Nuestro pequeño secreto

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~Paulo~

"¿Q-qué?" Fue todo lo que pude balbucear.

"¿Qué te parece si estamos juntos? Es decir, tú lo dijiste."

"No podemos."

Mauro se sentó sobre la cama, tomando mi barbilla y mirándome a los ojos.

"¿Y eso por qué?" Preguntó.

"Bueno primero, porque tú tienes 18 años y yo 15."

"Si lo piensas bien, sólo son tres años."

"Segundo, no vas a estar aquí permanentemente."

"Ambos tenemos celulares y vivo sólo a dos horas de distancia."

"Y, ni siquiera voy a mencionar a mis padres y cómo van a reaccionar si se enteran."

"No lo harán."

"¿Cómo lo sabes?"

"Sólo lo sé."

Nos sentamos en silencio mientras comencé a pensar, ¿en verdad sería tan malo?

"Está bien." Solté.

"¿Qué dijiste?"

"Dije que está bien, quiero que lo intentemos."

"¿En serio?"

"En serio."

Mauro me miró y me sonrió con alegría, se veía como un lindo niño pequeño.

"Prometo que no te defraudaré, juro que no te arrepentirás."

"Será mejor que no." Bromeé.

De repente, todo el mundo se detuvo. Sus grandes manos me tomaron de las mejillas, acercándome a sus labios...

Entonces, sucedió.

Sus labios se estamparon contra los míos, sus manos bajaron hacia mi cintura, acercándome más.

Se sintió como el cielo puro. Era inocente y lleno de amor, estaba sobre una nube y no había nada en el mundo que me hiciera querer bajar de ahí. Era todo lo que siempre soñé... era mi primer beso.

Se alejó de mí, sonriendo ladino mientras yo comenzaba a ruborizarme.

"No sabes cuánto tiempo he deseado hacer eso." Se burló.

"Cállate."

[Al día siguiente]

~Mauro~

Hoy era el día, el día que me devolverían el celular, el día que debía ir a terapia para el manejo de la ira.

Paulo y yo estábamos en su habitación, esperando que su papá viniera y me llevara en el auto, Paulo por otro lado, iba a salir con sus amigos.

"Adiós, Mauro." Canturreó.

Antes de que pudiera irse, lo tomé gentilmente del brazo, acercándolo más a mí mientras lo besaba, rodeando su cintura con mis brazos.

Se podía decir que estaba un poco sorprendido, pero aún así me besó también.

"Adiós, rubio." Sonreí.

"A-adiós, Mauro." Tartamudeó, sus mejillas se enrojecieron.

" Tartamudeó, sus mejillas se enrojecieron

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