La manzana de la discordia:

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—Repítanme una vez más, ¿por qué estoy aquí?

El hijo de Poseidón miró a los olímpicos, quienes estaban actuando un poco más raro de lo normal, pero solo un poco.

Los dioses masculinos lo miraban con pena y lastima, incluso el mismo Zeus. Y si el cara trueno de Zeus sentía y mostraba empatía por Percy, significaba que lo que le aguardaba era algo demasiado terrible.

Las diosas... eran un caso a parte.

Artemisa y Deméter simplemente miraban a las demás con exasperación y frustración, como si no pudieran creer que estuviera pasando fuera lo que fuese que estuviera pasando.

Mientras que Hera, Atenea y Afrodita miraban fijamente al semidiós, esperando que contestara la pregunta por la que había sido convocado al Olimpo.

—¿Exactamente que cosa no te quedó clara?—preguntó Afrodita.

El semidiós se encogió de hombros.

—Pues... todo, déficit de atención y todo eso—dijo encogiéndose de hombros—. ¿Pueden repetir la pregunta?

Apolo suspiró cansado y agitó una fruta que tenía entre sus manos, una manzana dorada.

—Otra vez se están peleando por ver quien es la más bella—murmuró el dios del sol.

Percy bufó.

—¿Y ahora que hicieron y por qué no invitaron a Eris?

Hermes saltó de su asiento extendiendo los brazos.

—¡Eran demasiados invitados! ¡Perdí la mitad de las invitaciones, ¿está bien?!

Percy ladeó la cabeza confundido.

—El cumpleaños de Hermes—se encogió de hombros Dioniso—. El baboso perdió varias invitaciones mientras la repartía, y ahora todos tenemos que aguantar a esas tres pelear por una fruta.

—No es por una fruta—gruñó Hera.

—Es por lo que representa—especificó Afrodita.

Dioniso descartó las palabras con un gesto de la mano.

Percy suspiró cansado.

—En primer lugar, Felicidades Herms. En segundo lugar, ¿y por qué Hades me traen aquí?

Poseidón se removió incómodo en su trono.

—Pues... Percy... hijo... eras tú o nosotros—dijo tímidamente—. El gran héroe del Olimpo era la opción lógica.

El semidiós miró a todos los dioses masculinos secamente.

—Así que... me trajeron aquí para que la furia de dos diosas olímpicas caiga sobre mí y no sobre ustedes.

—Básicamente—dijeron Apolo y Hermes a la vez.

Percy se volvió hacia el hogar central, encontrando la llama pero no a su guardiana.

—¡¿Dónde está Hestia cuando se le necesita?!

—De vacaciones en Alaska—dijo Artemisa con aburrimiento—. Dijo algo sobre "necesitar un tiempo lejos de la manada de animales sin control que tiene por familia" lo que me parece un insulto, ¿qué le hicieron los animales para que los compare con ellos?

—¡Hey!—se quejaron Apolo y Hermes.

Percy suspiró resignado.

—Así que... quieren que elija a una diosa para darle la manzana.

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