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Se rebulló en su sitio mientras se estiraba un poco, con pereza abrió los ojos y sonrió. Sentía el brazo de su novio atrapando su cintura por completo y abrazándola con fuerza. Intentó moverse sin despertarlo pero al cabo sintió que la apretaba más contra sí.

—Estoy durmiendo, quédate quieta— lo oyó gruñir, por lo que se dio la vuelta.

Xiao era adorable mientras dormía con esa cara de ángel pero tenía un mal despertar y, además de eso, había desarrollado la manía de apretujarla durante la noche para luego no querer soltarla. Como a ella no le molestaba en realidad siempre aguantaba las ganas de reírse.

—No haberte desvelado anoche...— lo regañó disimulando una sonrisa.

—No te oí quejarte mientras te...— le tuvo que cubrir la boca con las manos, avergonzada.

—¡X-Xiao!

—Es la verdad— la abrazó aún más.

—Eres un gruñón, vamos, hay que levantarse o no llegaremos a tiempo— la miró finalmente.

—Buenos días.

—Buenos días...— lo saludó Lumine, aún sonrojada. —Amber se enojará conmigo ¿sabes? Y tú tienes que trabajar.

—Ya... me levantaré— la vio ponerse de pie y ataviarse con una de sus camisetas.

En realidad nunca le había dicho lo mucho que le gustaba verla en su ropa, el último tiempo solía dejarla al alcance solo para que ella lo hiciera, le resultaba tentadora pero el mismo tiempo era adorable. 

Lograba que deseara verla así todo el tiempo.

Habían pasado casi cuatro años desde que había iniciado su relación y cada día se convencía más de lo diferente que habría sido su vida si no hubiera conocido a Lumine, ella le brindaba una especie de paz que, no podía asegurar, pudiera obtener de otro lado. Se alegraba que todo hubiese salido bien luego de aquel accidente con el delincuente, había tenido una buena recuperación —mientras él la cuidaba en exceso, por supuesto— luego de algunos meses y actualmente gozaba de excelente salud.

Ya lo tenía decidido, la quería para siempre.

Ella, sin embargo, salió del baño y se dirigió a su bolso guardando la ropa que habían dejado regada por el suelo la noche anterior, tenía un brillo de felicidad en el rostro y le gustaba imaginar que era él quien se lo provocaba. 

Sin poder evitarlo, se le acercó y la abrazó por la espalda.

—¿No te quedas hoy también?— le preguntó, con la esperanza de que lo afirmara.

—Hace tres días que estoy aquí, Xiao, tengo que volver a casa.

El joven se decepcionó, pero le dio un lento beso en la mejilla esperando que cambiara de idea, le acarició el cabello y la cintura y... ella apartó sus manos, sonrojada.

—Sé lo que haces, rufián— le hundió el dedo en la mejilla. —Vístete, a desayunar, ahora.

Xiao suspiró, resignado, su novia ya le conocía los trucos por lo que muchos dejaban de tener efecto. Se comió una manzana de mala gana porque sabía que lo iba a regañar si continuaba saltándose el desayuno. Según ella sus hábitos alimenticios eran terribles.

La vio apresurarse luego de recibir un mensaje de su amiga y comenzar a andar de un lado para otro con prisa. Él solo la veía ir y venir con su expresión seria de siempre, le divertía verla correr. Mientras ella se enfrascaba en corretear, Xiao fue a terminar de prepararse e incluso terminó antes que su novia. La esperó apoyado en la pared durante quince minutos.

|XiaoLumi| Como polvo de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora