𝟮𝟱

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Ulises le enseñó sus dientes amarillos, acariciando la cadena de oro de su cuello. Después se giró hacia sus amigos e hizo una señal que Ailén vio. Como una liebre, salió disparada hacia la verja con la intención de subir hasta arriba y librarse de ellos, pero fueron más rápidos y dos de ellos la cogieron por sus piernas para que cayera al suelo. El impacto contra el duro pavimento provocó que se diera un golpe en las rodillas, con el que gimió de dolor. Incapaz de volver a escalar, los dos chicos le cogieron por los brazos y la levantaron.

— Cabrón. ¡Soltadme!

Ulises soltó una risita y se frotó las manos, como si hubiese robado el trofeo de una competición en la que había perdido.

— Sentenza te está buscando. No le hizo gracia que le dejases en visto después de que te diera un trabajo que no mereces, una habitación de hotel y cosas de belleza que no te han servido de nada. Sigues siendo igual de basta que siempre. Encima hemos estado cuidando de tu puta abuela, pero como eres una imbécil, hemos dejado que se la llevara la poli.

— Menos mal.— Suspiró Ailén al acordarse de Lyanna, la jefa de Eryx, la cual había cumplido su parte.— Si le has hecho cualquier cosa, Ulises, te juro que voy a arrancarte la nariz para que no puedas meterte ni un gramo de coca.

Ulises se tomó muy personal su amenaza, cogiéndole de la mandíbula con su mano y estrujándola para que callase. Ailén se movió para intentar liberarse, pero estaba inmovilizada, y solamente pudo mirarle con odio.

— Tienes que pagar. Suponemos que no tienes dinero ahora, pero tranquila, da gracias que eres una chica. Tu cuerpo nos sirve.— Se giró hacia uno que miraba la escena sin hacer nada.— ¡Pal!

Ailén quiso gritar cuando la enorme mano del que la sujetaba a su derecha le tapó la boca. Pal, al cual había llamado Ulises, le quitó la chaqueta de Tracer y la tiró a un lado de la calle. Luego cogió sin miramientos la camiseta que llevaba debajo por el cuello y sacó una navaja. Ailén gritó con los ojos muy abiertos pensando que le cortaría la garganta y la mataría sin piedad, pero Pal rajó el cuello de la camiseta para rompérsela por delante y dejar su cuerpo al descubierto. Después bajó sus manos para desabrocharle los vaqueros y Ailén pateó su torso, tirándole al suelo. El otro chico que se había quedado al margen sacó su móvil y grabó lo que le estaban haciendo mientras se reía.

Pal volvió a la carga para quitarle los pantalones pero, por mucho que dio patadas y se movió sin parar, ganando más tiempo, consiguieron quitárselos entre los dos. Una vez se quedó en su ropa interior, Ailén dejó de intentar escapar. Su cuerpo se sentía muy cansado y ni siquiera notaba el frío, no, la piel erizada de sus brazos y piernas no era por el viento. Deseó poder tener la capacidad de desmayarse en aquel instante para no poder sentir nada.

Al notar que había callada y quieta, el chico de su derecha quitó su mano de la boca. Pal se apartó para dejar pasar a Ulises, que se acercó indebidamente a Ailén y pasó sus brazos por la espalda para intentar desabrochar su sujetador. Ailén apartó su cabeza y miró al suelo mientras las manazas de Ulises lidiaban con su broche. Por los movimientos nerviosos de sus dedos inexpertos y su cara volviéndose tan roja como un tomate enrabiado, Ailén supo que no había tocado una mujer en su vida. Aquello le hizo sonreír con sorna, burlándose de él.

— Estate quieta, joder.

— Eres patético.

Sus amigos esperaban a que acabase, metiéndole prisa, y Ulises se quejaba de que era culpa de ella. Ninguno se aclaraba. Ailén pensó que era tan lamentable pero angustioso a la vez acabar en manos de unos monos sin cerebro ni corazón, que tuvo lástima por ella misma.

Si tan solo hubiese dado la vuelta por el otro lado del callejón lo más seguro era que aquello no hubiese sucedido nunca. Pero, lejos de echarse una culpa no merecida, lo que más lamentó fue que había abandonado a Tracer justo como lo había hecho con Eryx, cuando ellos habían confiado en que ella se quedaría a su lado.

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