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Ya nada tiene sentido.

Habían pasado dos días desde la desaparición de Melany. Sí, esas pertenencias sangrientas eran suyas y ella nunca apareció luego de ese almuerzo. Sospecho que se estarán preguntando porqué me salteo dos días y no los cuento detalladamente, ¿verdad? La respuesta es simple. Fueron días de plena búsqueda e interrogatorios intensos. No hicimos nada interesante aparte de mirar la cara de Mel en unos folletos y buscarla por cada rincón del bosque con la esperanza de que esté viva aunque, en base a mí predicción, eso era imposible.

¿Lo raro? No había rastros de ella a parte del bolso ensangrentado y las cosas que había dentro de el. No había ningún cuerpo, y mucho menos  indicios de vida. A pesar de no tener la maldita idea de nada, los directivos del campamento, a los segundos ya estaban creyendo que la mejor idea era comunicárselo a su familia cargando toda la responsabilidad sin saber qué fue lo que realmente pasó, pero la conexión del lugar era totalmente horrible y les costó miles de intentos (fallidos) conseguir una fuente de comunicación.

Nadie sabía nada.

Absolutamente nada.

Solo suponían cosas absurdas y ya.

Quizás fue un intento de suicidio o tal vez alguien la hirió o la amenazó o... no lo sé. Y ese alguien tenía que ser alguna de las personas que estaban en el curso de fotografía/escritura porque, no había nadie más allí. Es decir, la maldita persona a la que tanto buscábamos estaba en nuestras narices y nadie era capaz de darse cuenta.

Eran probables miles de cosas en ese bosque extraño, como mariposas en forma de advertencia, predicciones del futuro por medio de tótems, y hasta chicos como Liam; pero que Melany esté viva ya no entraba en esas cosas. Al menos hasta ese preciso segundo en el que todo dio una vuelta de 360°.

Lugar: cabina del guardabosques. Pequeña cabaña ubicada a un extremo del campamento a la cual tardé mil años en llegar. ¿Consecuencias de eso? Dos ampollas en mi pie izquierdo y casi un ataque de asma en el medio del trayecto.

Tiempo: en algún momento de la tarde donde el cielo ya se hacía notar anaranjado y la brisa era aún cálida.

Golpeé tres veces la puerta esperando unos segundos entre cada golpe. De repente un anciano con cara aplastada salió y me ofreció entrar con mala gana. En otras palabras, ese anciano era el guardabosques. Al instante supe que también era el mismo de los hotdogs por la particularidad de sus facciones: marcadas pero al mismo tiempo escalofriantes.

—Creo que solo tú caminas medio bosque sola luego de lo que sucedió —me murmuró mientras entraba—. Espero que sea importante.

—Lo es. —Observé una televisión vieja que había sobre un mueble. Sonó el típico ruido del programa de chimento y decidí cortar el silencio—: ¿Mirando las noticias?

—Mi pasatiempo favorito. —Caminó lentamente hacía su asiento—. La ciudad vecina, Counther, está en peligro. Deseemos que no llegue a Brigertown.

—¿Peligro? 

—Rai Chester, se dice que esa chica controla las tormentas o algo así —se expresó—. Se escapó de un laboratorio y toda la ciudad está perdiendo sus huertas por la cantidad de agua que creó.

—¿Controlar tormentas? Eso sí que es genial.

Él volteó sus ojos y de un clic en el mando apagó la televisión.

En fin. 

Me tomé unos segundos para localizar bien el lugar, era diminuto pero extrañamente acogedor. Había un escritorio de madera oscura, un estante con libros y una escopeta colgada en la pared que no me daba un buen rollo. 

Efecto Mariposa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora