Prefacio

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- ¡Eres un idiota! - Me puse de pie bruscamente.

- Y tú una niña presumida. - Sonrió, complacido. - ¿Pero sabes qué? - Se levantó de su cómoda silla con una elegancia que lo acompañaba en cada gesto que hacía, y caminó hasta llegar a mi lado. -  Te contrato, serás mi musa y con la boca cerrada tendrás que hacer todo lo que yo te diga.

- ¿Y qué te hace creer que voy a aceptar? - Se relamió los labios y sonrió de la forma más sexy y arrebatadora que había visto nunca, al tiempo que se cruzaba de brazos. Maldito presumido idiota. 

- ¿Este es tu sueño o yo entendí mal? - Me mordí la lengua. - Quieres convertirte en una artista. - Rodeó el escritorio lentamente, disfrutando de su victoria predispuesta. - Y para eso, yo soy la persona indicada. - Se acercó a mi como una serpiente, envolviendo a su presa casi sin que esta se de cuenta de que ya es demasiado tarde. - Sabes que yo puedo convertirte en una... - Me dijo al oído y chasqueó los dedos. - ... así de fácil.

Resoplé y me encogí en mi asiento.

No entiendo como es que todo cambió tan pronto. El anterior fin de semana estaba celebrando la venta completa de la nueva colección de moda para la cual fui modelo, y ahora...

Ahora estoy justo aquí, estacionada en frente del colegio al que tarde o temprano debo entrar.

Suspiré y me dispuse a bajar de mala gana, el timbre está apunto de sonar y no quiero tener que llegar tarde. Todo es tan diferente. No me siento emocionada ni mucho menos, de hecho, me siento bastante mareada. Sacudí la cabeza. No puede ser que tenga miedo por esto...

Nada puede conmigo.

Entré al enorme campus y caminé con decisión a uno de los edificios, donde empezaría mi primer día de clases. Miré alrededor, los estudiantes iban ataviados con las chaquetas o uniformes de los distintos equipos deportivos que tiene el colegio. He de admitir que casi no recordaba como era este ambiente tan... Terrorífico.

- Amigo, por favor, basta. - Escuché al entrar al primer pasillo que vería de este colegio, todas las paredes son de un modesto color crema, compartidas con un alegre azul rey, mientras que los casilleros eran todos de color amarillo.

- Yo no soy tu amigo. - Todos los miraban, había un muchacho riéndose a un lado de ellos. - No sé porque volviste. - Lo empujó contra los casilleros.

Ya recuerdo porque creía que el colegio no era el lugar adecuado para mi. Nadie hacía nada, la mayoría sólo reía o les abría paso para que continuaran, pero es que yo...

- Espera, por favor, no. - Pedía el muchacho en un contraste de voz dulce y preocupada.

- ¿Qué dijiste? No te entendí. - Lo empujó contra los casilleros, tomándolo con fuerza por el cuello de su camisa. - Balbuceas mucho. - Fijé la vista en sus manos.

Estaba usando guantes, estos tenían adornos de púas que le iban a hacer daño. No pude, de verdad, no pude detenerme a pensarlo dos veces.

- Hey ¡Basta! - Grité, metiéndome entre ellos, justo cuando este chico tenía el puño listo para golpearlo. 

- ¿Quién rayos eres tú? - Estaba molesto.

- ¡Qué te importa! ¿Quién rayos te crees tú para que trates así a alguien? - Reclamé.

- Tranquila, no pasa nada. - Habló el muchacho detrás de mi, al haber notado lo furioso que estaba conmigo este tipo. 

- ¿Lo ves? No pasa nada. - Imitó su voz. - Ahora muévete. - Me empujó.

- ¡Ah! No. A mi ni me toques. - Le empujé de vuelta y él abrió los ojos en una notable mezcla de sorpresa e ira.

- Oye, no me interesa si eres una mujer, te patearé el trasero si eso es lo que quieres. - Me miró, fúrico. Estaba desafiándome.

La Mujer del Destino [Andy Biersack y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora