Together

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Sumario; Draco y Tom son niños pequeños, aunque Tom es 3 años mayor que el Malfoy. Ambos son huérfanos de padres, pero tienen un tutor, que es Abraxas Malfoy.

Draco tiene 6, Tom tiene 9.

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Esta noche, al igual que todas las anteriores en dos semanas, luego de cenar, Tom se encerró en su habitación a ha saber qué cosas hacía, porque también al igual que las demás noches anteriores, prácticamente le cerraba la puerta en la cara y no lo dejaba entrar.

El diminuto niño rubio ni siquiera le había podido dar su abrazo de buenas noches.

Draco se había ido a la cama sintiéndose un poco abatido. Realmente no comprendía que podía estar haciendo Tom que requiera encerrarse en su cuarto y dejarlo solo a él.

Se acomodó en la enorme cama con su peluche de Dragón que tenía desde que era un bebé, abrazándolo con fuerza mientras intentaba dormir.

No podía, se había acostumbrado tanto a tener el calor del cuerpo de Tom a su lado, dispuesto a abrazarlo si tenía pesadillas, frío o simplemente si quería ser un mimado.

Había estado todos esos días durmiendose a altas horas de la noche del puro agotamiento.

Unas horas más tarde, aún sin poder conciliar el tan aclamado sueño, Draco se apresuró a sacarse las sábanas y acolchado de encima y gateo hasta el borde de la cama con su Dragón enganchado en el pliegue de su codo. Una vez allí, se bajó con un pequeño salto, intentando no hacer ruido.

Él no iba a dormir otra noche solo en esa habitación tan grande. Le gustara a Tom o no, el rubiecito iba a dormir con él.

Con eso en mente, salió de su cuarto, pegando su peluche a su pecho y sujetándolo con fuerza. No vaya a ser cosa que su Dragón se pusiera travieso y escapara para jugar a esa hora de la noche.

No podía permitirlo.

Se paseó por los anchos, largos y fríos pasillos de la mansión, en busca de esa puerta tan conocida para él, e intentando ser lo más silencioso que puede ser un niño de 6 años.

Por fin, llegando a la habitación de Tom, Draco tiró de la manilla de la puerta, estremeciendose de pies a cabeza por lo fría que estaba, y deseando en un susurro que Tom no haya trabado por dentro.

Un pronunciado puchero se abrió paso en los diminutos y rosados labios del rubio cuando la puerta no se movió de su lugar.

La tristeza y decepción se hundieron en su pecho, llenándolo de ganas de echarse a llorar, antes de que se volviera a iluminar por el recuerdo de la voz de Tom diciéndole que si quería algo, solo tenía que pensarlo con muchas ganas e intensidad, y sucedería. Aunque el pequeño Draco aún no tenía muy en claro qué significaba intensidad, cerró los ojos apretandolos con fuerza y repitió unas cuantas veces en su mente que quería abrir la puerta.

Unos leves clics se escucharon en el gran pasillo silencioso e iluminado con una sola vela flotando cerca del niño, que había aparecido a mitad de su camino a la habitación de Tom.

Una gran sonrisa floreció en la preciosa carita de bebé del rubio, emocionado porque su Tom tenía razón y había podido abrir la puerta con sólo quererlo mucho.

DratomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora