Hace un tiempo vengo levantándome en sitios desconocidos. Estos sitios me abruman, me excitan, me causan una extraña desesperación que me gusta, pero a la vez me aterra. Toda esta travesía ha empezado ya hace bastante, el recurso del sueño para mí se ha vuelto prescindible y me dedico a mirar, quizás a veces con malos ojos, quizá a veces con entusiasmo... es más una cuestión de azar que de predisposición. Descubro, siento y toco con las manos y el corazón todo esto que es nuevo y me envuelve el olor a sal, a cálido, a fresco.
Me he encontrado con miradas buenas, miradas sucias, miradas con malas intenciones. Los ojos, a mi parecer nos dicen tanto sobre alguien como tener un diario de ellos puesto en frente, abierto, enseñando hasta su más profunda debilidad. Las arrugas o no arrugas, las moradas bolsas, el color, la dilatación de las pupilas, el brillo. Sabes si ha reído mucho por la bondad que expresa, si el día no le ha ido bien, está perdida. Me parece increíble hasta como el ánimo se refleja en este órgano del ser humano, tan misterioso como exótico, bello, tan diferente en cada uno de nosotros. Me aventuro a tratar de entenderlos, aunque con cierta timidez, por no querer ser invasiva, por no querer mirar donde no debo e hincar en sitios que duelan y más que nada por miedo... porque el mayor terror que se siente es cuando toca encarar esa faceta ajena a nuestro conocimiento.
He encontrado, no hace mucho, un par que me parece muy peculiar y lo voy a describir.
Para empezar, el iris está compuesto por una endulzante mezcla de miel, olivo y ámbar. Nunca creí que podría existir un punto de fusión tan perfectamente equilibrado entre estos tres componentes, pero al parecer es tan posible como para hacerme querer hablar sobre ello. Siento el sabor, dulce, pero no con la finalidad de saturarte de azúcar sino con la de dejarte sentir ese asomo leve de amargura. Cuando nos enfrentamos, en largas sesiones, me zambullo en ellos, y puedo ver perfectamente lo complicada que es su vida, o más bien lo complicada que trata de hacerla ver. La profundidad con la que sus pupilas penetran en las mías es atroz. Extremadamente sexual, atrevida, directa, con un efecto líquido instantáneo. Se ríe, y el sonido acompaña perfectamente al resplandor que llego a apreciar y a las arruguitas que se le forman a los laterales de una manera tierna, angelical y canalla, la antonimia es también concebible en este determinado individuo, digamos, una especie rara.
Por otro lado, a pesar del corto tiempo que llevo en su estudio, en la intimidad me ha dejado ver lo débil que es, lo difícil que le resulta liberarse de todas esas cadenas de procedencia extraña, me gustaría poder saber qué esconde tras esa incapacidad de expresión, o si es algo típico de esta parte del mundo... yo no soy más que una forastera, inculta, sosa, estudiante de miradas buenas, sucias y mal intencionadas. Trato de hallar formas, hago aproximaciones, nada funciona. No lo sé.
Mientras camino, el viento frío sopla en mi rostro y a cada segundo dejo caer lo que solía ser. Eso es bueno. Bueno pero turbulento, tantos saltos de aquí para allá me hacen sentir que no podré hacerlo, que no podré lograr nada o que si lo hago que la vida seguirá haciéndome padecer todos los males posibles. El sufrimiento es consecuencia de poseer la capacidad para entender las cosas, lo acepto, lo prefiero así. Cambiar también conlleva sufrimiento.
Aunque le miro, ah sí, le miro y me abraza, le puedo palpar, con una calidez tan cercana pero siempre distante, retraída. Le miro y siento que en sus ojos hay lugar para mí, que quizás solo no lo tengamos claro, que seguro nunca lo tendremos, pero le pertenezco, le pertenezco tanto que me duele admitirlo, me duele porque no me lo esperaba, no me esperaba volver a sentir tan libremente como lo hago, vuelvo a volar, vuelvo a tener dieciséis años y me encuentro escribiendo una carta para él... diciéndole vos, porque le hace gracia ese acento mío, tan distinto e imperativo al suyo.
Al fin y al cabo, al encerrarme con este análisis veo que todo cuadra, que los cálculos no eran erróneos y que esos resultados simplemente empezarían a ser útiles una vez estando delimitadas todas las fórmulas. Por ahora, los anotaré a un costado del papel.
Cruzo los dedos, te quiero.