Hay algo más estresante que despertarse en un lunes; hacerlo sin haber arreglado tu habitación. Claro estaba, no podía salir de casa sin que todo estuviera impoluto, y aunque me levantaba una hora y media antes de las clases, me daba cosa no tener tiempo. Era una persona que se agobiaba con demasiada facilidad.
Tras levantarme y asearme un poco, me vestí. Me coloqué mi horripilante uniforme, la típica falda de cuadritos gris y una camisa blanca. A los diez minutos de sonar mi alarma, como siempre, mi madre ya estaba llamándome, que pesadez.
-Mamá, ¿has visto mi libro de composición? - Siempre me daba tiempo a ensayar un poco panes del instituto, no os penséis que esto del conservatorio era pan comido. A parte de eso, me había apuntado a clases extras de música en el instituto en ver de hacer artes, lo cual me implicaba aún más implicación.
-No lo he visto, ¿lo necesitas ahora?
-Sí, hoy tengo clases de composición avanzada en el instituto - Anda que no molaban esas clases, era tan liberal. Me hacía sentir viva. Casi siempre estaba sola y como al profesor le faltaba un tornillo, pues me tiraba mucho rato tocando sin ningún tipo de instructor por medio.
Me olvidé de esas partituras y comencé a ensayar una obra de Beethoven. El gran Beethoven.
Sin duda era una de mis composiciones favoritas, le daba mucha vida a cualquier escena que me imaginaba. De banda sonora quedaría de guinda. Mi profesor Gonzalo tenía un gusto exquisito, le encantaba innovar y siempre estaba abierto a sugerencias. Ojalá todos los profes del conservatorio fuesen como él.
Cuando por fin bajó a desayunar, mi madre ya estaba limpiando la casa. Las siete y media de la mañana y ya limpiando. A veces llegaba a pensar que lo hacía por gusto. Incluso por diversión.
-Hija, te he preparado un batido de fresas y dos tostadas de aguacate - Sí, lo sé. ¿Aguacate y fresas? Puede parecer una combinación muy disonante, pero os juro que si lo probáis, morís de lo rico que está eso.
Me lo tomé todo en dos segundos, lo normal cuando algo te apetece. Con desayunos así está bien empezar el día.
-¿Me lleva papá?
-Sí, ya está fuera - Pasé la puerta de la cocina y llegué al garaje, por donde salí más fácilmente a la calle.
Mis padres tan felices con su todo volumen recién tapizado, y yo ahí sentada más incómoda que la tos. Tener que ir en coche a todos lados es algo puñetero. Para la biblioteca; en coche, al instituto; en coche, al conservatorio; en coche, al centro comercial; en coche... a todos sitios en coche. Qué agobio.
Mi padre estuvo unos minutos limpiando el parabrisas y la luna antes de salir por fin hacia las clases.
-Rebeca, has hecho todas tus tareas, espero.
-Claro, ¿hoy me llevas tú también al conservatorio? - dije dejando el móvil y mirándolo a él.
-Sí, claro. Tengo que pasarme a hablar con un compañero. Así que yo te llevo.
Asentí y reparé en el asiento. Tenía ganas de ir a las clases, pero solo por composición. Cuando llegué Yumi me recibió demasiado entusiasmada, vete tú a saber por qué.
-¿Se puede saber por qué estás así? - le dije mientras entrábamos en el edificio. Mi instituto era privado, supongo que era de esperar. Tenía cuatro plantas, incluyendo la principal. Todo era muy oscuro y tenía pocas ventanas. Había una salida al patio, bastante enorme, con cafetería y un gimnasio. El comedor se hallaba un poco alejado a la zona de recreo. Todas las aulas estaban muy bien organizadas. Y estaba prohibido salir de tu clase en un intercambio.
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Volvió.
RomanceRebeca lo tenía todo; padres que se preocupaban por ella, notas excelentes, una afición que la llenaba de satisfacción. Sin embargo, no "todo" es sinónimo de "perfecto". No sabía si era su pasado lo que le faltaba para ser plenamente feliz, hasta q...