Capítulo 3

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Me levanté temprano para ir a clases de aerobic, que empezaban a las nueve de la mañana y terminaban a las doce.

-¡Vamos Rebeca!

-Ya voy... - dije arrastrándome desde la cama hacia el suelo. Yo era tan friolera que hasta en marzo tenía que arroparme con muchas mantas. Aunque dormía con un pijama de manga corta. Tras conseguir llegar hasta el baño sin desplomarme en el suelo, me lavé la cara y me puse un poco de maquillaje, ¿por qué? Porque a mi madre le gustaba que fuera siempre muy bien puesta a todos lados. Me vestí con ropa de Forever21, una tienda a la que sólo podía comprar online, ya que en mi ciudad no había.

-¿Rebeca qué quieres para desayunar? - preguntó mi madre.

-No sé - dije mientras bajaba las escaleras de dos en dos con mi mochila.

-Buenos días - Mi madre me besó en la mejilla y me sirvió un batido de fresa.

-¿No puedo tomar un batido de chocolate?

-Ya es tarde, tómate este. A parte, el chocolate tiene muchas calorías.

-Se supone que yo me cuido la línea, no tú.

-Pero como soy tu madre, pues te aconsejo.

-¡Si ya me aconsejas en todo!

-Es mi deber.

-Ya... - dije acercándome a la panera y cogiendo dos trozos de pan.

-¿Te vas a hacer tostadas?

-Sí, ¿tú quieres? - dije mostrándole la mermelada que acababa de sacar de la nevera.

-No, gracias - se fue en dirección a la puerta que daba al garaje y salió.

Yo me serví las tostadas y me senté en un taburete alto que había en la isla de la cocina. Siempre desayunaba allí, porque me gustaba, y punto.

-Buenos días - dijo mi padre, que recién se había levantado. Me dio un beso y se preparó un café - ¿Con quién hablas?

-¿Por qué tengo que estar hablando con alguien?

-Porque estás con el teléfono y no paras de sonreír - O sea, que estaba clara la evidencia, se notaba mucho el que estuviera chateando.

-Bueno, sí, estoy hablando con un amigo.

-Ah - se sentó al lado mía con su humeante taza y me miraba de reojo. Él siempre había sido un buen tipo, me había consentido a todo... pero el que estuviera creciendo, según él, a paso tan rápido, pues no le sentaba bien.

Yo, intentaba hablar tranquila... ¿qué con quién conversaba? Con Daniel. Me preguntaba qué era lo que tramaba, pero yo no le dije nada.

-Ya me voy, papá.

-Adiós, haz mucho deporte.

-Claro... - cogí mi mochila y...

-¡Espera! ¿Lo llevas todo?

-Eh, creo que sí.

-¿La botella de agua?

-Sí.

-¿La toalla?

-Sí.

-¿La esterilla?

-Eh... sí.

-¿La ropa de cambio?

-¡Qué sí!

-Vale, vale.

Salí de allí y entré en el coche, donde ya me esperaba mi madre. Me abroché el cinturón y me puse los auriculares, le di al Playlist de mis canciones favoritas y me relajé. Mi casa estaba bastante alejada de todo, en las afueras de la ciudad.

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