Capítulo 1

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Una nueva jornada de trabajo empezaba a eso de las siete y media, pero procuraba siempre venir por lo menos veinte minutos antes para prepararse. La cafetería llevaba apenas abierta y ya se podía notar en el ambiente el vapor de las cafeteras, el sutil aroma de los granos de café y la bollería recién calentada. El cartelito de la puerta en el que se leía "Abierto" con adornos y florituras y el gran cartel adherido al techo de colores celestes y marrones que rezaba "Happy Coffee Hour" invitaba a la gente a entrar y tomar algo.
La decoración era la que se podría de un local así: era un lugar sencillo y acogedor de paredes blancas y ventanas grandes. El combo de mesa y hasta tres sillas que parecían de madera con bordes de aluminio estaban por el centro, mientras que en la pared opuesta al mostrador se situaban varios módulos de sofás bajo las grandes ventanas por las que se veían árboles y el paisaje urbano. Al fondo del local había algo que desde mucho no se había usado. Unas tablas de madera con diferente disposición a las del suelo se elevaban como un escalón y distintos aparatejos como amplificadores y micrófonos con cables se mantenían allí cogiendo polvo, tapados con un telón improvisado sujeto a las paredes como una cortina de ducha. Era pequeño por el espacio limitado por la sala de empleados a su lado en la que descansaban él y el resto.

Bonnie miró de nuevo el escenario al fondo de la cafetería. Realmente ya no sentía nada al verlo, la curiosidad se había ido desde las primeras jornadas de trabajo en las que se preguntaba quiénes habrían tocado allí, qué tocaron o si serían buenos. Otro sentimiento al que era indiferente era la nostalgia. Él había llegado tiempo después de que fuera dejado; no podía echar en falta algo que nunca había conocido.

Se volvió a centrar en el trabajo cuando otro cliente se aproximó a la caja registradora. Sonrió mecánicamente y apuntó el pedido y el nombre del hombre en la libreta que guardaba en uno de los bolsillos del delantal, diciendo que le llamaría cuando estuviera listo, pagó por adelantado y fue a sentarse en una de las mesas centrales. Entonces empezó a preparar el pedido. Puso en la cafetera un vaso decorado con el logo de la cafetería –un reloj azul decorado con florituras–. Mientras dejaba que se hiciera fue a por una magdalena al expositor del extremo del mostrador. Llegó a tiempo para recoger el expreso recién hecho y con una jarra le vertió leche caliente en generosa cantidad. Hizo unos cuantos arreglos con la espuma de leche de la superficie, lo tapó, escribió apresuradamente el nombre del cliente en el lateral y lo dejó todo dispuesto con aprendida eficacia encima de un plato con el mismo reloj decorado. Pulsó el botón que encendió un micrófono y la voz de Bonnie sonó por toda la cafetería.

–¡Latte y una magdalena para Alex! Ya puede recoger el pedido.

El chico pelirrojo recogió su comida y se sentó de nuevo. Un cliente habitual bien servido.

Luego pasó otro cliente. Luego otro y luego otro. La rutina se repetía día tras día, una jornada tras otra, pero no se podía arrepentir, ni mucho menos, ese trabajo, por increíble que pareciera, le daba el sustento para vivir e ir ahorrando para cuando acabase la universidad, y conseguirlo fue gracias a Chica, otra de sus buenas amigas y veterana ya en el empleo. Tiempo atrás había decidido continuar los estudios lejos de casa, convenciendo a sus padres con el ejemplo de sus amigos, viajó a otra ciudad. Ahora, con 23 años de vida, en el último curso de la universidad y conviviendo con uno de sus fieles amigos en una casa compartida para ahorrar gastos, podía suponer que su vida era normal. Agobiantemente normal. Aliviadoramente normal.

Sin embargo algo nuevo pasó el lunes en su jornada de la mañana atendiendo en la cafetería.

Acababa ya de atender a una clienta, un cappuccino y un bollo glaseado fue lo que pidió, aunque pronto lo olvidaría para centrarse en otros encargos. Chica le ayudaba en el turno, atendiendo cuando Bonnie preparaba, o preparando cuando él atendía. Era la hora del desayuno, para otros desgraciados que se levantaban demasiado pronto era un momento libre de trabajo con el consuelo de un café caliente. La campanilla dorada de la puerta volvió a repiquetear por décima vez en el día y un destello turquesa se coló en su visión. Terminó con otro grupo de gente y se fijó mejor.

Era un chico moreno, parece que casi de su misma altura, y el destello celeste que vio fue por su cabello de un color turquesa especialmente inusual entre la gente, aunque Bonnie no tenía nada en contra que decir, él tenía el pelo morado. El chico desconocido recorrió el local con la mirada y se puso en lo que creía que era la cola al mostrador cuando la localizó. Se le notaba curioso viendo a todos lados. Cuando fue su turno de pedir Bonnie pudo fijarse mejor en su aspecto. Un chico levemente más alto que Bonnie, hombros rectos y cuerpo robusto, piel que le hacía pensar en canela. Sus ojos verdes no dejaban de leer los carteles en la pared tras el mostrador que anunciaban la carta y los precios, apretando la mandíbula cuando lo volvía a leer. Casi pareció confuso cuando Bonnie le llamó la atención.

–Bienvenido a Happy Coffee Hour, ¿qué va a ser? –tomó la libreta y el bolígrafo, listo para apuntar, pero el chico desconocido solo volvió a repasar la carta.

–Veamos... Eh...

Tardaba más de lo esperado en pedir, pero Bonnie llevaba el tiempo suficiente atendiendo en caja por lo que ya había visto de todo.

–¿No sabes lo que es cada cosa, verdad?

–Mentiría si dijera que voy mucho a sitios como este –el chico rió avergonzado, rascando su nuca en lo que se sonrojaba ligeramente. A Bonnie le llamó la atención el gesto y también rió.

–Deja que te diga qué es cada cosa y así te aclaras para la próxima.

El chico desconocido aceptó y Bonnie recitó toda la carta de memoria, diciendo qué llevaban las diferentes bebidas y sin dejarse los dulces y bollos. Bon pareció entender y pidió casi sin titubeos.

–¿Seguro que quieres un cortado? Un poco fuerte para principiantes.

–¿Entonces... moka?

Bonnie rió con la boca cerrada por su sonrisa nerviosa. Los clientes que aún estaban esperando no parecían impacientes, podía permitirse un momento para relajarse.

–¿Algún acompañamiento?

Y Bon volvía a dudar.

Psst, prueba las galletitas con canela, están recién hechas –aconsejó en voz baja.

–Pues eso será.

–Bien, bien. Ahora dime tu nombre.

–¿Mi nombre? –preguntó levantando una ceja.

–Para que te avisemos cuando esté listo el pedido.

–Bon. Me llamo Bon.

–Muy bien, Bon, puedes sentarte y te avisaremos cuando esté listo.

Acabó de apuntar el nombre y le sonrió con cortesía, lo mismo que hizo Bon antes de pagar y abandonar la fila para sentarse en uno de los sofás con vista a la calle, dejando la mochila que llevaba al hombro a su lado. Solo. A Bonnie le pareció extraño que alguien así estuviera solo, pero prefirió centrarse en el trabajo y no tratar de indagar. Al menos se alegraba de haber visto algo nuevo en el trabajo.

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Vaya, vaya, vaya, ¿pero qué tenemos aquí? Una nueva historia al parecer.

Lo dije en la descripción y lo digo aquí: será una historia bastante corta a mi parecer, sencillita y la longitud de los capítulos variará un poco, esperaos cualquier cosa de mí.
Otra cosa es el tema de contenido +18. No tengo claro ni seguro si pondré, y si lo hago será en un capítulo a parte para quienes quieran solo lo bonito.

Por cierto, gracias a mi Conejito por ayudar con la portada Gatosaurio_1ro <3

Yo me despido ya porque creo que no tengo nada más que decir. Buenos días, tardes y noches de mi parte... Y hasta más ver.

Happy Coffee Hour Donde viven las historias. Descúbrelo ahora