2da parte de "A Draco le gusta..."

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-¡Merlín!-. Draco gruñó una vez que Tom los apareció en la sala de estar de la Villa que Draco había comprado una vez que cumplió los 17 y pudo independizarse de sus padres, y que luego de vincularse y casarse, compartía con Tom. El mago mayor lo miró, ligeramente aturdido por esa repentina explosión y alzó una ceja oscura en una pregunta silenciosa. -Estoy muy caliente, Tom-. Confesó como si nada. Tom solo pudo observarlo desde su lugar, estático y en silencio, completamente sorprendido, mientras su rubio esposo se acercaba a él. -¿Y bien? Si no haces algo al respecto, tendré que manejarme yo solo-. Provocó, comenzando a deslizar la elegante túnica de sus hombros. Y en un suave silbido, cayó al suelo.

Su polla, dormida hace un momento, dio un salto contra la tela de su ropa interior, claramente interesada por las palabras de Draco.

-Me pone mucho cuando estás celoso-. Draco siguió hablando cuando vio que Tom no iba a decir palabra alguna. Sus pálidos, finos y bien cuidados dedos se movieron a los botones de su camisa, haciendo un hábil y rápido trabajo abriéndola. -¿Vas a complacerme o sigues molesto, amor?-. Ronroneo suavemente, los grandes ojos grises ligeramente dilatados, mirándolo con gran inocencia, de la cual Tom sabía que Draco carecía.

Cuando las uñas esmaltadas de Draco rascaron su pecho ahora desnudo hasta el borde de su pantalón y lo miró con una rubia ceja alzada, petulante; Tom, por fin reaccionó, y decidiendo que era momento de volver a tomar el control, lo tomó de la delgada cintura, atrayendolo increíblemente cerca de su cuerpo, y besándolo duro, con hambre.

Estaba duro, muy duro. Y por el pinchazo que sentía en el muslo, podía decir que Draco también lo estaba. Paseó sus manos por las caderas del rubio acariciando unos pocos segundos allí, antes de bajar al redondo y bien formado trasero de Draco. Sus manos parecían tener vida propia, amasando, pellizcando y apretujando los adictivos glúteos aún vestidos por la minifalda.

Hermosos sonidos salieron de la garganta de Draco, sonidos que Tom se trago diligentemente.

Separándose casi a regañadientes de la deliciosa boca ahora hinchada y pintada de un fuerte color rojo, y llevándose un gemido de protesta de Draco, que se convirtió inmediatamente en uno de placer cuando Tom dejó caer su pesada mano en un pequeño golpe al muslo desnudo del rubio, reprendiéndolo.

-¿Asique te parece divertido ponerme celoso, hum?-. Su voz increíblemente ronca mientras se abría paso por la piel blanca del largo cuello del rubio.

-No, no di-divertido. Caliente-. Corrigió en medio de un suspiro mitad gemido cuando Tom le dio un pequeño mordisco a la sensible piel del pulso.

Tom gruñó de gusto, encantado con la forma en que Draco siempre se deshacía por sus caricias y sus besos, mordidas o chupetones. Por él, por Tom.

Jamás se cansaría.

Los guió hacia atrás, a la pared más cercana, encerró a Draco allí, entre su cuerpo y el muro tapizado de un color crudo, y mientras volvía a atacarlo con un beso mucho menos duro pero sí más demandante, lo tomó de los tiernos muslos con más fuerza de la que pretendía, seguramente al otro día podría ver sus dedos marcados allí, obligandolo a enredar las piernas en sus caderas. El jadeo de sorpresa de Draco le dio la oportunidad para adentrar su lengua en esa cálida y húmeda cavidad. Podía saborear el champán dulce que el rubio había estado bebiendo antes que Tom decidiera aparecer.

Aún manteniendolo en su lugar, pegándose al cuerpo más delgado, con una mano todavía agarrando el muslo de Draco, llevó la otra, acariciando la tersa e impoluta piel desnuda, siendo recompensado por suaves jadeos, al trasero de su esposo.

-¡Jodido Merlín, Draco!-. Exclamó, respirando con fuerza, su mano rozó la tela. Y mierda, Tom podría correrse en ese mismo instante. -Te has puesto bragas...-. Tom pudo sentir que era suave, apretada, sosteniendo bastante bien las bolas y la polla dura de Draco, y que era de alguna clase de encaje.

Draco pareció increíblemente tímido, haciendo un gran contraste con la mirada dilatada y el rostro acalorado de deseo y excitación de hace un momento, cuando se encogió ligeramente de hombros y le dio una pequeña sonrisa.

-Tenía que combinar, ¿no crees?-.

Y Tom no pudo estar más de acuerdo con su marido. Y las caricias hambrienta y casi con reverencia que le dirigia a ese pequeño trozo de tela lo delataba.

-Absolutamente, príncipe-. Concordó en un gruñido, antes de pasar su mano hacia el frente, donde el encaje mantenía un fuerte agarre a la erección dura de Draco.

El delicioso gemido y el estremecimiento en el cuerpo pálido y más pequeño solo sirvió para ponerlo más duro e impaciente por enterrarse en el apretado calor de su rubio. En un rápido movimiento, abrió la bragueta de su pantalón de vestir y sacó su polla, propinándole unas pocas caricias lentas de arriba y abajo, y frotando la punta contra la pequeña humedad que podía sentir a través del encaje de Draco.

-¡Por favor, Tom! Nada de juegos. Te necesito dentro de mí ahora-. Ese ruego desesperado fue todo lo que Tom necesitó para mover la delicada tela de la tanga, murmurar un rápido hechizo de lubricación al interior de Draco y a su propio pene, y hundirse de una estocada en el cálido y estrechó canal de su marido. Ambos gimieron simultáneamente, Draco siendo un poco más vocal que Tom, maldiciendo entre pesadas respiraciones. Después de todo, Tom ni siquiera lo había preparado para recibirlo. -Mu-évete-. Y Tom obedeció.

Al principio fue lento, suave pero certero, pero al minuto, cuando el estrecho agujero de Draco aflojó ligeramente el fuerte y exquisito agarre a su polla, las embestidas solo fueron en aumento. El ritmo duro y rápido que Tom había adoptado, llenó la habitación del sonido lascivo de choque de pieles, un pequeño chapoteo húmedo por el lubricante cada vez que salía de la calidez de Draco y volvía a entrar, y los gemidos, jadeos y gruñidos de parte de ambos. Un grito ronco salió de Draco, y Tom supo que había dado en el lugar correcto. Adoptó las fuertes embestidas para que siguieran golpeando duro la próstata de su rubio, siendo inmediatamente recompensado por dulces gemidos altos, y constantes balbuceos sobre lo bien que se sentía. Unas cuantas estocadas más tarde, sintió a Draco tensarse alrededor de su eje.

-Vamos, príncipe. Quiero escucharte gritar mi nombre... cuando te vengas para mi-. Demandó sin detener sus movimientos.

Uno, dos, tres golpes duros más y Draco se corrió, una letanía con su nombre mientras lo hacía. Tom lo siguió pocos segundos después, sintiendo las maravillosas contracciones del orgasmo en el apretado ano de Draco, follando a través de su propio alivio y corriéndose en el interior del rubio.

Apoyó su frente sudorosa con la de Draco, respirando pesadamente al igual que su esposo. Estuvieron así durante un minuto entero, o más, y cuando por fin recuperaron algo de fuerza, se sonrieron mutuamente. La dulzura y el amor en la sonrisa de Draco lo tentó a besarlo. Y así lo hizo. Beso a su príncipe un largo rato, suave y delicadamente.

-Eso fue malditamente increíble. Creo que haré que te pongas celoso más a menudo-. Dijo Draco, una vez se apartaron del beso, Tom sacó su pene de la entrada del rubio y lo ayudó a bajar de su cintura cuidadosamente.

-Salazar bendito, realmente espero que no te atrevas a hacer eso-. Tom se quejó, siendo un completo dramático. Después de todo, si iban a terminar de esta forma cada vez... no le importaría tanto encelarse un poco. Por otro lado, en realidad se pone celoso y posesivo con bastante facilidad cuando se trata de su rubio marido.

Draco se rió, una risa hermosa si le preguntan a Tom, se aliso las arrugas de la minifalda, aunque era un caso perdido. La corrida de Draco había salpicado a través del encaje de las bragas y la había manchado con pequeñs gotas de semen. Luego le dio a Tom una pequeña sonrisa coqueta, las mejillas aún ruborizadas por la reciente actividad.

-Espero que no te sientas cansado ya, Marvolo-. Se alejó caminando en dirección a las escaleras. Tom alzó una ceja, aunque no pudo evitar seguir con la mirada el movimiento exagerado de caderas de Draco. Esa maldita minifalda. -Te estaré esperando en la habitación-. Sus ojos grises dejándole ver un brillo travieso.

-¿Tu no te cansas, verdad?-. A pesar de sus palabras, su pene semierecto ya estaba reaccionando atento a las palabras del rubio.

Draco soltó otra risita.

-¿De ti? Nunca, amor-.

The end.

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