Cálidas bienvenidas
retuercen mi estómago.
Vienen,
abrazan,
o arrebatan,
ideas al fingir.
Navego los viernes
para borrar mis lágrimas,
tal vez infinitas.
Marchitan tus manos,
mi espalda,
y tu mirada
(que posiblemente no volverá).
Mañana no estaré,
tu azul migrará.
Negra y pálida,
tu sonrisa
en mis recuerdos brilla.
Palpitando, fundiente,
hasta desaparecer.