EXTRA 3

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Liam

Su boca choca con la mía, fuerte, insistente. El cuerpo de ella golpea el armario ante mi deseo y aprovecho la oportunidad para colar una mano por debajo de su remera y empezar a trazar caricias en la parte baja de su abdomen. Jade abre un poco su boca y mi respiración se mezcla con la suya mientras no soy consciente de lo tan apretada que la tengo contra esa madera.

—Van a oírnos —me regaña ella entre un jadeo.

—Que nos oigan.

Mi boca vuelve a atrapar la suya con cierta necesidad. Ella no se resiste, pero segundos después, vuelve a protestar:

—En veinte minutos tienes que salir al escenario. —Ni siquiera me parece extraño oírla tan agitada.

—Vale. Gracias por recordarlo.

La sujeto de la cintura con fuerza para levantarla, y sin pensarlo, la suelto en el pequeño sillón que está al lado del perchero repleto de diferentes combinaciones de prendas para el concierto de hoy.

Al notar que vuelve a intentar decirme algo, y que probablemente sea un insulto, la encierro debajo de mis brazos y comienzo a succionar su cuello en pequeños besos.

—Es muy arriesgado —me repite tomándome del rostro con sus dos manos, alejando mi boca de su cuello que ya está humedecido por mis labios.

Suspiro y abro mi boca:

—¿Qué es lo que te da tanto miedo? —le pregunto más dulce de lo que parece.

—Puede entrar alguien, Liam.

Me cuesta horrores no mirar sus labios hinchados por mi boca.

—¿Quieres que los invitemos? ¿Eso es?

—¿Qué? ¡No!

—Entonces no hay de qué temer.

—Sales en veinte minutos —me vuelve a repetir.

—No subestimes mis capacidades —deslizo una mano por debajo de sus bragas y descanso un dedo en uno de sus pezones para luego pellizcarlo como le encanta—. No lo hagas.

Jade suspira con aire de perdedora.

—Juegas sucio.

—Cerré la puerta del camarín antes de que entraras.

Ella voltea los ojos.

—Bien por ti.

—Nunca dejarás tu orgullo, ¿no?

—No.

—Entonces seré yo el que te hará dejarlo.

Mis manos empiezan a juguetear entre sus pechos y veo como Jade se obliga a no torcer el gesto. En otras ocasiones, le hubiera preguntado si podía ir más allá como lo hacíamos de costumbre, pero en esta ocasión lo que menos tenemos es tiempo para hablar.

Una ola de seguridad entra en mi cuerpo al ver que los ojos de ella brillan con cierto anhelo. Y la entiendo, claro que la entiendo, joder. Con esto de los conciertos y las giras no podemos tener mucho tiempo a solas.

Ella se merece más que eso.

Quito su sujetador a un lado como puedo y me hundo dentro de su enorme remera para empezar a besar la zona sensible que tanto placer conozco que le da. En cuanto mi lengua roza la punta de su botón, ella arquea su espalda hacia atrás en busca de más.

No está en mis planes quitarle la remera, no quiero que se sienta muy expuesta por si alguien toca la puerta o simplemente debe cambiarse apresurada. Bueno, no está en mis planes pero al parecer en los de ella sí, porque justo cuando me esfuerzo por levantar la mirada de sus pechos, ella se la quita, segura de sí misma, me tira hacia atrás para tener el control y se sienta a horcajadas sobre mi regazo.

Efecto Mariposa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora