Como mar en calma

33 6 2
                                    

Arlene había pasado de no beber una gota de alcohol por el alto consumo calórico que suponía a ahogar sus penas en el mismo, despertándose los sábados o domingos a las ocho de la mañana con arritmias y la angustiante sensación de que podría llegar a morir. Ander había presenciado muchos de los ataques de pánico de la morena, y aunque trataba de calmarla, sólo podía sufrir viendo cómo la persona que le gustaba parecía quedarse sin respiración. No hizo falta mucho tiempo para descubrir aquello que conseguía tranquilizarla. Aprendió que las duchas de agua caliente la ayudaban, y habían sido varias las veces que Arlene había sentido, presa del pánico, cómo era rodeada por los brazos del cantante y arrastrada hacia el vapor del baño. Una vez desaparecía la desazón, Ander percibía su calma y besaba su hombro con cariño, dejándose mojar también por el agua de la ducha. En aquellos momentos la morena siempre se echaba a llorar, sintiéndose culpable por hacer pasar por aquellas situaciones al cantante. Era lo que más le preocupaba de compartir aquellos momentos con él, que el daño ya no sólo se lo hacía a sí misma.

Aún sintiéndose reconfortada y protegida, la idea intrusiva y catastrofista de la muerte no dejaba de acecharla, y la historia volvía a repetirse, una vez tras otra. Arlene consideró en un momento que el consumo del alcohol favorecía aquellos ataques de pánico, por lo que durante una temporada dejó de salir por las noches. Sin embargo, siempre había algún desencadenante que la hacía recaer, y todo volvía a empeorar. Los cortes, los vómitos, la ansiedad. El amor no era suficiente para superar un trastorno con el que llevaba años batallando. Incluso la presencia de Ander, que a priori se suponía beneficiosa, podía generarle más ansiedad, ya que sentía mayor responsabilidad de cara a su recuperación, y ya había visto demasiadas veces la decepción en sus ojos, por lo que anticipar su expresión de desesperanza se había convertido en un nuevo motivo de preocupación.

Ander, por su parte, siempre esperaba a que Arlene marchara para poder llorar a solas, porque también necesitaba desahogarse. Había cargado también con una enorme responsabilidad al considerar que la morena no tenía a nadie más en quien apoyarse, así se lo había dicho ella en varias ocasiones. Aunque en muchas otras le pedía que la dejara en paz, a veces era incapaz por temor a que cometiera alguna locura. Ambos necesitaban en algún momento distanciarse, pero coincidían en que siempre volvían. Había sido una relación muy intensa, de idas y venidas. Ander, irónicamente, era quien mejor conocía el mundo de Arlene, porque ella así lo había permitido. La morena no había encontrado las agallas para decirle a sus padres, a su hermana o a su amiga todo lo que estaba mal en su cabeza, sin embargo, con un desconocido había sido mucho más fácil. No quería preocupar a sus seres queridos, sino ser lo que ellos esperaban que fuera. Ander, por lo tanto, era el mayor conocedor de su sufrimiento, y el que más se había implicado para que dejara de sentir aquel dolor. Curiosamente, también fue el motivo por el que tras su marcha, la morena decidió que lo mejor sería arrebatarse la vida.

—Entonces, ¿estuviste saliendo con Naya? —preguntó Arlene.

Se encontraban en la terraza de una de las muchas cafeterías de la ciudad, aunque a diferencia de otras, en aquella preparaban unos zumos naturales que le encantaban a la morena, motivo por el cual acudía allí de manera asidua.

Puntual, Ander había llegado a la fuente como habían acordado, aunque con una sensación de inquietud tras las palabras de Valeria. A pesar de todo, no se atrevió a mencionarle a Arlene el encuentro con su amiga y decidió dejar a un lado lo sucedido.

Se saludaron con un abrazo lleno de cariño. A plena luz del día y sin alcohol en el cuerpo, ninguno se atrevió a mostrar mas afecto que aquel.

—Sí —afirmó extrañado—, estuvimos saliendo. —No entendía cómo Arlene había sido capaz de sacar un tema que la noche anterior parecía haberla incomodado, pero el hecho de que lo hiciera le gustaba.

PeligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora