Lo que sientes al ser mirado a los ojos.
Excitación y vulnerabilidad.
Un ataque sanguinario y una defensa vencida.
Me pregunto si estaré evitando la miopía contigo, siendo mi opia.
Al estar sumergida en tus ojos, en tu rostro que encarcela mi mirada con un beso dejando libre la necesidad de hablar a los objetos distantes.
Pues todo lo que quisiera al estar contigo nace tras mis párpados cerrados.
Al abrirlos el sopor de las pupilas dilatadas me da miopía.
Sólo cuando te vas y queda el recuerdo único de nuestro duelo de miradas, el cuerpo sangrante de la perdida conciencia grita por que gire a ver los niños huérfanos de mi vida.
Pues siendo tu opia, no necesito prótesis acristaladas para ver lo único que quiero y son tus labios.
Siendo la intensidad ambigua el techo de una casa desconocida me retiro al ver que la lluvia no cesa, pues no es mi hogar eterno el que me brinda el consuelo del olvido, a las lágrimas del cielo que una vez y para siempre me empapan hasta volver a ese refugio atemporal.
Cada corazón roto, en busca de un bálsamo restaurador desea en el amor un consuelo, un amor más destructivo. O simplemente, se deja llevar por una ola de desastre a la que le empuja el verdugo con su maza dorada.
Y cada alma moribunda, en el sentimiento de otra persona, busca lo que no tiene, encuentra y se cree feliz.