Libertad, el viento recorriéndote la cara sin pensar en nada más que seguir adelante, velocidad, soledad, adrenalina... Los cascos del caballo rebotando contra la fina hierba fresca, mientras relincha con todas sus fuerzas. Agarro fuertemente las riendas y me acerco a su lomo, gritando sobre el viento: — ¡Más rápido Pegaso!—
¿Por qué le llamé Pegaso? Muy fácil ya que cuando cabalgo con él siento que vuelo y por un momento estoy en el cielo. Me lo han comprado mis padres para que no esté sola, porque me han exigido que no hable con nadie ni vaya durante un tiempo al colegio. Dicen que necesito tiempo para pensar qué voy a hacer con mi vida.
Ojalá fuera como una caballo salvaje, libre, sin obligaciones; todo sería perfecto. ¿Qué hacer con mi vida? Eso es lo que se preguntan mis padres una y otra vez; quieren que trabaje con mi padre en su empresa como desde muy pequeña me dijeron. Pero ahora sé que no lo quiero hacer, quiero escoger por mi misma mi propio destino, mi propia vida.
Pterseo me apoya y su madre también; aunque Barry me aconseja que haga caso a mis padres, que son muchos más sabios. Son esos detalles que me influyen para confiar en él y me doy cuenta de lo erróneos que están mis padres. Por estas diferencias les estoy perdiendo y eso me entristece.
Cierro los ojos y inspiro profundamente antes de levantar los brazos, sintiendo que vuelo. —¡Vamos Pegaso, vuela! — pienso fervientemente. Además noto que la naturaleza me llama y yo solo tengo que elevarme para alcanzarla; un pequeño empujón y ya estoy.
Entonces noto un golpe que me vuelve a la realidad, seguido por varias sacudidas de la parte inferior del caballo; provocándole que se levante fuertemente. Gracias a mis reflejos, me agarro rápidamente de las riendas para no caerme; pero no es suficiente en la cuarta sacudida y me resbalo.
Al instante abro los ojos y estoy tirada sobre el prado. Siento un dolor en la parte inferior de la rodilla, la cual no puedo mover; pero antes de mascullar algo irreconocible oigo un silbido cerca de mi espalda. Lentamente me giro y lo veo, una serpiente negra que me mira como si fuera su presa.
Instinto básico de supervivencia, no moverse.
Pero se está acercando mucho y va a tocar mi mano en unos segundos, y por inercia la moveré haciendo que se enfade y me pique. No se qué hacer, ¿tal vez si cogo el palo que tengo debajo de mi cadera? ¿Me daría tiempo antes de que me mordiera?
Antes de poder actuar Pegaso salta sobre él con todas sus fuerzas, una y otra vez. Veo como la serpiente intenta esquivar los golpes y le intenta morder la pierna. No voy a dejarle morir, hoy no; así que sin pensármelo dos veces me quito las gafas y le miro.
Abro los ojos y ahí está mi ángel, está rodeado de luz y unas voces que dicen algo que no entiendo.— ¿Qué tal está?
— Ha sufrido un fuerte traumatismo, además de una rotura de menisco...
¿Por qué te vas ángel? ¿No me quieres ayudar? La luz se difumina y claramente le veo a él; está sudoroso e inquieto. Nunca le había visto sin un traje y menos con tierra en sus pantalones; mejor dicho habría jurado que había oído decir a la enfermera que le trajera ropa nueva de la tienda de enfrente.
— ¿Qu..ha pasad..o?— intento decir.
Barry me mira y con una sonrisa triste me contesta antes de acercarse a la cama: — Te has caído del caballo y te he traído al hospital. ¿Lo recuerdas? —
Ahora creo que lo recuerdo, estaba cabalgando en el prado a las afueras de la ciudad con Pegaso. Estaba conmigo antes de...
—¡¿La serpiente?! ¿Qué ha pasado con la serpiente? — exclamo sobresaltada intentando quitarme los tubos que me han puesto en la piel.
— ¡Tranquilízate Melanie! — apoya su mano sobre mi hombro. — No había ninguna serpiente cuando te encontré, estabas tu sola y el caballo.—Niego con la cabeza, le ví, le oí; casi nos muerde.
Odio las serpientes, son viscosas, asquerosas, serpenteosas; no las tengo miedo, tengo miedo a que me muerdan y no tengan la cura para ella. Además me acuerdo de lo qué pasó e hice para detenerla, lo cual podría no considerarse no ético; aunque cualquier cosa que hago no lo sería a los pies de un humano.
Si lo pienso bien, creo haberle dicho a Pegaso que no se preocupara de nada antes de caer desmayada por el golpe y el dolor. ¿Pero qué hacía Barry en el prado? ¿Cómo me pudo ver?
— ¡Melie!— exclama mi madre preocupada al entrar por la puerta. — ¿Cómo se te ocurre darme estos sustos? No te parece que ya tenemos suficientes desgracias. —
La sonrío y contesto: — Ya me gustaría. ¿Y papá?—
— Ahora viene, estaba hablando con Pterseo en la puerta. — la miro aterrorizada y ella empieza a reírse a carcajadas antes de comentar: —Podría decirse que está debatiendo las diferentes opciones para estar contigo. —
—¿Es eso cierto?
— Creo que aunque tu padre sea de la vieja escuela y no quiera verte casada hasta los 40 o 50 años como mínimo; nos hemos dado cuenta de lo mucho que te quiere y te admira.
Me reajusto las gafas en la nariz y sonrío, pero esta vez una sonrisa de verdad; incluso en el hospital llevo gafas, siempre seré la diferente aunque ya me estoy acostumbrando.
— Y queríamos dar las gracias a Barry por su ayuda; no sé qué habría pasado si no hubieras actuado.— le mira y él asiente con un gesto formal y educado. ¿No es lo que siempre había pedido?
Rápidamente la abrazo y se me caen dos lágrimas por los ojos.
— ¿No hay un abrazo para uno más?
— Siempre lo habrá, papá. — le contesto antes de abrazarnos en piña hasta casi dejarnos sin aliento.
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Eterno Poder ©
FantasyMelanie, una joven de 17 años que esconde un oscuro secreto. Si lo descubren las personas equivocadas, la antigua leyenda griega resurgirá y nadie estará a salvo de su mirada. Durante este tiempo, Melanie descubrirá cosas que nunca ha conocido ni s...