Uno: No te dire mi nombre

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El mundo daba la impresión de que se había teñido completamente de blanco. Como si un gigante hubiese rayado tiza desde arriba en lo más alto del cielo, y luego, soplara para vaciar el aire retenido en sus pulmones causando que el frió casi te helara la sangre.

Ese desmesurado ajetreo del autobús hace que la cabeza de aquel muchacho rebote fuertemente contra el cristal de la ventana a su izquierda y lo obliga a despertar de tan profundo sueño, su entrecejo se frunce al sentir el dolor, así que lleva su mano hacia su cabeza para sobar el golpe. Esa era una fría y caótica mañana de Enero, y su inicio de clases.

Había comenzado con el pie izquierdo al no escuchar su alarma ni el llamado de su padre antes de salir directo a su trabajo, iba tarde a la escuela para colmo, y el transporte escolar se encontraba casi en su totalidad lleno. El escándalo que traían los estudiantes en la parte trasera era irritable. Bobby, el chofer, avanzaba a una velocidad increíblemente lenta y como la gota que rebasaba el vaso, su estómago rugía pidiendo a gritos algo de comida, lo que fuera. Pues en definitiva, se había saltado el desayuno aún después de la regañiza de su madre antes de salir.

Cuando creyó que el viaje no podría ponerse peor, un compañero con una gran peso, subió al bus y tomó asiendo a su lado arrinconándolo pegado a la pared, este abrazó su mochila pegándola hasta su pecho y maldijo en voz baja, en esa posición todo era muy incómodo, así que decidió no hacer absolutamente nada, simplemente se quedó inmóvil como una estatua. Después de todo, era sencillo, ni siquiera podía moverse.

Las cosas se calmaron minutos más tarde cuando decidió ponerse los audífonos, incluso podría decir que estaba a punto de acostumbrarse cuando inesperadamente un terrible olor inundó sus fosas nasales, causando total desagrado. Aquel, se quitó los auriculares con lentitud y simplemente se dedicó a regalarle una mirada al chico a su lado.

—Lo siento, desayuné frijoles esta mañana—susurró su acompañante, muy cerca de su oído causando escalofríos en el.

Entonces si, el viaje había empeorado por completo.

—Al menos tú desayunaste—le respondió con la voz gangosa al haber tapando su nariz.

Pasados unos largos minutos de tortura, el autobús se detuvo y al corroborar que por fin habían llegado a su destino, con toda la agilidad posible, suplicando por paso, y agradeciéndole a su compañero que no quiso ni mover un mínimo músculo, sólo por cortesía, se bajó de el colgando su mochila sobre sus hombros camino hasta la escuela, afortunadamente y milagrosamente, iba a llegar justo a tiempo.

Preparatoria Birchgrove: Una secundaria pública que se encontraba a sólo veinte minutos de su casa cuando utilizaba el transporte y no el auto de sus padres. Ese lugar era enorme, contaba con alrededor de tres mil estudiantes, y jardines de aproximadamente unos veinte metros.

Sujetando los tirantes de la mochila con fuerza, caminaba por el largo pasillo de casilleros en color amarillo, se detiene frente al suyo, introduce su llave adornada con un llavero que lleva el dije de la mitad de un corazón, regalo de su tercer aniversario, y en el deposita su mochila, no sin antes sacar los libros de sus primeras dos clases las cuales eran literatura y filosofía, al menos toleraba esas materias, le ayudaría a relejarse un poco después de tanto. Pero, no sé si esta sea una ley del universo para fregarnos la existencia, pues cuando crees que todo va perfecto, algo debe pasarte para arruinarlo, fue entonces cuando su celular vibró dentro de su bolsillo, rápidamente lo sacó y prendió observando las siete llamadas perdidas que tenía de Margo, había olvidado por completo pasar por ella antes de tomar el autobús.

—Bueno, al menos sé que funciona—se escuchó a sus espaldas haciéndolo tensar al instante.

—Rayos, lo siento—soltó topándose al girar, con esa mirada tan penetrante que la caracterizaba—Lo olvide por completo, desperté tarde y el viaje en el autobús fue horrible, y..

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