa, aunque le notaba cierto dolor. Así también, hace unas horas me dejé llevar, dejé que me tomara del brazo al andar, sentir el tacto de sus manos con las mías, se intercambiaron abrazos, aunque en mi defensa, el clima se estaba poniendo muy fresco y yo solo llevaba un vestido con leotardos...
Venga ya, qué excusa más tonta, ¿no?
¿Qué buscaba generar con esa pregunta? Él mismo había afirmado que buscaba solo compañía, alguien con quien compartir buenos momentos, una amistad. Me limité a decir que no buscaba absolutamente nada, de igual forma, una simple amistad. Estos años en soledad fueron muy duros para mí. Ya no quería estar así y Alex estaba en la misma situación que yo, solo que a un nivel mucho más profundo.
Su vida estaba repartida en diferentes países, diferentes continentes, husos horarios, culturas, hogares y el estar quieto por tanto tiempo sin sus relativos hace que empiece a buscar el calor de lo que le pertenece, pero que no puede tener.
Y yo... bueno, J y yo habíamos dejado ya el asunto prácticamente zampado. Lo nuestro era imposible ahora mismo. Y ya he llorado mares, tratando de entender qué es lo maquiavélico en dos personas que se aman. Hasta hoy no puedo entenderlo y simplemente es algo que quedará frustrado por mucho tiempo. Una herida que tardará en sanar. Lo he aceptado, sí. He dejado de llorar ya hace algunos meses para pasar a un estado de simple existencia, a vivir lo que queda de esta llama que se apaga lentamente con el paso inexorable del tiempo. Y con esto, me doy cuenta de lo mucho, mucho que todavía le sigo queriendo. Y le querré.
-No lo sé. - respondo, me toma de la mano... Oh no.
-Me lo he pasado increíble, Gabriela. -su voz se torna grave, un poco nerviosa. Bajo la mirada, me invaden pensamientos culposos como bombas.
-¿Tú quieres que esto sea una cita?- murmuro.
Alex se queda en silencio, no le miro. Fijo la mirada en los increíbles artesonados del techo del local, finamente tallados en madera e iluminados por unas lámparas de cristales tintados árabes preciosas. Aspiro el aroma del incienso. Sigo sin notar respuesta alguna.
-Deberíamos ir para la estación.-contesta cabizbajo. Asiento y le dedico una sonrisita.
-Claro.