Verdad

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- Es muy extraña. - Se muerde el labio en un gesto que demuestra culpabilidad. - No quiero hablar mal de ella, pero su reputación dice mucho.

- ¿Su reputación? - Por favor. - ¿Vamos a basarnos en lo que puede o no decir la gente de ella? - Charlie me mira.

- Yo sólo te cuento lo que he escuchado. - Pongo los ojos en blanco y me acomodo en mi duro asiento en el suelo.

- Quizá no soy la persona indicada para decirte ninguna de estas cosas porque yo no estuve presente, pero todos dicen lo mismo. - Se encoge de hombros. - Dicen que en las fiestas termina siempre borracha y se acuesta con cualquier por nada, o bueno... - Guarda sus palabras y me mira temeroso.

- ¿O bueno? - Inquiero, con una ceja levantada. Charlie se tarda, veo como persigue las palabras adecuadas para finalmente hablarme.

- He escuchado que a veces se acuesta con tipos a cambio de drogas o alcohol.

Tenso el rostro tanto, que siento como si acabaran de abofetearme en la cara. Pestañeo un par de veces.

- ¿Qué? - Digo, con una voz que es a penas reconocible para mí misma.

Charlie asiente suavemente. Puedo ver que hay miedo en sus ojos, pero esta vez es diferente.

- ¿Ella usa drogas? 

Siento que ahora no tiene miedo de mi, sino que tiene miedo por mi.

- No estoy seguro. Si te soy sincero, la verdad es que no me consta. - Se dedica a trazar dibujos invisibles en el suelo de baldosa con su dedo índice. - Ya te lo dije, yo sólo sé los rumores, pero dice el dicho que "Si el río suena, es porque piedras trae".

- ¿Y si sólo son eso? ¿Rumores? - Trato de arrojar un salvavidas en el basto océano que yo desconocía.

- "No hay peor ciego que el que no quiere ver". - Levanto la cabeza para mirarlo y él me ofrece una cálida sonrisa, que sé que espera que me reconforte más de lo que realmente puede. - Lauren, yo no sé si ella hace todas esas cosas, pero creo que no deberías adelantarte a los hechos. No la liberes ni la condenes aún. - Me coloca con cariño una mano en el hombro. - Recuerda que yo sólo sé los rumores.

- Gracias por contármelo. - Le sonrío y él me devuelve el gesto.

- No es nada, de verdad. No quiero volver a verte llorando, así que, por favor, cuídate mucho, y si ella resulta ser lo que dice todo el mundo... también cuídate de ella. - Dice como si no fuera nada, pero acaba de soltar un balde de agua fría sobre mi cabeza, ahora mismo empiezo a sentir la jaqueca y el entumecimiento en todo el cuerpo.

Lo miro, dispuesta a responderle algo ingenioso y válido, pero es que no se me ocurre nada. De alguna forma tiene muchísima razón, así que me trago mis palabras y asiento, aceptando mi derrota.

El timbre de la escuela resuena entre las paredes de las instalaciones. Charlie me ayuda a levantarme y salimos del lugar con todo el cuidado que podemos. 

- Debo irme o llegaré tarde. Ten un buen día. - Dice antes de salir corriendo.

Me doy la vuelta para ir en busca de mi casillero, tratando de asimilar todo lo que me dijo Charlie. Cuando los pasillos están totalmente vacíos siento unas manos que me aprietan la cintura.

- Buenos días, nena. - Volteo únicamente para encontrarme con esos ojos que sé que me hacen temblar las piernas. Andrew se agacha a mi altura y me da un beso en la mejilla. 

- Hola. - Sonrío, llenando disimuladamente mis pulmones con su esencia, una mezcla de perfume, cigarrillo y menta fresca. - ¿No deberías estar en clase? - Su sonrisa se vuelve más amplia.

La Mujer del Destino [Andy Biersack y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora