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Izuku había escrito una carta destinada a Katsuki, una carta donde le confesaba que no podrían seguirse viendo y que su amistad estaba terminantemente prohibida, no quería causarle problemas ni a él ni a Shoto, algo le decía que ellos estarían peor si Izuku se entrometia, lo mejor sería que siguieran juntos como siempre habían estado, él podía estar solo, seguro sería muy bueno en eso.

Con quince Dracmas en una mano y un pedazo de pergamino en la otra se paró fuera de su palacio y levantó la que llevaba los Dracmas. Esperó... Uno, dos, tres...

Iida se apareció de golpe frente a él, en su mano derecha llevaba un báculo con dos serpientes entrecruzadas.

—¡Buenos días Izuku!—. Saludó el Dios de la mensajería

—Buenos días, Iida, ¿podrías llevar esta carta por mi?—. Izuku le ofreció los Dracmas con una enorme sonrisa

—Solo cobro un Dracma usualmente—. Negó Iida

—Este es mi regalo, se que te esfuerzas mucho siempre, y no quisiera además que la carta no llegara a su destino, sin intermedios de ningún tipo— El de ojos verdes le tomó la mano y le entregó los Dracmas, luego se paró de puntitas y besó la mejilla de Iida, este enrojecio inmediatamente, Izuku casi podía jurar que le había salido vapor de las orejas—. Llevale esto a Katsuki, el Dios de la guerra, confió plenamente en ti.

Iida tomó el pergamino, y rápido como solo él podía desapareció.

Izuku regresó a su palacio, Melissa lo esperaba al pie de las escaleras.

—Me iré a recostar

—Pero te levantaste hace poco, no me dijiste que ocurrió con el Rey, ¿pasó algo malo?

—Todo estará bien Melissa, no dejes que nadie entre, si me buscan di que no estoy y cierra las puertas. Haz tus tareas, y cuando termines eres bienvenida a hacerme compañía en mis aposentos si así lo quieres.

...

Shoto veía por el balcón de la habitación, todo en su reino era tan oscuro menos aquella pequeña fuente de luz a lo lejos; La Isla de Los Bienaventurados y Los Campos Eliseos, el unico lugar por el que valía la pena morirse, un hermoso paisaje donde solo los dignos llegaban, aquellos que se habían desvivido por otros y que amaron mas de lo que odiaron.

—¡Shoto, Shoto, Shoto!

Se hermana Fuyumi entró corriendo al cuarto, tenía una enorme sonrisa en su palido rostro, se dejó caer de espaldas sobre la cama mientras reía.

—¡Kaminari ha aceptado abrir este año mi epoca de cortejo!— Anunció—. Al fin me puedo casar, y recibir pretendientes, ¿quién será un buen esposo o una buena esposa? Debo pensar en alguien aceptable

—Sabes claro que mi consejo es que elijas a alguien a quién ames enteramente muy por encima de alguien que solo sea aceptable al parecer de los demás—. Sugirió Shoto

—¡Y de preferencia que no sea de arriba!— Gritó Natsuo, entrando a la habitación con rostro malhumorado—. Los Dioses de arriba son un fastidio, elige a alguien de aquí

—¡Pero aquí solo están Tu, Shoto y Touya, y los tres son mis hermanos! El resto están deformes, y son muy groseros

—Me alegra saber que no estoy dentro de la lista de los deformes— Se burló Touya entrando a la habitación y dejándose caer a la cama junto a Fuyumi—. Oye Natsu, no puedes decir que los Dioses de arriba son tontos, tú eres también de ellos

Greek God'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora