Capítulo Once

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Hasta vernos de nuevo

Luego de aquel golpe había despertado, todo a su alrededor estaba en llamas y no veía a su maestro ni a los menores en ningún lado así que a duras penas se puso de pie y con ayuda de su naginata camino en búsqueda de ellos.

— ¡Tanjiro!.— gritó.— ¡uzui-sensei!.— caminaba usando su arma como bastón.— ¡inosuke! ¡Zenitsu!.— los llamaba empezando  a ponerse nerviosa.

Se detuvo al ver a lo lejos a el kamado y frente a el estaba gyutaro, escuchaba como el demonio se reía del más joven. Apresuró su andar para ayudarlo y asegurar que gyutaro no lo asesinase así que corrió lo más rápido que sus piernas lo permitieron, estando ya unos metros cerca llamó la atención de ambos.

— ¡¡¡GYUTARO!!!.— exclamó con sus venas marcándose por su frente y con una gran patada en las costillas alejó al demonio de tanjiro.— ¡¡¡ALEJATE DE ELLOS!!!.

— ¡¡¡ALEJATE DE ELLOS!!!

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— Tanaka-senpai.— sonrió tanjiro al ver a su senpai protegiéndolos, pero dicha felicidad cambio al ver que olvia tenía una gran herida en su abdomen.— senpai... esta envenenada.

— no te preocupes aún puedo pelear.— respondió despreocupada.— puedes moverte tanjiro?.— el mencionado asintió.

Y en un parpadeo gyutaro aparece frente a los menores, su intención era asesinar al de los aretes pero olvia nuevamente se interpuso ocasionando que el demonio la atravesará el pecho con sus armas y el veneno se aceleró aún más por todo su cuerpo paralizandola.

— ¡¡¡OLVIA-SENPAI!!!.— grito desgarradoramente el kamado muy asustado, veía a la mayor estar en el suelo vomitando sangre por montones a su vez que lloraba asustada.— olvia-senpai resiste porfavor.

— ¡muere de una vez mocosa, muere!.— reía gyutaro al ver retorcer del dolor a la peli morada.— eres igual de débil para ser la tsuguko que ese pilar.

El menor dejó con delicadeza en el suelo a su senpai, la tomó de la mano y le sonrió.

— tranquila olvia-senpai, todo estará bien esperame un poco volveremos por tí.

Y así el joven cazador se alejo para ir a contra el demonio dejándola allí.

Olvia sentía la brisa que acarició suavemente su rostro, también las frías lágrimas deslizarse por sus mejillas. Ella sabía que pronto hiba a morir, pues al no poder ser usuaria de la respiración de concentración total o ser una kunoichi ella no podía retener el veneno que con velocidad se esparcia por su cuerpo.

— parece que hasta aquí llego yo mami.— se dijo así misma llorando y mirando al cielo.— por lo menos pronto estaré con ustedes.— decía cada palabra con dolor.

Lo que ella no había notado es que las tres esposas de su maestro estaban en silencio con ella, las tres lloraban en silencio y escuchaban las últimas palabras de su querida hija adoptiva.

— sabes mamá, tengen me cuido bien estos años... Además también se casó.— hablaba ya alucinando.— tiene tres esposas muy bonitas mamá, ellas también cuidaron bien de mí y creo que me quieren.— soltó una adolorida carcajada.

Tanto hinatsuru como makio y suma apretaban sus labios para no gritar del dolor, su corazón estaba contraído y lloraban a más no poder, hinatsuru le tomó la mano derecha y suma la izquierda mientras que makio puso la cabeza de olvia sobre su regaso.

— me convertí en tsuguko y uzui me entrenó, fue duro al principio pero luego mejore más.— apretó ambas manos y sintió el suave tacto de las kunoichi.— mamita viniste a buscarme?.

— si--si olvia, mami vino a buscarte.— respondió a duras penas hinatsuru.

Olvia sonrió para ver a su lado.— también viniste robin onee-san.

— hola olvia-chan, tu onee-san esta aquí.— balbuceo suma tapando su rostro con su otra mano.

Luego Miró a makio.—  lyza-nee, porque lloras hermanita?.— makio negó y le sonrió llorando.— no me gusta verte llorar lyza-nee.

— olvia, es hora de dormir mi pequeña.— le pidió hinatsuru.— ya hiciste suficiente mi niña.

Olvia dejó de resistir el veneno y lentamente cerro sus ojos.

— buenas noches mami.— susurró, sus manos cayeron dando señal a que había fallecido.

Las tres kunoichi lloraban desconsoladas, su pequeña estaba muerta entre sus brazos y no pudieron hacer nada para evitarlo. Con mucho amor y delicadeza acariciaban el rostro de la tsuguko, tocaban su cabello y sus manos.

Pero sabían que nada serviría.



Su pequeña ya no despertaría nunca más...













Diez Maneras De Joder a Mi Maestro [KNY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora