William Moriarty y Sherlock Holmes se ven obligados a comprometerse, cada uno por diferentes razones.
El gran detective de Londres sabe que ese omega quiere algo de él, pero no logra descifrar ¿qué? Liam es demasiado contradictorio y...peligroso.
...
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Por alguna razón Charles Augustus Milverton disfrutaba del caos, especialmente cuando este lo beneficiaba.
Así que cuando se enteró de que un grupo de nobles inestables económicamente pretendían iniciar una guerra civil, no tardó en aceptar la propuesta de ser el asesor de esos cabezas huecas y usar su influencia para crear pánico con toda esa tontería de "Jack el destripador".
Todo iba viento en popa pero justo la noche decisiva su maravilloso plan dio un giro inesperado.
Un "Jack el destripador" falso apareció y logró que las fuerzas de Scotland Yard y el pueblo se unieran limando asperezas y dejando la posibilidad de una guerra civil fuera del mapa.
Estaba a punto de perder la cabeza después de presenciar la explosión en el edificio donde los empresarios idiotas estaban reunidos hasta que lo vio.
Como un rayo de luz en medio de la obscuridad esa inconfundible cabellera rubia y ojos escarlata apareció en medio del caos.
No se tenía que ser muy listo para saber que su presencia en ese instante no era coincidencia.
—William James Moriarty—sisea el alfa entre dientes.
Justo ahora tenía una buena razón para buscar venganza en contra de ese infame omega que solo le hizo quedar en vergüenza.
La verdadera guerra a penas comenzaba.
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—¡Por un demonio!—suspira Sherlock dejándose caer pesadamente en el sillón de la oficina de William.
En la madrugada Lestrade lo solicitó para que diera su punto de vista en un suceso que había ocurrido en la madrugada con el famoso "Jack el destripador".
Después de ver la escena del crimen, Sherlock dio su veredicto: los alfas muertos había sido víctimas de Jack y la explosión tuvo el fin de borrar evidencia.
Era lo más lógico y aún así se sentía insatisfecho consigo mismo.
William tomaba el té tranquilamente y sonrío del lado al ver la cara exasperada de su marido.
—¿Qué pasa, Sherly?—pregunta dejando su taza sobre la mesa de centro—¿Tú caso no resultó ser lo que esperabas?
—Para nada, fue algo interesante—suspira el alfa—Pero hay cosas que no terminan de cuadrarme.
William ahora está más interesado así que deja su lugar el sillón para sentarse el espacio que el cuerpo de Sherlock deja en el mueble continuo.
