En un mundo donde lo sobrenatural y lo humano se han entrelazado en secreto durante siglos, Oliver Arias, un joven tímido y reservado, ha crecido en un orfanato sin recuerdos claros de su infancia. Con el tiempo, ha notado algo inusual en sí mismo:...
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El caos se extendía por todo el lugar, mientras los gritos y el sonido de la destrucción llenaban el aire. El fuego se abría paso con voracidad, consumiendo cada rincón a su alrededor. Oliver estaba atrapado en medio de una gran confusión, incapaz de reaccionar.
Todo había ocurrido demasiado rápido: una explosión, gritos, el humo asfixiante. Su cuerpo empezó a temblar de forma incontrolable.
Fue en ese momento que la voz de Marc irrumpió con fuerza entre el caos, intentando desesperadamente hacerlo reaccionar.
—¡Oliver, debemos salir de aquí!—gritó Marc, empujando desesperadamente a su amigo rubio, pero este tenía la mirada fija en el lugar donde había estado con Aileen hacía solo unos minutos atrás.
Aileen ya no estaba allí... y eso lo aterrorizaba. Mil escenarios negativos cruzaron por su mente, mientras los gritos caóticos de la gente lo desorientaban. Una creciente sensación de pánico empezaba a apoderarse de él.
Su parte irrelevante estaba encendiéndose peligrosamente.
—¡Oliver! ¡¿Qué coño haces ahí parado?! ¡Vámonos!—volvió a gritar Marc, su voz cargada de desesperación mientras intentaba que su excompañero de universidad reaccionara. Sin embargo, Oliver estaba atrapado en un torbellino de emociones, su mente cegada por el miedo y la preocupación.
Marc seguía llamándolo, empujándolo, hasta que finalmente Oliver se giró bruscamente, con el rostro torcido por una rabia que su amigo nunca había visto antes.
—¡Marc, déjame en paz!—rugió Oliver, su voz quebrada por el estrés. Su pulso acelerado y el terror que lo consumía le impedían pensar con claridad. El terror y el enfado que sentía tan desmesurado se reflejaba en sus ojos, expresión que Marc nunca había visto en él.—¡Vete de aquí!
—¡¿Qué coño estás diciendo?! ¡Esto va a incendiarse, vámonos juntos!—Marc intentó nuevamente tirar de él para sacarlo del peligro, pero el otro lo empujó con una fuerza inesperada. Sin pensarlo dos veces, Oliver se lanzó hacia el interior del edificio, hacia las pocas llamas que aún no habían consumido todo a su paso. Cubriéndose el rostro con el brazo, avanzó por un camino que, por algún extraño milagro, las llamas habían dejado libre.
Pese a que Oliver oía los gritos de Marc llamándolo, lo ignoró, su mente enfocada únicamente en encontrar a sus compañeros de La Base. Sabía que su amigo no lo seguiría, era imposible. No había vuelta atrás.
A medida que se acercaba a la zona donde recordaba haber visto a Fran y los demás, su corazón se calmó al notar que esa parte del edificio estaba relativamente intacta. Por un breve instante, respiró aliviado.
Pero ese alivio se desvaneció en cuanto sus ojos captaron la desgarradora escena que lo esperaba. Marina estaba en el suelo, sosteniendo a Samuel en sus brazos mientras las lágrimas caían por su rostro, desesperada. Al presenciar esto, Oliver sintió cómo su propia ansiedad se disparaba; su ritmo se aceleró, corriendo hacia ellos, empujado por un miedo creciente al ver la abrumadora tristeza que envolvía a su compañera.