Morir por amor

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Con la pubertad, Arlene hizo frente no solo a los dolores menstruales, sino también a sus primeras inseguridades. Nunca antes se había preocupado por su físico, pero el cambio del colegio al instituto supuso un antes y un después en su vida.

Las revistas para jóvenes del momento hablaban sobre la importancia de la depilación, el maquillaje y la delgadez. "Trucos para tener un vientre mas plano", podía leer junto a la imagen de la actriz de moda de la época. En las últimas páginas también ofrecían consejos para ligar, y es que el amor empezaba a ocupar un papel relevante que se relacionaba directamente con la belleza: solo encontraría pareja quien fuera atractiva. La presión por dar el primer beso no fue suficiente para que lo consiguiera, y es que no encontró con quien. Siendo consciente de que ya se había quedado atrás, tiempo después esperaban de ella que tuviera su primera experiencia sexual, cuando ni si quiera sabía dónde estaba el clítoris o para qué servía.

Compararse con sus iguales fue inevitable: su amiga más cercana ya tenía su tercer novio y se preocupaba por si siendo masturbada podría quedarse embarazada. Mientras tanto, ella fantaseaba con su cantante favorito y empezaba a consumir sus primeros videos pornográficos, donde aprendió todo lo que no le habían explicado en el ámbito familiar y educativo, algo que años más tarde se esforzaría por desaprender.

Aunque trató de olvidar aquella vez en la que un desconocido le había llamado gorda desde la ventanilla de un coche, lo recordó cuando un compañero de clase le dijo sin pudor ni empatía que se parecía al tronco de un árbol. Aquella comparación tan ocurrente e imaginativa, que pretendía generar gracia entre sus amigos, hizo que Arlene llegara a casa llorando, pero a su vez le ayudó a unir las piezas del puzzle que hasta entonces se encontraba incompleto, entendiendo así por qué nadie se había interesado en ella hasta entonces. Rememoró la normatividad y belleza de los cuerpos de revista, y la perfección de los pechos y glúteos de las actrices porno. Cuando se plantó frente al espejo de su habitación y se desnudó, odió su reflejo.

Aquel pasado que derivó posteriormente en más de un trastorno alimenticio, explicaba el hecho de que Arlene se hubiera acostumbrado durante toda su juventud y adolescencia al rechazo. Ser ella la que debía rechazar no era algo que en aquel entonces se pudiera imaginar: hasta ese punto podía llegar su falta de autoestima.

—Olvídalo —se apresuró a decir Enzo—. No sé en qué momento se me ocurrió que esto sería buena idea —pensó en voz alta, llevándose los dedos pulgar e índice al puente de la nariz—. Es mejor que me vaya. —Había sido consciente de la incomodidad de la morena, y tampoco pretendía que se sintiera obligada a darle una respuesta, sobretodo si esta iba a ser desfavorable a sus intereses.

—Enzo —arrastró su nombre con pesar, con un tono de voz bajo, pero no conseguía salir del bloqueo en el que había entrado.

Aunque no le gustaba verlo así, prefería que se marchara y así poder digerir con calma toda aquella situación.

—Lo siento —se disculpó avergonzado—. Hasta mañana. —Comenzó a caminar de manera apresurada sin esperar respuesta.

Tras unos segundos paralizada, Arlene finalmente reaccionó:

—Jo-der. —Separó las sílabas, dando énfasis a su asombro.

Con la necesidad propia de una adicción, se llevó un cigarrillo a los labios como si fuera a dar solución a su novedosa e inesperada preocupación. Pensando todavía en lo que acabara de suceder, lo contempló desaparecer entre los coches estacionados frente a la acera de la calle.

Inspiró el humo del tabaco, notando una falsa sensación de tranquilidad, y lo expulsó queriendo dejar a un lado aquella confesión para poder disfrutar de la noche. Aún sintiéndose mal por tener aquel pensamiento, sabía que Ander la estaba esperando en "Century Rock", y lo único que quería era pasar un buen rato a su lado: lo había estado deseando desde su aparición sorpresa en "Jamais Vu".

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