Por las noches he estado pensando bastante. La luna, con su compañía, me fastidia, es casi muy eterna para mi gusto, sin embargo, agradezco que se asome por ahí de vez en cuando para observar mi lamento. Mi lamento que está condenado por el exceso de meditación. Y aunque quisiera poder hacer otras cosas, esto es lo único que me sobra, por el momento. Es quizás algo demasiado peligroso para un ser humano, el estar aislados por tanto tiempo.
Yo no sé hasta qué punto puede llegar un individuo a conocerse, aunque yo cada día me siento más alejada de mi misma, de mi antiguo yo. Estoy viéndola correr, en la dirección contraria a la que estoy yendo, casi aferrándose a una vida que no pudo ser. Intentando ser rebelde y rebuscona, sucia y medio apañándoselas para no dejar a sus torpes pies tropezarse. Ella tiene miedo a que me burle, si cae, sí y por eso está corriendo.
Lo que no sabe es que más allá solo encontrará un agujero vacío, oscuro o blanco, no lo sé. No lo sé, porque ya no soy yo quien está timoneando la vida de aquella chiquilla. Por la suerte que tiene estará oscuro y solitario. Todo lo que creía conocido no es, ahora, más que un lóbrego pasillo de recuerdos rotos. Y como nadie ha cuidado de él, estará desaliñado, con cristales rotos y paredes mugrientas.
Al contrario, de estar equivocándome, capaz y llegue a encontrar esa paz que tanto anhela, pero que siempre se le reniega. No le vería mucho sentido. Sufriría de ambas formas.
Lo incierto y preocupante del momento es a dónde voy yo. Para ella solo tenía dos opciones, el blanco y el negro. Para mí, en cambio, tengo tanta tragedia como prosperidad, en infinitas proporciones. Y lo peor de todo es que estoy en el punto neutro, en el que en mi vida deja de existir emoción alguna y el cinismo hace mella, de vez en cuando, en mi achicharrada mente. La dureza, que ella nunca había tenido, hoy es quizás algo muy mío. El no dejar pasar a nadie, las rejas que alzo alrededor, para que ninguno se atreva a herir lo que más quiero. Pero es tan irónico lo que piense yo ahora, la siguiente ella se encontrará riéndose como una maniática de esta actitud.
Aunque quizás sea certero en cierta parte, todo esto no es más que una performance, y en realidad también existen en este mismo instante otras ellas dentro de mí que necesitan abrir las verjas y fluir, fluir de la manera más perversa y alocada, pero también de forma tierna y frágil.
Estoy segura que hay días en que lo hacen, ante alguna mirada desafiante, ante una sonrisa boba o un par de manos cálidas. O incluso, ante el eco de aquel pasado prometedor.
Luego lo olvido, continúo.