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Léa

¿Ir con mi padre o quedarme?

Todavía seguía debatiendo, sé que quizás la posición es algo clara, pero algo me decía que debía irme y la otra parte decía quédate, no sabía bien si era por querer ser cortés, no me gustaba la idea de dejarlo ahí solo.

Parece que él está procesando toda la información que acaba de ver, al cruzarnos miradas por primera vez, parecía intrigado, ya éramos dos en ese aspecto.

Debería de haber un tipo de alerta para las personas que me empiezan a conocer, pero me gustaba, era que a él podía venderle una nueva versión que nadie ha tenido la fortuna de conocer.

Errores no puedo cometer, lo tenía muy claro, además ya tengo uno pendiente que luego me encargaré de ello, pero con este chico, sentía que en algún momento la vida me iba a pasar facturas, de todas formas, aprovecharé cada instante y daré pasos seguros para seguir con el rumbo de las cosas.

- ¿A dónde te dirigías? Digo, para guiarte – hablo finalmente aun mirándolo.

- Iba para el baño, pero ya no es necesario – respondió manteniendo aún su mirada en mí.

- Entiendo – sonrío – por si luego quieres ir de nuevo, es en dirección contraria – señalo con mi pulgar detrás de mí.

- Gracias por el dato – sonríe amablemente como respuesta – en mi defensa la casa es algo grande ¿Me creerías si te digo que me perdí? – comenta.

Realmente me agrada este chico.

- Y yo que pensaba que querías hablarme – rio para romper el hielo siguiéndole el juego, creo.

- Bueno, ese era el plan, pero quería cambiar un poco la estrategia, ya sabes, para que no fuera tanto cliché – comentó gracioso y como respuesta me reí nuevamente.

Anotado como el día en el que una persona que acabo de conocer me ha hecho reír más de dos veces en el día.

- Soy Léa – dije algo más calmada dejando mi risa por un lado y estirando mi mano esperando la suya como respuesta.

- Emmanuel – respondió tomando su mano con la mía y estrechándola.

No había pasado menos de tres minutos, cuando veo que hace una mueca de dolor silenciosa y posiciona su mano en su estómago, el movimiento fue algo similar como si tuviera nauseas.

La sonrisa que tenía en mi cara se borró de inmediato pasando a mirarlo con preocupación – Ey ¿Estás bien? ¿Te sucede algo?

- Si, no te preocupes – respondió, parecía que trataba de controlar lo que le estaba sucediendo.

Entrenada para situaciones como esta no estaba, no sabía que decir o hacer, realmente estaba preocupada por él.

Organizaba a mi cerebro para que tomara el control y me dijera paso a paso que debía hacer y no embarrarla en el intento.

Ni siquiera me había dado cuenta que no le contesté a lo que me dijo y de lo distraída que estaba pensando cómo debía actuar, mi preocupación por la situación bajó.

Tan distraída estaba que no noté lo pálido que estaba y ahí fue cuando subía de nuevo mi preocupación más de lo que ya estaba anteriormente - ¿Cómo quieres que no me preocupe si estás todo pálido?

No sé si era normal tener este tipo de preocupación por una persona que acabo de conocer, pero digamos que mi parte bondadosa se activó por si sola y me nació ayudarle, como fuera necesario.

- Estoy bien – simplemente contestó, luego me miró y suspiró – En serio.

- Acompáñame, te ayudaré con lo que sea que te esté pasando – giré sobre mis pies dirigiéndome hacia las escaleras, al no sentir que me seguía, me detuve en los primeros escalones y giro para mirarlo.

Sálvame... Por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora