10 - El contraataqué por Araphen

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Han pasado varias horas después del ceso del combate y el castillo estaba en una gran parte en ruinas al igual que varios poblados a cercanías del castillo. Sin embargo, a pesar del gran caos durante el combate, varios de los refugiados fueron acogidos por los poblados alejados del castillo y las iglesias que estaban ahí. Dentro de una de esas iglesias, se encontraban los huérfanos que pudieron escapar sanos y salvos, no obstante Lugh no podía dejar de pensar en el Sacerdote y en Chad mientras los niños eran socorridos por los monjes de la iglesia.

—Gracias por cuidar de los niños reverendo — decía Lugh al jefe de la iglesia quien mandaba a otros miembros de la iglesia a dar cobijo de los más necesitados.

—No se preocupe muchacho, en la iglesia de Elimine nos encargaremos de cuidar de los huérfanos — decía el reverendo siendo agradecido por el muchacho. Lugh no dejaba en pensar en todos los sucesos que llegaron a esto y de paso, no paraba de preocuparse por Chad y de su hermano que hace meses que partió y no sabe nada de él.

—Lugh... ¿a dónde vas? — decía una niña al ver al muchacho salir de la iglesia.

—Oh... voy a buscar unos alimentos y regreso.

—¿Sabes si Chad va a volver? — decía la niña con lágrimas en sus ojos, Lugh le acaricia su pequeña cabecita y le dice:

—Se que va a volver.

—Ojalá Raigh pudiera estar con nosotros... — las palabras de la niña dejaron un sentimiento roto al muchacho, quien se sentía culpable por no hacer reaccionar a su hermano al dejar a los huérfanos.

—Si...

Pronto, una joven que trabaja en la iglesia llama a la pequeña niña para poder abrigarse del frio. Lugh se despide de la niña con una sonrisa, para luego salir del poblado donde estaban los refugiados junto con un libro de magia de viento guardado en su abrigo.

—Lo siento... pero he decidido dejar de huir — dijo finalmente Lugh mientras observaba los restos del marquesado preparándose para buscar a su amigo.

En la plaza central del castillo, donde varios soldados lycianos fueron capturados, Albert estaba devastado mientras veía como varios de sus compañeros estaban a punta de lanza de los imperiales. El joven ositiano, no dejaba de pensar en Lord Hector y en aquellos momentos que tuvo con él.

—¡¡ESCUCHEN ESCORIA LYCIANA!! — dijo un oficial de Bern a los sobrevivientes capturados.

—¡Espero que se sientan muy cómodos en la plaza! Pues será lo único que verán mientras los calcinemos en un instante.

Los imperiales se reían a carcajadas mientras llaman algunos magos a preparar hechizos de fuego en contra de los prisioneros.

Lo que sus ejecutores no sabían, es que los calcinados serán ellos mismos. Pues cuando empezaron a conjurar sus hechizos mágicos, fueron mojados por una sustancia liquida que les cayó encima y posteriormente una bola de fuego disparada desde una posición oculta, empezaría una masacre a la gran mayoría de soldados que estaban custodiando a los prisioneros lycianos.

Los que quedaron vivos estaban desorientados, no sabían de donde los atacaban debido al humo y a los gritos de sus compañeros calcinados. Pronto varios soldados lycianos los atacaron pudiendo así acabar con todos los captores. Mientras los prisioneros no sabían que ocurría, varios de sus compañeros salían del humo con armas para liberarlos y armarlos para la revancha contra los imperiales.

—No era lo que esperaba, pero resulto espectacular — decía Zeicro que junto a Anais se dirigieron a ayudar a sus compañeros.

—¿Estas bien Albert? — decía Anais auxiliando al caballero ositiano preparando con su bastón un hechizo sanador.

Fire Emblem: The Dragon SealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora