Cuidado. No te congeles, cosita.
Con una mierda aplastada en mi cuerpecito, un idiota semidesnudo riéndose con maldad a mi lado, y una bola peluda a solo unos pasos de mí, decidí levantarme como si nada hubiera pasado mientras repetía varias veces a mí misma:
Tranquila Jade, para nada del mundo has sido cagada por un perro, Liam no se está riendo de ti y tú lo amas tanto que de hecho quieres casarte con él ya mismo.
Creyendo mis propias mentiras para al menos, coger fuerza, coloqué mis manos en el piso apedreado lleno de tierra y lo logré. Logré pararme por más de la mierda, la risa del pelinegro y toda aquella situación. Recuerdo que apenas me puse de pie, pese a mi horripilante estado, vi a Liam sonreírme con una de esas sonrisas que suelta de vez en cuando. Esas que son atractivas pero que te dan ganas de patearle esa cosa que tiene en sus dos hermosas y firmes piernas.
—Jade —se apresuró a decir cuando me vio a punto de subir la escalera. Lo ignoré por completo y seguí subiendo con furia hasta que él me tomó de la muñeca de una forma dominante, impidiendo que mi pobre piecito suba un escalón más—. Te estoy hablando.
Respiré hondo.
—Por el momento no soy sorda —me limité a contestarle quitando mi muñeca de su alcance con un movimiento brusco—. Te agradecería muchísimo si haces el mínimo esfuerzo de correrte para que yo pueda pasar. Gracias.
—¿Vas a entrar a la casa así? —Ese Así sonó de una forma asquerosa e irritante. Lo peor de todo fue que lo dijo mirándome de arriba abajo con rechazo mientras jugaba con el piercing de su labio.
Me crucé de brazos, levantando el mentón.
—Sí, entraré con un cago de tu perro adherido a mi espalda —respondí sin pensar—, ahora... si me dejas pasar...
Me moví hacia el espacio de escalera que Liam no ocupaba con su gran espalda y él me siguió. Luego me moví hacia el otro lado y él imitó el movimiento impidiendome el paso otra vez. Así, fácil, estuvimos dos minutos. Mi orgullo y mi altura no me permitían sacar la mirada de otra cosa que no sea su pecho para: no mirarlo a los ojos, ni mucho menos hablarle, claro.
—Te aclararé unas cosas —levantó su dedo—: Primero no es mi perro, es el del guardabosques.
—Eso no cambia la situación —le respondí rápidamente sin mirar más allá de su remera.
En mi mente lo imaginé mordiendo su labio inferior antes de volver a hablar. Estoy casi segura de que lo hizo.
—Y segundo, para que sepas, cuando te enojas pareces algo diminuto e imparable pero contra mí eres algo mhmm... insignificante —cortó el silencio en un gruñido ronco. Hice un ademán de atravesarlo. Él me cogió de los hombros de una maniobra tan rápida que me impidió reaccionar. Mi cerebrito no llegó a procesar lo que pasaba. Me quedé inmóvil—. Me gusta. No te rindes fácil, cosita.
Uno...
Dos...
Tres...
No sé porqué diablos una mini Jade en mi cabeza, con la piel roja de la furia, pensó o dio por obvio, que sería una buena idea dejar su orgullo de lado para contestarle a ese imbécil.
—Te dije que no me llames así —le recordé aún sin mirarlo a los ojos. Sin soltarme de su agarre tan posesivo.
A respuesta de eso, podría jurar que Liam soltó una sonrisa torcida, como si le hubiera dado algo que él quería hace mucho tiempo. Y ese algo era mi furia. Pareciera que a él pelinegro le encantaba verme así: furiosa e indefensa bajo su poder. Pensar eso me jodió tanto que no sé cómo ni cuando, deposité un pequeño golpe en su pecho para abrir el paso y lo atravesé con mucha fuerza, soltandome de sus garras.
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Efecto Mariposa ©
Teen Fiction"En el bosque hay un psicópata suelto, ¿tú te atreverías a convivir con él?" Jade Greco se adentra a un bosque para llevar a cabo un curso de fotografía sin saber que en él hay una leyenda muy perturbadora sobre mariposas que profetizan el futuro de...