"Acosador".
"Psicópata".
"Aberrado".
Son las palabras que dicen muchos cuando cruzo las puertas de la escuela el siguiente lunes por la mañana.
¿Qué mierda?
Le veo entre la multitud, y decido acercarme a pedir explicaciones acerca del particular trato que estoy recibiendo; sin embargo, una sonrisa cínica adorna su rostro en cuanto logro llegar a él.
Se ha convertido en esa versión que solo conocen sus amigos.
—¿Qué vienes a hacer acá, acosador?— pregunta. No puedo creerlo. Mi cerebro le da paso a una espiral de pensamientos que no parecen cobrar sentido, aún cuando me esfuerzo por hacerlo.
—¿Qué mierda te pasa?— le empujo.
Él me empuja de vuelta.
No puedo creer lo que está sucediendo.
Ayer por la tarde no podíamos despedirnos gracias a todos los besos que teníamos acumulados, y hoy simplemente soy un acosador, psicópata y aberrado.
"Nuestros" amigos se acercan, y sé que estoy solo en esto cuando uno de ellos dirige su puño hacia mi rostro. Mi vista se nubla, y puedo sentir el latido de mi corazón retumbando en mi cabeza de una manera que nunca imaginé.
Me golpean, y yo respondo como puedo; sin embargo, ya he perdido la cuenta de cuántos están golpeándome, cuando los directivos del instituto se acercan, y detienen la pelea. Los llevan a todos a la oficina del director, a excepción de mí, que me acompañan a la enfermería.
No siento el cuerpo.
No siento mi humanidad.
La enfermera me cura las heridas con mucha paciencia, haciendo un chequeo bastante mediocre pero exhaustivo, teniendo en cuenta la cantidad de instrumentos con los que puede contar una escuela pública. Me brinda una pastilla, y una excusa para poder evadir mis responsabilidades educativas por lo menos por el resto del día de hoy.
Y a pesar de que me duele la vida, mi corazón es el más afectado.
No puedo creer que haya dicho esas cosas sobre mí.
No puedo creer que me haya golpeado.
No puedo creer que D...
Las lágrimas salen de mis ojos sin pedir permiso.
¿En esto iba a terminar mi historia de amor?
¿En esto iban a acabar mis ensoñaciones y todas las esperanzas que puse en un nosotros?
Lloro con angustia sentado en la sala de espera.
—No puedo creer que D te haya hecho esto— dice Heather tomando asiento junto a mí. Luce incómoda, porque nunca hemos tenido una conversación decente, pero al mismo tiempo entiendo que empatiza conmigo.
La miro y asiento.
—Pues lo hizo.
—Es un pendejo— afirma.— Gracias a Dios llamé a los directivos antes de que te rompieran una costilla... lamento no haberlo hecho antes— dice esto último en un tono más bajo.
Intento acomodarme en el asiento,y esta vez la miro con mayor atención.
—¿Por qué harías eso?— pregunto.
—Decencia humana... ¿Sabes lo que es eso?— suelta una media sonrisa, y yo se la devuelvo.
—Lamento haber deseado que murieras— respondo yo esta vez, en una broma privada conmigo mismo.
—¿Que hiciste qué?— ella mantiene la sonrisa, pero a la vez me mira con curiosidad.
—Me moría de los celos cada vez que estaban juntos. Ahora entiendo que ninguno de los dos merecía a alguien tan mierda— respondo. Mi voz es ronca, y suena bastante cansada.
El dolor de los golpes dejó de ser mudo, gracias a que se está pasando el efecto de los calmantes.
—Tienes razón— ella apoya su mano en mi hombro con bastante delicadeza.—¿Estás esperando a que vengan por tí?— pregunta, y yo asiento. —Excelente.— Ella me brinda una última sonrisa, se levanta, y está dispuesta a salir de mi campo de visión, cuando de pronto voltea hacia mí. —Conan.
—¿Heather?
—Va a querer volver a ti, no dejes que te convenza— me aconseja y esta vez no espera una respuesta.
LLevo mi cabeza hacia atrás.
Espero no seguir siendo tan tonto como las ocasiones anteriores.
Las lágrimas continúan fluyendo sin orden ni concierto, y ya ni siquiera evito que me miren las personas que se encuentran alrededor. Algunos que caminan a sus clases, y otros que simplemente quieren adivinar lo que ocurre conmigo.
Ya nada de eso me importa.
Mi teléfono suena con una notificación.
"Fui un idiota.
Arreglemos esto.
Necesito que me perdones"
Con el corazón convertido en añicos, pero con la intención de nunca caer de nuevo, me decido en contestarle:
"Puedes decirle a todos tus amigos que soy un acosador, un loco, un psicópata, que solo estuviste conmigo para sacarte algunas risas. Todo lo que puto quieras.
Pero no quiero volver a saber nada de un maniático como tú".