Si quisiera definirme tal como soy, seria inevitable decir cosas tan banales como mi religion, mi tono de piel o mi cultura, cosas como aquellas que causan guerras mundiales sin importar terceros, mi cuerpo es igual al de un millón mas, como mera cúpula de madera que tuvo la suerte de cubrir de las balas los besos que hay en el alma; esa etérea muestra de lo que somos realmente y sin poder escapar acepta nuestro cuerpo como nadie mas podrá hacerlo.
Soy los libros que he leído y me faltan por leer, todas las cosas que dejo para el final, y las que por mero orgullo guardo para mi. Me gusta pensar que cada letra de mi lista de reproducción es una formula de perfecta sincronía.
Soy cada beso que he soñado, nunca llega y sin embargo he dado a las mejores personas de mi vida, y soy cada risa tonta que sale de mi pecho al pensar en ellos sonriendome. Pero igualmente soy la humedad de mis ojos al pensar en su felicidad y como terminaré perdiendome.
Porque aunque queramos negarlo, la muerte no repseta los corazones de pollo y quita una abrazo más.
Soy las cosas que odio de los demás y con poca y tímida cordura me dejos ver, para luego olvidarlo y nunca más saber de ello. Soy mis botas sucias, ese extraño lunar en mi costado, lo mal que me siento los sábados, ese odio profundo a los vicios. Cada zapato que olvido debajo de la cama, la voz mezclada de mis bandas favoritas, un beso de mis padres, una noche de habladuría con mi hermana, un alebrije que no sirve para lo que debería y las miles de cosas que pienso los domingos.
Soy las cosas que en vidas anteriores fueron muy motivo de encanto, que olvido y me perseguirán siempre.
Cosas que no puedo juzgar.