Nunca pudo doler más un acto.
La verdad no solo araña, sino muerde y se traga la lengua y las ganas de quien menos se lo merece.
Perderse en mitad de la nada, ser cómplice de llamadas vacías, de sed.
Una bala directa fue la que me derrumbó, y me hizo tan débil que no pude volver a caminar.
Las pisadas del día anterior solo recordaban la ignorancia presente semanas atrás.
Me arrastré e intenté ser fuerte pese a no sentir más latidos en el salón.