Echando de menos

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Tom Riddle se apareció a si mismo en los jardines delanteros de la obscenamente gran Villa alejada del ajetreo del magos y brujas, que le había regalado a Draco como obsequio de matrimonio y en la cual habían decidido mudarse porque los reporteros no paraban de enviarles cartas intentando combenserlos, a Draco más que a Tom, de que dieran una entrevista sobre como llegó a convertirse en el esposo del Señor Oscuro, del gran Lord Voldemort.

El mago había estado fuera durante tres días y dos noches en una misión con sus mortifagos que lamentablemente se había extendido demasiado y estaba ansioso por llegar a casa donde lo espera su príncipe.

Porque ahora tenía algo a lo que llamar casa, hogar. 

Inmediatamente un pequeño elfo doméstico con una camiseta negra larga que se veía bastante limpia le abrió la enorme puerta de madera vieja y le dio la bienvenida.

—¿Dónde está Draco?—.

Fue lo primero que preguntó cuando la criatura de orejas puntiagudas dejo de tartamudear su saludo, mientras se sacaba la larga gabardina negra que usaba y se la entregaba a otro elfo junto con el sombrero, también negro.

—El amito Draco ha estado en la biblioteca todo el día, Amo, Sr. Riddle—. Luego de unos segundos que el elfo dudo dijo:—También se ha llevado consigo la almohada de usted, señor—.

El Riddle frunció un poco el ceño.

—¿Dijo que dormiría allí?—. Cuestionó Tom, e inmediatamente pensando en si había hecho algo que molesto a Draco antes de irse.

El elfo se retorció los largos dedos de sus pequeñas manos en un acto de nerviosismo y Tom alzó una ceja en su dirección esperando por la respuesta.

—No, amo, señor. El amito Draco le dijo a Tany que era para no extrañarlo tanto a usted, señor—. La elfa, Tany, parecía un poco reticente de soltar lo que su "amito Draco" le había confesado.

Pero Tom pudo sentir que una sonrisa comenzaba a tirar de sus labios. Reprimiéndola apenas, volvió a poner su atención en el elfo domestico.

—¿Ha comido algo el día de hoy?—.

—Por supuesto, amo, Sr. Riddle—. La criatura se notaba incluso ofendida con la pregunta del mago, y Tom pensó que seguramente así se sentía. —Tany supervisó e hizo todas las comidas del amito Draco. Y el amito dijo que Tany hace una comida deliciosa—. Parecía no caber en su propia emoción por el cumplido de su rubio amo.

Asintió satisfecho con las respuestas y la despidió con un gesto de mano, abriéndose camino a la biblioteca para buscar a su esposo.

El Riddle había notado en estos dos años de convivencia con Draco, que el menor acostumbraba a entablar "amistad", si es que así se le podría llamar, con los elfos domésticos. Unas cuantas veces lo había sorprendido en una conversación bastante intensa sobre quién sabe qué, o incluso pidiendo su opinión sobre algo. Draco les solía agradecer en voz alta cuando creía estar solo o les daba una corta mirada de agradecimiento, que podría pasar totalmente desapercibida si no le prestas realmente atención a los grises ojos, cuando Tom o algún invitado estaba en la misma habitación. Nunca había dejado de hacerlo, ni siquiera después de haber entrado en confianza alrededor de él. Aunque parecía más una acción inconsciente que hecha de forma cuidadosa, por las tantas veces que lo tendría que haber hecho delante de sus padres.

También notó que no era una actitud de ahora o incluso forzada como él mismo había creído al principio, y lo siguió creyendo, burlándose internamente del menor sin saber qué quería lograr con aquello. Hasta que en una de las tantas veces que se habían sentado frente a la chimenea de la sala de estar, con el fuego calentando superficialmente el lugar y luego de cenar, en donde su rubio esposo se acomodaba en su regazo y le contaba cosas, lo que sea, Draco le platicó un poco sobre su infancia. Le hablo el como sus padres, Lucius y Narcissa Malfoy, desde que tiene uso de razón, lo dejaban al cuidado de los elfos de la Mansión Malfoy, y prestándole atención solo cuando se requería de su presencia como heredero Sangre Pura del antiguo e imperioso linaje Malfoy en las elegantes fiestas de funcionarios con alto estatus y muchos galeones en sus bóvedas.

La tristeza y soledad estampada en todo su bonito rostro y grandes ojos llenos de resignación como si aún fuese ese pequeño infante que se quedaba hasta tarde pensado en qué había hecho mal para merecer tanta indiferencia de sus progenitores.

Los elfos domésticos eran la única compañía constante que Draco había conocido. Desde siempre.

Estaba bastante seguro que durante su niñez en el orfanato muggle se había atormentado con los mismos sentimientos de desolación y abandono que su rubio esposo había pasado, pero eran los mismos que había suprimido y enterrado en el fondo de su mente, tanto que apenas le eran reconocidos.

Y maldito sea Merlín si Tom no haría lo que sea para que esa expresión no fuese puesta allí por sus propias acciones y falta de empatía con ciertas emociones.

Aunque le encantaba cuando su príncipe se lanzaba a sus brazos y se aferraba a él como si fuera a desaparecer si lo soltaba en un descuido, o le llenaba el rostro de besos con rápidos murmullos de cuánto lo había extrañado y hecho falta entre cada roce de los rosados y suaves labios contra su piel, cuando tenia que salir por días completos.

Le gustaba sentir la intensa necesidad y dependencia que Draco había desarrollado hacía él en pocos meses de cortejo. Riddle no creía que existiera otra persona en el jodido planeta que profesara tanto afecto sin esperar lo mismo a cambio como el jovencito apellidado Riddle por derecho.

Su marido.

Un Tom Riddle más joven lo miraría con evidente desprecio y asco, antes de comenzar a lanzarle crucios a diestra y siniestra si le dijera lo tan a gusto que está estando casado con un niño delicado y hermoso como un hada, y con algunas actitudes que le harían recordar a Abraxas Malfoy en sus tiempos de Hogwarts. Actitudes que él mismo no aguantaba del pomposo rubio, y que ahora le divertían y le causaban ternura del nieto del hombre, Draco.

Divagando en sus pensamientos sobre el mago al que estaba buscando, entró a la enorme biblioteca con libros heredados de los Malfoy, los Black y unos tantos que sacó de la arruinada Mansión Riddle y otros de los Gaunt, encontrándose de frente con la imagen de lo que los muggles acostumbran a llamar divinidad.

Draco se había quedado dormido en el gran y cómodo sofá de peluche suave, que sorprendentemente no desentonaba en la biblioteca de aspecto antiguo, y había elegido el mismo niño dormido. Estaba abrazando con los brazos y una larga pierna lampiña la mullida almohada que Tom utilizaba para dormir; su preciosa carita completamente relajada, libre de cualquier tensión que la endurezca, y el cabello largo hasta los pómulos ligeramente despeinado y apuntando en diferentes direcciones. También parecía haber usurpado una de las camisas de Tom, que le quedaba enorme al pequeño cuerpo. 

El libro que había estado leyendo, completamente olvidado en el suelo cubierto de alfombra de la habitación.

La vista de su príncipe yaciendo allí dormido y usando cosas de él para no echar en falta su presencia con su olor, lo tenían increíblemente excitado y extasiado.

Tom se acercó al sofá, acomodándose en la orilla y acaricio suavemente el sedoso cabello pálido. Sintió a Draco soltar un leve suspiro adormilado y supo que iba a despertar. 

Como si le pesaran y parpadeando repetidas veces con lentitud, el hombre mas pequeño abrió sus hermosos ojos grises, mirando a Tom directamente. 

—Hola, príncipe—.

—Tom—. Susurro Draco aún viéndose un poco afectado por el sueño. —Te hemos extrañado muchísimo—. Continuó llevando una delgada mano a la abultada pancita que apenas se notaba a través de la enorme camisa de Tom y comenzando a pucherear como el príncipe mimado que es, haciendo reír al Riddle pelinegro.

The end.

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¡Buenas, beibis!

Yo creo que Tom sería de esas personas que en vez de aceptar o sintonizar con sus tiempos de mucha vulnerabilidad y malas experiencias personales, él las reprimiría todas hasta el punto de mirar sus recuerdos con tal indiferencia como si nunca le hubiese sucedido a él, o ni siquiera recordarlos del todo.

Es mi punto de vista.

Espero estén muy bien. Y si no, les mando todo mi apoyo desde mi casita.

Camila.

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