Un castaño de melena larga estaba totalmente agotado, había ido a una misión y estaba cansado porque faltaba todo el papeleo de los días que estuvo fuera.
Saludo a su esposa pelirroja y se tumbó en la cama, la pelirroja empezó a repartir besos en su mandíbula mientras se sentaba en el regazo de él castaño, este soltó un suspiro para con cuidado separarla queriendo tomar una siesta y no despertar más. La fémina soltó un suspiro cansado y salió de la habitación dejando solo a aquél varón que soñaba con otra mujer.
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Él castaño llegó al lugar donde tomaría hospedaje junto a su equipo, al llegar vio a un hombre en la recepción que atendía con amabilidad a una anciana por lo que vacilando se acercó — Emm, disculpa… ¿Usted trabaja aquí? — dejando a la anciana en un sillón se acercó para darle una sonrisa y preguntar qué necesitaba.
Este… Necesito 3 habitaciones por favor — al ver la sonrisa amable se animó, él trabajador asintió y se acercó al mostrador para cobrar el hospedaje y entregar las llaves — como veo que son ninjas, les recomiendo el salón de masajes; allá podrán relajar sus músculos después de su misión. Él castaño sonrío con emoción para dirigirse a su habitación dónde echo su equipaje y guardando sus kunais y un pergamino se reunió con su equipo, un joven de cabello gris oscuro agudizó su oído sonriendo al escuchar susurros de dónde se encontraba la persona que buscaban — Hogake -sama, está detrás de la cascada.
Los 3 ninjas de dispusieron a llegar a la gran cascada por la que ese pueblito era reconocido y mojando sus ropas pasaron a través encontrándose una enorme cueva, caminaron con cuidado y agudizando sus sentidos para cualquier ataque. El sonido de gotas cayendo era lo único que audible hasta que escucharon un quejido al final del lugar, sacaron sus armas y en posición de defensa se acercaron, un rubio con una cicatriz en el puente de su nariz hizo unos sellos con sus manos y sus sien junto a unas partes de sus mejillas fueron rodeadas de venas mientras líneas aparecían en sus globos oculares.
Avanzaron hasta que el Hyuuga se detuvo, él Senju creo una antorcha y prendiendo está lograron ver con claridad como un hombre fornido con cicatrices grotescas rodeando su cuerpo estaba apoyándose en una roca, al percatarse del grupo se puso a la defensiva. Los tres iban a atacar primero pero fueron rodeados por una masa viscosa dejándolos en un círculo.
Él moreno alzó su ceja al ver los nervios de sus compañeros y con una sonrisa tranquilo dio un pisotón al suelo, el enemigo confundido lo vió hasta que sintió un golpe en su cabeza y todo se torno negro.
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