—Ander, no sé cómo decírtelo. —La voz de Arlene sonó tan angustiada que el joven se sintió mal por haberla presionado a contárselo.
Decidió por ello no insistir más, contemplándola en silencio y dejando que fuese ella quien eligiera qué hacer. Aunque quizás ya era demasiado tarde: la morena se sentía acorralada y sin escapatoria, pero consideraba también que era un buen momento para deshacerse del lastre que suponía ocultar la verdad. Entendía que Ander era merecedor de saberlo, más aún ahora que habían comenzado a retomar la relación.
—Cuando te fuiste... —empezó a decir, pero era más difícil de contar de lo que podría haberse imaginado—. Cuando te fuiste... —repitió, y se detuvo para coger aire cuando las imágenes de aquel día se revelaron en su cabeza: revivirlo era duro, pero verbalizarlo todavía más—. Quise morirme, y no sé por qué, pero lo intenté, y yo... —Aunque su tono de voz era bajo, Ander se apoyó en el movimiento de sus labios, entendiéndola a la perfección; rápidamente ascendió la mirada hacia sus ojos marrones, que se llenaron de lágrimas.
Arlene creyó que no era necesario entrar en detalles. Se sentía expuesta por contar un suceso tan íntimo, avergonzada por tener que reconocer aquello que había hecho, triste al recordarlo y atemorizada por la posibilidad de perder al joven por segunda vez.
Ander, por su parte, todavía contemplaba en silencio el llanto de la morena. No sabía qué decir, o quizás sí, pero se encontraba tan perplejo que no lograba pronunciar ninguna palabra: un "lo siento mucho" habría sido más que suficiente, pero no hallaba las ganas ni las fuerzas. De la misma manera, la cantidad de alcohol que había consumido tampoco le ayudaba a digerir correctamente toda la información. Los mecanismos de su cerebro operaban más lentos que de costumbre, siendo poco ágil, una de las características requeridas para reaccionar correctamente ante una situación como aquella.
Logró recordar al Ander del pasado, aquel que se había alejado de ella, y pensó lo que muchas otras veces se había dicho: que podía haber hecho más por ayudarla, y quizás así no hubiera intentado matarse. Demasiados "quizás", demasiados "y si...", pero la realidad era que se había ido y la había dejado sola y expuesta frente a todos los monstruos que la acechaban en su cabeza. No podía volver atrás para prevenirlo o impedirlo, y aunque la joven se encontraba sentada frente a él, viva, siguió pensando en lo triste que hubiera sido si hubiera fallecido de tal manera. Seguramente no sabría cómo afrontar los días sabiendo que ya no estaba, sintiéndose responsable de ello, dejando que poco a poco lo comieran los remordimientos.
Notó unas inmensas ganas de llorar que logró controlar, porque lo que Arlene no sabía era que él ya se había imaginado aquella trágica escena muchas otras veces, sobre todo cuando la joven aparecía con nuevos cortes en su piel, cada cual más profundo que el anterior. Aunque la joven nunca le hubiera expresado ideaciones suicidas, su mayor miedo en aquel entonces era que un día se le fuera de las manos y que sin quererlo se hiciera más daño de lo que tenía planeado. Suponía una de las muchas razones por las que le había costado tanto tomar distancia y marcharse, pero en su momento sentía que ya no podía hacer más por ella, y que él empezaba a consumirse poco a poco. No contempló otra posibilidad, pero ahora pensaba en que quizás sí la hubiera, que podría existir una alternativa en la que Arlene no terminara de tal manera.
Ander se odió un poco más a sí mismo por haber tomado tan mala decisión, por rendirse antes de tiempo; pero no podía hacerse responsable de algo así. Pronto el odio se convirtió en miedo, temor de que volviera a suceder, de que las cosas no salieran bien entre ellos y que ella recayera. La tesitura era similar a la de hacía cuatro años, volviendo a reconocer el peso de la responsabilidad que caía de golpe sobre sus hombros, el peso de la vida de Arlene.
—Buf. —Sintió un calor asfixiante, no se veía capacitado para articular una mísera palabra.
Quería levantarse y abrazarla, a veces las palabras sobraban, pero tampoco podía. Por primera vez en mucho tiempo sintió él la necesidad de encontrar un hombro sobre el que llorar y desahogarse: deseaba soltar todo lo que había sufrido y ocultado para no hacer sentir más culpable a Arlene. Anhelaba alguien que lo consolase, porque no sabía cuánto más podría aguantar con aquella sensación que llevaba tiempo guardando.
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Peligro
RomancePeligro, así la llamaba él antes de desaparecer de su vida. Anclada en el pasado, Arlene se verá expuesta a aquellos recuerdos que había olvidado cuando se reencuentre con alguien que había sido muy importante para ella. Desde su adolescencia había...