03 - La caída del viento nómada

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Han pasado más tres días desde que la villa ha tomado la decisión de ponerse a la defensiva ante la amenaza que se aproxima, y con ello también la evacuación de los más débiles (madres sin habilidad de pelear, niños, ancianos y gente enferma). A pesar de que Anais es una curandera con un gran manejo de la magia de fuego y Zeicro es muy listo en atacar al enemigo en sus partes más débiles con mucha velocidad, no sirvió para convencer a la líder de la villa en participar de la defensa, y eso le provocó a Zeicro una gran desilusión durante todo el trayecto hacia afuera de Sacae.

—Bien, eso es buena señal — decía el jinete mientras se daba la vuelta para comprobar el estado de los jóvenes donde Anais seguía con la tristeza de abandonar lo que ya conoce y Zeicro sigue con su desilusión.

—Bah, no entiendo como lady Lyndis se ha fijado tanto en estos deprimentes, ¡¡CAMBIEN LA CARA!! — decía molesto el guerrero.

—Per...perdón — decía Anais.

—¡¿Es que acaso no tienes nada más que criticar?! — le preguntaba Zeicro bastante molesto.

—¡Escucha insolente!, por gusto los hubiera dejado a que se vayan solos. Pero tengo la obligación de hacerlo por mi lady y no soy un rebelde como cierta persona que traigo en la carreta — decía enojado el jinete mientras en sus palabras se dirigía al joven Zeicro.

—¡¡¿A QUÉ TE REFIERES CON ESO, IMBÉCIL?!! — Zeicro estallo en colera mientras golpea con la mano la carreta.

—Zeicro, cálmate por favor — le dijo Anais a su amigo mientras le tocaba el brazo para que evitara hacer cualquier movimiento en contra del jinete. Zeicro de a poco se empieza a calmar.

—Escucha Zeicro... deberías empezar ya a madurar, esa actitud tuya deja mucho que desear y tal vez si te hubieras quedado, no durarías ni a la primera oleada — decía el jinete seriamente.

—¿En serio? ¿en qué te basas para dar ese argumento? — se burlaba Zeicro.

—Esta invasión...no es nada relacionado con lo que conoces de Sacae — decía solemnemente el jinete.

—¿A qué te refieres? — pregunto Zeicro de manera seria.

—Cuando lleguen a su destino lo sabrán — dijo finalmente el jinete.

Han pasado dos horas desde aquella conversación, solamente se escucha el sonido de los pájaros mientras la noche se alza en el cielo, pero lejos de mostrarse las estrellas, las nubes y la humedad que había en el ambiente pronosticaba la caída de la lluvia.

—Hmmm, no me gusta este clima..., parece que va a llover — dijo Anais algo preocupada mientras la carreta emite un sonido fuerte seguido con un freno muy brusco.

—¡Demonios!, ¿ahora qué? — decía el jinete molesto mientras se daba la vuelta hacia atrás para ver qué estaba pasando.

—Creo que la carreta se atascó — dijo el joven Zeicro mientras intentaba ver, aunque la oscuridad se lo impedía.

—Agradecería mucho si me liberas el paso — decía el guardaespaldas de una manera insoportable haciendo que el joven se moleste mientras se baja de la carreta para verificar el obstáculo.

—Ahhhh... que tipo más odioso — suspiraba Zeicro mientras se coloca de rodillas para poder divisar mejor el motivo del estancamiento de la carreta. No obstante, en la rueda izquierda trasera había algo que lo tapaba, un gran cuerpo extraño que para la poca visión de Zeicro no correspondía a un animal que él pudiera reconocer.

El joven algo nervioso mueve el bulto con un poco de dificultad, mientras Anais sacaba un pequeño libro de magia, donde pudiera emitir una llama para dar un poco de visibilidad en el viaje y el jinete preparaba lo necesario para hacer dos antorchas que serán iluminadas por la magia de Anais. Una vez con el bulto lejos de la rueda, Zeicro se levanta para subirse a la carreta y continuar el viaje.

Fire Emblem: The Dragon SealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora